Las carencias y errores que han colocado al
chavismo contra la pared
Gonzalo Gonzalez
El chavismo vive su peor momento desde abril del 2002, cuando
estuvo casi dos días fuera del Gobierno; hay quienes estiman que los actuales
son tiempos finales del régimen inaugurado en 1999. Prefiero ser más cauto al
respecto aunque reconozco que las presentes circunstancias y tendencias apuntan
a la sustitución del status quo imperante. ¿Qué lo sustituirá? Eso está por verse.
Las presentes y graves tribulaciones oficialistas son
consecuencia del proyecto chavista de dominación y de errores estratégicos y de
cálculo cometidos en el 2017 y 2019.
El régimen viene pagando con creces su empeño de cubanizar
Venezuela con todas las consecuencias negativas que tal despropósito entraña:
la tragedia humanitaria en progreso y el
retroceso colosal en todos los órdenes de vida que la nación y sus habitantes
padecen. La sociedad responsabiliza mayoritariamente al chavismo de sus
desventuras.
Los acontecimientos del presente demuestran que el régimen
cometió un error estratégico al no disolver la Asamblea Nacional en el tercer trimestre del 2017, cuando luego
de que las grandes movilizaciones opositoras no pudieron lograr la salida del
régimen – aunque si infringieron considerables daños a la imagen del mismo, que
tuvo que acudir a la represión brutal como recurso para sostenerse -, además el
oficialismo tuvo la fuerza suficiente para imponer la Constituyente (en
realidad un Parlamento paralelo). Una vez instalada la Constituyente,
considerada por la comunidad internacional democrática y por muchos aquí como
el colofón del golpe de Estado, era el momento adecuado, por la debilidad e
impotencia del movimiento democrático para reaccionar con fuerza, para acabar
con la Asamblea Nacional, el precio a pagar ya estaba amortizado por la
creación del parlamento paralelo y la brutal represión. La coexistencia de
ambos parlamentos terminó por perjudicar al oficialismo.
La operación Guaidó
Presidente (verdadero golpe noble en la línea de flotación del régimen) no
hubiese sido posible con una AN disuelta y en el exilio. Y aquí viene el
primer error estratégico del 2019:
subestimar la presidencia Guaidó y calificarla de payasada. La Presidencia de
marras ha devenido en un Gobierno paralelo reconocido por la mayoría
determinante de los estados democráticos. El Ejecutivo paralelo es un verdadero
contrapoder con todos los efectos y consecuencias del caso.
El posicionamiento chavista en relación a la ayuda
humanitaria es su segundo error estratégico. Indiscutible tiro en el pie,
situación perder perder. En este tema optaron por la peor de las opciones:
negar la tragedia humanitaria, desdeñar la necesidad de ayuda, calificar la que
va llegando de contaminada y cancerígena, impedir su eventual ingreso al país;
y por si fuera poco anunciar que sus aliados los proveerán de un socorro del
cual han afirmado que es innecesario. La guinda del pastel es el anuncio de un
concierto paralelo al ya organizado en la frontera el 23 del corriente. El
saldo neto (hasta los momentos) de esta postura, es reafirmar ante los ojos del
país y el mundo la insensibilidad e indolencia del oficialismo.
¿Qué va a ocurrir el 23? Es difícil afirmarlo, lo real es que
el declinante Gobierno Maduro está a la defensiva y colocado en un brete
complicado.
La ventana favorable al cambio puede abortarse si el régimen
decide pasar de la actitud pasiva de jugar al desgaste del oponente y pasa a la
ofensiva reprimiendo con el formato Pinochet. O si la dirigencia opositora
vuelve a privilegiar sus intereses particulares planteando el tema de las
candidaturas presidenciales. Tema a todas luces extemporáneo y fuera de lugar
en las presentes circunstancias en las cuales se escenifica un forcejeo crucial
para lograr el fin del régimen chaviano.
Caracas, 19 de febrero de 2019
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