sábado, 23 de junio de 2012


BRIAN: MI PAÍS ESTÁ FELIZ


Enrique Viloria Vera


Mi  buen amigo Brian McBeth me escribe desde Oxford inquiriendo acerca de las profundas razones de nuestra reiterada felicidad. Tiene tiempo Brian sin venir a su segunda patria, razón por la cual no puede entender la noción extendida de felicidad que tenemos los venezolanos de esta bolivariana tierra.

En cualquier otro lugar del mundo la gente es feliz por las razones normales que comparten con los venezolanos, es decir, el matrimonio de un hijo, el nacimiento de un niño, la graduación de la hija menor, las bodas de plata de los padres o el ascenso en la oficina. Sin embargo, en el caso nuestro, hay motivaciones adicionales y en apariencia nimias, para ser inmensamente feliz en esta V República ineficiente y hablachenta. ¿Se imagina UD a un inglés llorando de felicidad porque hoy tuvo electricidad todo el día?, o porque salió de una fiesta y su carro estaba en el mismo sitio donde lo estacionó, con ruedas y todo lo demás intacto.

Sería inconcebible ver reír a carcajada batiente a un alemán  debido a que consiguió papas para la ensalada o chuletas de cochino; mucho menos a una ciudadana sueca o noruega  destornillándose de risa porque adquirió toallas sanitarias o papel higiénico. A los venezolanos estos hechos simples y naturales nos proporcionan una felicidad sin igual, incomprensible por supuesto para los amargados ciudadanos de los países del 1er mundo.

Es más, en esta V República se han acuñado dos expresiones adicionales para testimoniar la felicidad bolivariana: el menos mal y el qué suerte tuvo. Unos ejemplos nos ayudarán a que Brian entienda la vaina.

Lo secuestraron, pero qué suerte tuvo, no lo mataron.

Lo atracaron, pero menos mal que cargaba dos millones de Bs. Fuertes en el bolsillo porque si no lo asesinan.

Se fue de vacaciones a Madrid y qué suerte tuvo, cuando regreso no lo habían mudado y CADIVI funcionó.

Muchas son los pequeños elementos, los asuntos más triviales que nos otorgan una inmensa felicidad y que Brian no pude entender: un litro de leche, las pastillas para la diabetes, una botella de aceite de maíz, un kilo de Harina Pan.

Pues si querido Brian, así es la cosa, y la mayor felicidad es llegar a tu casa y poder ver el partido de béisbol o de futbol, o la telenovela de moda, sin que EL LÍDER se encadene - ¿sabes lo que es una cadena?  -   y le cuente por horas a  los venezolanos sus momentos más felices en el cuartel cuando cazaron tres iguanas y se las comieron sancochadas. ¡No joda pana! ¡Eso sí es felicidad!

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