BRIAN: MI PAÍS
ESTÁ FELIZ
Enrique Viloria Vera
Mi buen amigo
Brian McBeth me escribe desde Oxford inquiriendo acerca de las profundas
razones de nuestra reiterada felicidad. Tiene tiempo Brian sin venir a su
segunda patria, razón por la cual no puede entender la noción extendida de
felicidad que tenemos los venezolanos de esta bolivariana tierra.
En cualquier otro lugar del mundo la gente es feliz
por las razones normales que comparten con los venezolanos, es decir, el
matrimonio de un hijo, el nacimiento de un niño, la graduación de la hija
menor, las bodas de plata de los padres o el ascenso en la oficina. Sin
embargo, en el caso nuestro, hay motivaciones adicionales y en apariencia
nimias, para ser inmensamente feliz en esta V República ineficiente y
hablachenta. ¿Se imagina UD a un inglés llorando de felicidad porque hoy tuvo
electricidad todo el día?, o porque salió de una fiesta y su carro estaba en el
mismo sitio donde lo estacionó, con ruedas y todo lo demás intacto.
Sería inconcebible ver reír a carcajada batiente a un
alemán debido a que consiguió papas para
la ensalada o chuletas de cochino; mucho menos a una ciudadana sueca o noruega destornillándose de risa porque adquirió toallas
sanitarias o papel higiénico. A los venezolanos estos hechos simples y
naturales nos proporcionan una felicidad sin igual, incomprensible por supuesto
para los amargados ciudadanos de los países del 1er mundo.
Es más, en esta V República se han acuñado dos
expresiones adicionales para testimoniar la felicidad bolivariana: el menos mal
y el qué suerte tuvo. Unos ejemplos nos ayudarán a que Brian entienda la vaina.
Lo secuestraron, pero qué suerte tuvo, no lo mataron.
Lo atracaron, pero menos mal que cargaba dos millones
de Bs. Fuertes en el bolsillo porque si no lo asesinan.
Se fue de vacaciones a Madrid y qué suerte tuvo,
cuando regreso no lo habían mudado y CADIVI funcionó.
Muchas son los pequeños elementos, los asuntos más triviales
que nos otorgan una inmensa felicidad y que Brian no pude entender: un litro de
leche, las pastillas para la diabetes, una botella de aceite de maíz, un kilo
de Harina Pan.
Pues si querido Brian, así es la cosa, y la mayor
felicidad es llegar a tu casa y poder ver el partido de béisbol o de futbol, o
la telenovela de moda, sin que EL LÍDER se encadene - ¿sabes lo que es una
cadena? - y le cuente por horas a los venezolanos sus momentos más felices en
el cuartel cuando cazaron tres iguanas y se las comieron sancochadas. ¡No joda
pana! ¡Eso sí es felicidad!
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