LUIS UGALDE: "Los cardenales pueden desaparecer"
ENTREVISTA DE ROBERTO GIUSTI A LUIS UGALDE S.J. |
EL UNIVERSAL
Que Luis Ugalde, sacerdote jesuita, teólogo de una universidad alemana, licenciado en Filosofía y Letras de la Javeriana (Bogotá), sociólogo y doctor en Historia, proponga, de motu propio, una profunda reforma de la Iglesia, a partir de la renuncia del Papa Benedicto XVI, ya sería suficiente porque dispone de la autoridad necesaria. Pero que esa propuesta, incluyendo el papel de las mujeres en el sacerdocio y otros temas polémicos, sea un clamor, cada vez más perceptible, en la Iglesia Católica, lo convierte, entonces, en vocero igualmente autorizado.
De eso habló con profusión, aun cuando, accediera, también, a pronunciarse sobre nuestro enfermo de cada día.
-¿Qué pensar acerca de un papa que, aún lúcido, renuncia, en contraste con otro personaje que, estando en peores condiciones, pareciera persistir en continuar al frente de su mandato?
-Es una tragedia para Venezuela tener un presidente a quien no podemos ver, cuya salud resulta incierta y que claramente no puede gobernar, aunque nos digan lo contrario. Por eso todo el mundo está asombrado de que llevemos dos meses sin poderlo ver. Es una tragedia nacional.
-¿No hay que dejar al enfermo con su padecimiento?.
-Eso no tiene que ver con que, como dicen, se le desee la muerte. Nada de eso. Como toda persona, tiene derecho a vivir el resto de su vida en paz y a morir también en paz. Pero los venezolanos también tenemos derecho a saber qué pasa con su salud y a tener un presidente que pueda gobernar y no a manipular todo eso con el elemento religioso.
-¿A qué se refiere?
-Hay miles de venezolanos que cuando rezan lo hacen de corazón. Eso es santo y bueno. Pero no lo es que quienes públicamente han dicho, en Venezuela y Cuba, que son ateos, (científicamente ateos), monten ahora un show. Sé que en el Gobierno hay creyentes y están en su derecho, pero ha habido demasiada manipulación y este episodio no pasará a la historia como un hecho glorioso, sino más bien triste. Y me refiero a las manipulaciones, ocultamiento y falsedades.
-Los indios mayas le transmitieron al Presidente energía positiva.
-Pueden rezar y si les sale de adentro lo pueden hacer desde allá, donde están. No hace falta que se gaste dinero trayéndolos al Teresa Carreño y pasándolo por televisión con Rigoberta Menchú.
-Volviendo al Papa. ¿Qué perfil cree que tendrá el nuevo Pontífice?
-No he pensado mucho en eso porque, además, no es fácil acertar. Alguien ha dicho que sería bueno un papa conocedor de la historia de la Iglesia. Eso para relativizar lo que tendemos a absolutizar: Es decir: "Esto no se puede tocar". No. Eso que no se puede tocar se inventó en el siglo XIV, o aquello en el siglo VIII. En este momento no es fácil saber quién puede ir por ese camino. Cuando se eligió a Juan XXIII se dijo que sería un Papa viejo, de transición. Sin embargo, convocó un Concilio y puso a temblar al Vaticano. Luego se negó a aceptar la propuesta de hacer una lista de hechos condenables y centró el Concilio en una reflexión de la Iglesia sobre sí misma, preguntándose por qué lo que desea transmitir no lo escucha el mundo.
-¿Logró el objetivo?
-Parcialmente. Por esos días un obispo me dijo en Alemania que Juan XXIII era un mal permitido por Dios de vez en cuando, pero que luego volverían las aguas a su cauce. Con todo, el mensaje del Concilio quedó y es hora de actualizarlo.
-¿No ha sido la renuncia del Papa un acto de rebelión ante una situación que no puede controlar y de la cual no quiere hacerse cómplice?
