CHRISTIAN BURGAZZI
Persiste el desconcierto y las dudas de un buen número de venezolanos, ante el tema de la salud de Esteban, lo cuál es comprensible en el caso del ciudadano común, sometido a las mentiras y a la falta de transparencia propias del estilo rojito.
Las dudas aumentan cada vez que el susodicho aparece “vivito y coleando” en la pantalla chica, después de largas y silentes ausencias, en especial entre aquellos que dicen “ver para creer”, creyendo ingenuamente que el enfermo totalitario se dejará ver alguna vez postrado en silla de ruedas o agonizante en un chinchorro.
Lo que es menos comprensible es que algunos “sesudos” analistas con palestra pública, contribuyan a mantener la sospecha de que la enfermedad sea una farsa, sosteniendo que es un montaje del omnipotente asesorado desde “la isla de la felicidad”, quien en algún momento se presentará como el todopoderoso que venció el mal y por lo tanto será invencible.
Lo grave es que algunos de estos “analistas” insistan en asignarle a Chacumbele un halo de ser-supremo, un súper-hombre capaz de engatusar a la mitad de la población, mas no a ellos, que no son como los crédulos inocentes, cogidos a lazo, que nos dejamos engañar por el “escenario de la enfermedad”. Atribuirle “sagacidad” al comandante rojo por armar una farsa de este calibre, evidencia una limitada comprensión de la dinámica política por parte de quienes se creen más avispados, por no comerse el “cuento del cáncer”.
Según la lógica de quienes sostienen que todo es una farsa, la estrategia de Esteban y sus asesores cubanos “expertos en elecciones”, arrancó hace un año cuando el rey rojo aún tenía más del 60% de aceptación y seguía subiendo en las encuestas a niveles envidiables después de 12 años de régimen; aceptación que sostenía su imagen de invencible.
De acuerdo a la versión del “engaño masivo” del prestidigitador mayor, la clarividencia de estos señores fue tal, que con varios meses de anticipación, vieron en una bola de cristal roja, lo que sucedería en las primarias democráticas y predijeron el peligro que representarían los más de 3 millones de votos opositores y la victoria de un candidato como Capriles, que podría derrotarlos.
Y para asegurarse la victoria definitiva ante la premonición de la posible pérdida de la revolución, a pesar de la ventaja que llevaban en ese momento, se les ocurrió, la genial idea de inventarse una enfermedad terminal, con anuncio que en aquel entonces sorprendió a propios y extraños. Siguiendo dicho guión, el líder rojo armó una mascarada que iría escenificando in crescendo y con suspenso teatral, hasta alcanzar el clímax unos meses antes de las elecciones (cuya fecha adelantaron), para entonces, después de su larga y voluntaria ausencia de la escena política nacional e internacional, sorprender al mundo y sus alrededores con la milagrosa sanación, para ganar las elecciones por paliza hegemónica.
Sin embargo hay algunos elementos que no cuadran en esta telenovela criolla:
¿Es políticamente sabio demoler la imagen de invulnerable de alguien para luego tener que reconstruirla? ¿Gana más votos la lástima que produce el que se muestra enfermo y débil o la fuerza de quien se presenta poderoso y sano? ¿Fortalece al comandante rojo pasar de la cotidiana omnipresencia encadenada, a una estrategia electoral defensiva, de ausencias prolongadas y de silencios ensordecedores? ¿Favorecen a su partido las pugnas internas por la sucesión, generadas por la pantomima de una “supuesta enfermedad ”?
Por último, ¿ha resultado exitosa la “brillante” estrategia de la farsa?
Las más recientes encuestas serias indican un empate técnico en la contienda presidencial, lo cual significa que el presidente-candidato viene en picada y que el candidato de la unidad sube como la espuma, de manera que lo previsible es un tsunami de votos que arrasará con el actual régimen. De ser este el escenario más probable, la estrategia del mal no estaría funcionando, a menos que muy pronto saquen el As rojo bajo la manga, de acuerdo al guión improbable de los desconcertados desconcertantes y de los estrategas del “fingido mal”. Entonces ya debe faltar menos para que se revele el gran milagro y Esteban salga caminado sobre las aguas, retome sus interminables cadenas cotidianas y recorra el país, barrio por barrio, para contrarrestar la exitosa campaña de Capriles, el candidato de la unidad que los tiene locos, loquitos, visitando casa por casa a paso de vencedor e ignorando, justamente, el asunto de la salud del otro.
De no apurarse en sacar el conejo rojo del sombrero, la estrategia ilusionista les resultará fallida, ya que se les pasará de enfermo. Los supuestos autores de esta maquiavélica conspiración deben cuidarse de no retrasar demasiado el acto mágico final de la resurrección, no vaya a ser que les falle el truco y les salga el tiro por la culata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario