Ricardo Combellas
La MUD ha cumplido un sobresaliente papel en su misión de unir la oposición democrática venezolana. Su momento de mayor gloria lo fue sin duda la organización de las primarias para elegir el candidato de la alternativa democrática al régimen autoritario que hoy rige los destinos del país, aunque para muchos, entre los que me encuentro, quedó en la boca el sabor amargo ante la falta de desprendimiento de algunos políticos en impedir la aprobación de la tarjeta única para la candidatura presidencial. Eso ya pasó, queda la lección; Chávez ganó legítimamente su reelección, y todos tenemos que aprender, como se dice en el argot popular, a pasar la página. Vayan pues estas reflexiones, realizadas con absoluto desinterés de mi parte, en tanto contribución a un debate que sostengo debe ser más abierto, participativo y deliberativo, impidiéndose así los manejos sotto voce, tan dañinos a la búsqueda de autenticidad de la vida política.
Estoy consciente que las carencias de crítica y la autocrítica dentro del mundo de la oposición tienen una explicación en la radical lucha amigo-enemigo que impone el régimen al debate político, así como en la dialéctica predominante en el movimiento de los mensajes que circulan a través de los medios de comunicación social, lo que obliga a apuntalar exclusivamente las armas de la lucha política hacia un adversario inclemente en su guerra sin cuartel, y por ende a "ocultar el sucio de nuestras miserias debajo de las alfombras", impidiéndose así el debate abierto y transparente dentro de las propias trincheras de la oposición.
Sin ánimo de establecer prioridades, el desafío más inmediato que tiene la MUD es el de superar el exceso de electoralismo, y en consecuencia de cortoplacismo, que uno observa en algunos de sus dirigentes y partidos que la integran. Para los partidos la competencia por los cargos es vital, y hasta feroz diría yo, con mayor razón para los partidos excesivamente desideologizados y pragmáticos que predominan en la hora actual, pero ello no puede convertirse en la única razón de ser del actual debate político. Es muy serio el sentimiento que agobia a muchos de nuestros conciudadanos, dada la falta de trasparencia y de parcialidad de la organización electoral; un "poder" sin independencia dentro de un régimen que interpreta arbitrariamente la Constitución en función de avanzar en la realización de un proyecto político reñido con los más elementales principios de la democracia. La liza electoral debe exigir seriamente de parte de la oposición democrática el establecimiento de un piso mínimo de juego limpio y de reglas de juego decorosamente imparciales, en virtud de lo cual tenga real sentido la participación electoral.
La MUD es un núcleo fundamental de la oposición democrática, pero no el único. Es preocupante la proclamación por parte de algunos, de la unidad monolítica de la MUD. Craso error, aparte de que la palabreja debería desaparecer del vocabulario político abierto al porvenir y sin nostalgia del pasado. En efecto, la palabreja "unidad monolítica" le hizo mucho daño a la "IV República", pues fue utilizada como argumento para aplastar la disidencia política. Estoy seguro que valiosos dirigentes que hoy conviven en la MUD, y que en su momento fueron víctimas del "monolitismo político", no se sienten identificados con tamaño despropósito. En suma, la MUD está integrada por partidos, pero la oposición es mucho más que partidos. Es también la sociedad civil, sus líderes y sus organizaciones, que más nunca querrán ser mediatizadas por los partidos, como lo fue en un pasado no tan remoto, y también son las personalidades con luz propia, así no tengan partidos que las acompañen, y de las cuales nos debemos sentir orgullosos por el valiente rol que han desempeñado y siguen desempeñando en la lucha por la democracia, como son los casos emblemáticos de María Corina Machado, Diego Arria y Pablo Medina, entre muchos otros.
Ellos, grupos y organizaciones diversas, así como líderes y personalidades destacadas, pienso deben unirse, dentro de una plataforma organizativa horizontal, ampliamente deliberativa en sus mecanismos de conducción, más cónsona con los nuevos aires de la democracia, que abjura del verticalismo del pasado, en un frente nacional vigoroso, cuya fortaleza estoy seguro lo hará imbatible en el combate contra un régimen en retroceso, "firme y a discreción", que no tiene otra opción que recurrir a riesgosos y falaces argumentos mágico-religiosos de su liderazgo, para a duras penas mantenerse en el poder.
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