-Es un acto de rebelión, pero también de confianza en Dios. Cada quien piensa que él va a resolver, a los 85 años, unos problemas numerosos, grandes y complejos. El ha dicho: "Hasta aquí llego, escojamos a otro que tenga más fuerzas". Es un llamado para renovar esa actitud según la cual nadie es imprescindible. Sobre todo si le estamos dando al mundo lo que le pertenece de la herencia de Cristo. Hay una frase: "Devuélvanos a Jesús". Pues eso. Y vemos candidatos que suenan muy bien en ese sentido.
-¿Lo que se plantea es una reforma?
-En 2 mil años la forma de gobierno (en la Iglesia) ha variado de manera radical. Y cuando hablo de forma me refiero al estilo de una corte monárquica o imperial. Eso se estilaba en otra época por aparecer como reflejo de la grandeza de Dios. Pero hoy en día y desde hace mucho tiempo, eso no ayuda, sino todo lo contrario, porque al final el elemento central de la Iglesia no es la moda, pero tampoco lo que se ha establecido. Toda su razón de existir se centra en transmitir el mensaje de Jesús.
-¿No está ocurriendo eso?
-Hay que ver si en el siglo XXI esas formas ayudan a tal propósito. En la época de la cristiandad la ley eclesiástica era ley civil. De alguna manera uno nacía católico, respiraba católico, se bautizaba católico. Actualmente eso no existe y por eso es tan importante que cada persona reciba la ayuda de la Iglesia para darle sentido a su vida en su conciencia. Y no por lo que impone el medio ambiente , sino por una capacidad de inspiración que se hace mayor cuanto más se acerque uno al Evangelio. No se trata, entonces del respeto a una institución porque es poderosa o secular, sino de una inspiración religiosa-evangélica.
-Sugiere usted que la Iglesia tiene mil años de atraso en relación con la sociedad. Si esta última avanzó en todos los órdenes, la Iglesia se fue quedando en el estado absolutista. Para modernizarla no se puede seguir el ritmo de aquellos tiempos (una evolución), sino saltarse los mil años y eso pareciera muy difícil en una institución donde el conservadurismo está tan arraigado.
-No es que tenga mil años de retraso, pero hay formas en la Iglesia, algunas tomadas del Imperio Romano, que se van quedando como si fueran perpetuas y no es así porque se trata de circunstancias históricas. Aquí lo central es la inspiración evangélica, única razón de ser de la Iglesia. Si no puede dar eso, la Iglesia está de más. Sobra, porque esto no va de "cómo me perpetúo en el poder". Pero cuando Teresa De Calcuta o cualquier persona se entrega al servicio de los pobres, está yendo a la esencia. Mientras tanto, el modo de ejercer el papado o la existencia de los cardenales pudieran desaparecer porque no son algo que dejó estatuido Jesucristo. En esa perspectiva la necesidad y posibilidad de cambios son muy grandes y hay mucha gente en la Iglesia que, en voz baja, expresa esa esperanza y deseo.
-¿Se refiere usted a una determinada porción geográfica del Catolicismo?
-El papado ha sido europeo, pero podría ser africano, asiático, latinoamericano. Esos son signos de que el mensaje del Evangelio no debe quedar atrapado en los moldes europeos. Esos moldes y el actual Papa son muy intelectuales porque la Ilustración, en Europa, fue un gran reto a la existencia misma de la Iglesia. Entonces esta desarrolló una reflexión muy poderosa para dialogar con esas sociedades que hoy en día son seculares y secularistas. Pero eso no ocurre en la India, en África y ni siquiera en América Latina.
-¿Hay que estructurar una nueva doctrina?
-La formulación de buena parte de la doctrina se hizo bajo la filosofía griega, hace mil 500 años. Usted puede afirmar y acoger eso, aunque no le dice nada. Por eso, más que la doctrina lo que se debe reformular es la inspiración vital que llega al corazón. Jesús carece de un sistema teológico y de propuestas académicas. Lo suyo es una irrupción en la vida de la gente y sobre todo de quienes asumían que su vida no valía nada.
