LA COMPLEJIDAD DE LAS ELECCIONES DEMOCRÁTICAS
TRINO MARQUEZ C.
El punto central de la crisis
política actual se encuentra en el cuestionamiento a la legitimidad de Nicolás
Maduro y en la realización de una nueva
elección para Presidente de la República. Los comicios
del 20 de mayo del año pasado fueron desconocidos por la mayoría de la
oposición y por gran parte de la comunidad internacional. El régimen cometió
tantas irregularidades y atropellos, que la convocatoria no logró convencer de
que participara a la franja más gruesa de opositores. Tampoco persuadió de su transparencia y equilibrio a los países
democráticos que han seguido con detenimiento la evolución del gobierno de
Maduro desde que se impuso sobre Henrique Capriles en las reñidas y discutidas
elecciones de abril 2013. Maduro desestimó ese rechazo. Ahora paga las
consecuencias de su arrogancia. La única salida posible al desbarajuste que su
petulancia provocó es su salida de Miraflores, la formación de un gobierno
transitorio y la realización de unos comicios libres y confiables para todo el
mundo, incluidos los oficialistas.
El
artículo 233, que establece las faltas absolutas del Presidente de la
República, es incompatible con la realización de unas votaciones justas y
democráticas. Ese artículo, invocado para declarar usurpador a Maduro, señala que “si la falta absoluta… se produce
durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una
nueva elección universal, directa y
secreta durante los treinta días consecutivos siguientes”. El texto, sin duda,
fue redactado para favorecer al partido gobernante. Su propósito es ventajista.
Resulta imposible organizar en un mes unos comicios transparentes y
equilibrados. El artículo colide con la Ley Orgánica del Sufragio (LOS), aprobada
por la Asamblea Nacional en 2009, cuando el chavismo la controlaba en términos
absolutos.
En las
condiciones actuales, para realizar unas elecciones democráticas conviene
acoplar el texto constitucional con los lapsos y condiciones establecidas en la
LOS. En primer lugar hay que nombrar un nuevo CNE, o al menos a las dos
rectoras, una de ellas Tibisay Lucena, a las que se les venció el período, pero
fueron ratificadas por la constituyente y el TSJ, en abierta violación de las
atribuciones de la Asamblea Nacional. Hay
que liberar los presos políticos. Permitirles regresar al país a los dirigentes
que se encuentran en el exterior. Facilitarles votar en el extranjero a los
millones de venezolanos que han huido del país. Abrir el Registro Electoral
Permanente (REP) para que los nuevos votantes se inscriban. Auditar el REP para
depurarlo. Sólo una vez cumplidas al menos estas tareas, estarán dadas las
condiciones mínimas para efectuar unas votaciones limpias, universales, democráticas.
El apego dogmático
al artículo 233 de la Constitución, se convertiría en una camisa de fuerza para
alcanzar la plena democracia electoral. La justificación, para mantenerse
ceñido lo máximo posible al marco legal vigente, hay que buscarla en la LOS.
Sin embargo, ninguno
de los instrumentos jurídicos existentes sustituye el sentido común y los
acuerdos políticos. El gobierno que se conforme cuando se realicen las
elecciones universales y democráticas de la que habla la Constitución y la LOS,
deberá contar con la base popular más amplia posible. A esos comicios deberán
concurrir todos aquellos que quieran hacerlo, tanto para ser electos como para
votar. Las restricciones arbitrarias le restarían amplitud a la convocatoria y
legitimidad al Presidente y al gobierno que emerjan de esa cita.
La preparación de la consulta
se llevará, al menos, lo que queda de 2019, suponiendo que la crisis
actual se resuelva en el curso de los próximos días o semanas. Mientras más
tarde en solucionarse el conflicto, más lejana se pondrá la fecha de
celebración de esas elecciones. El núcleo duro del madurismo no muestra ninguna
intención de negociar su salida de Miraflores. Pareciera haber optado por la
confrontación abierta y hasta el final. Por la inmolación. En el caso de que el
chavismo-madurismo se fracturara, y como consecuencia se desprendiera una
facción moderada que no quiere hundirse con Maduro, la negociación tendría que
incluir a este sector más sensato del oficialismo. Su incorporación al debate y
a los eventuales acuerdos que se logren, le daría al gobierno de transición una
plataforma más amplia y a las futuras elecciones una base más sólida.
Tenemos que
lograr que los próximos comicios superen todos los vicios que el régimen impuso
durante veinte años. La comunidad internacional exige elecciones justas y
democráticas ya. Hay que explicarle la complejidad del proceso frente al cual
estamos.
@trinomarquezc
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