Los farsantes y la paradoja de Stockdale
Miguel Ángel Santos
No me cuento entre los fans de Ingrid Betancourt, pero tengo que confesar que llevo días pensando en una frase suya. La descubrí entre las líneas de una entrevista reciente que le hizo Héctor Abad Faciolince, a raíz de la publicación de sus memorias ("No hay silencio que no termine"). "Ser humano es tener ciertos mecanismos mentales, lo que llamamos principios, para poderse guiar cuando todo lo que ocurre alrededor es inexplicable, y uno pierde la lumbre, y no entiende lo que está sucediendo". No hace falta insistir sobre el hecho de que a nosotros en Venezuela hace ya rato que se nos ha perdido la "lumbre" (tanto el esplendor como el esclarecimiento). Pero he aquí que es precisamente en medio de esta circunstancia donde cada quien, consciente o inconscientemente, recurre a tientas a sus "principios", a sus respuestas automáticas. Y eso nos puede ayudar a descifrar el ruido de los últimos días. En la medida en que se aproximan las elecciones, se han ido diferenciando tres grandes grupos de oposición (con distintos principios). En primer lugar están los entusiastas eufóricos, aquellos que procuran difundir por todos los medios posibles la esperanza de que se puede derrotar al gobierno, desafiando cualquier lógica que surja en contra. En segundo lugar están los agoreros, los que aprovechan la circunstancia para advertir "públicamente" sobre los riesgos... Algo así como predecir "científicamente" un Venezuela-Argentina, para después montarse en el "se los dije", "aunque les suene antipático" y estupideces por el estilo. Estos son los "objetivos", los resabidos diletantes de la falacia narrativa. Ambos grupos viven en una especie de toma y dame cibernético, tratando de convencerse de unos supuestos hechos que ninguno de los dos está dispuesto a asimilar, porque ambos tienen muy desarrollada la capacidad de explicarlo todo y hacerlo consistente con su punto de vista. Son los comentaristas del fútbol.
Uno rara vez ve a un jugador especulando sobre los resultados. Los jugadores suelen estar practicando, concentrados, preparándose para el día del juego. Ese es el tercer grupo: todos aquellos que, en medio de esta oscuridad, se han sacado de adentro, por generación espontánea, unas ganas para reunir, organizar, patear el país, esforzándose porque el próximo domingo a Venezuela le vaya lo mejor posible. Como reza la paradoja de Stockdale: "Nunca se debe confundir la fe en que nuestro esfuerzo prevalecerá al final- que no nos podemos dar el lujo de perder- con la disciplina necesaria para enfrentar las circunstancias más brutales de nuestra realidad, sea cual sea". Habrá quien diga que "no todos podemos ser políticos". Yo creo que los que de verdad tienen ganas de jugar siempre encuentran formas de ser útiles. Todo está por hacer. En cualquier caso, si hubiese que escoger entre alguno de los dos primeros, conviene recordar las palabras de Adriano a Marco Aurelio: "Todavía no estoy tan débil como para ceder a las alucinaciones del miedo, casi tan absurdas como las de la esperanza, y sin duda mucho más penosas. De engañarme, preferiré siempre el camino de la confianza. No perderé ni ganaré más con ello, pero si sufriré menos". ¡Suerte Venezuela¡
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