-Sería la vuelta al cristianismo primitivo.
-Siempre debemos volver al cristianismo primitivo. Toda renovación, si es auténtica, impone la vuelta a las fuentes. Claro, si somos mil millones (de católicos en el mundo), no podemos actuar como los doce apóstoles del principio. Hay una complejidad plurilingüe, pluricultural, y entonces se impone buscar redes de comunicación para mantener los elementos fundamentales. Cuando usted construye un edificio monta unos andamios, pero al final los desecha. Lo mismo pasa en el cristianismo, hay estilos de gobierno, ropajes, formas litúrgicas, pero al final son medios para elevar la conciencia de la persona a esa dimensión trascendente que, en definitiva, es el amor. Pero además tenemos la libertad (hay que ganársela), la conciencia y la inteligencia.
-Eso, llevado al mundo seglar, implica la necesidad de integrarse bajo una norma de vida civilizada que es, básicamente, la democracia. ¿Es lo que usted pretende para la Iglesia?
-No. La democracia es una forma de gobierno, una manera de resolver el abuso del poder absoluto.
-¿Y no es ese uno de los problemas de acuerdo con lo escrito por usted, al advertir como "la Iglesia no es el reino de Dios, sino su servidora humana con el Espíritu de Jesús, pero con la tentación del pecado dentro de sí"?
-La forma de gobierno de la Iglesia es modificable. No se puede decir que san Pedro gobernaba a la Iglesia como se hace ahora. Lo que planteo es mucho más grave. Como el mal es el problema de la humanidad, la Ilustración advirtió que es un problema de conocimiento. Si usted ilustra las mentes, la humanidad logrará la desaparición del mal. Yo digo que eso es falso porque históricamente se ha demostrado lo contrario. Remontémonos apenas a las dos espantosas guerras mundiales del siglo pasado (50 millones de muertos), producto de la racionalidad instrumental y de unas potencias donde la inteligencia ha evolucionado más que en otras latitudes. Sobre esa base se está desarrollando el poder político y económico. La pregunta es: ¿Cómo se hace para que esos poderes sean instrumentos al servicio de la vida humana? Y eso va más allá de la democracia.
-¿Cómo responde usted a esa pregunta?
-El Evangelio dice que si usted tiene todo el poder y lo desarrolla a través de la inteligencia, lo mismo debe hacer a la hora de que todas esas conquistas no se conviertan en dioses absolutos, sino en instrumento al servicio de la humanidad. Jesús dice que quien da la vida por otro, pareciera que la pierde, pero en realidad la gana. No hay pareja posible si no se vive esa relación con alegría. No hay padre, ni madre, ni hijo que pueda vivir la familia, sin que yo le dé al otro y que en ese dar no haya pérdida, sino ganancia. Independientemente de que usted crea o no (en Dios).
-Usted dice que no se pierde sino que se gana dando. Pero si usted da la vida por otro y no cree en Dios, el gesto será aún más valioso porque lo hace sin tener la esperanza de la trascendencia.
-Cuando la militancia comunista, había gente que moría en la tortura por no denunciar a un compañero. Se era oficialmente ateo, pero había una convicción, más profunda que la racionalidad, según la cual el torturado sabía que no estaba perdiendo la vida sino que la estaba ganando. Pero dar no es solo morir, sino entender la vida como un don a los demás. Y allí aparece la noción de la gratuidad. Dios es gratuito y en la medida en que encuentra ese don se encuentra la vida, así sea budista o agnóstico. Entonces tenemos grandes fábricas para producir economía y generar poder, pero ¿quién enseña a producir el reconocimiento del otro, la convicción de que a medida que doy me encuentro conmigo mismo? Esa es la única misión que tiene la Iglesia.
-La renuncia del Papa, ¿tiene que ver con todo esto?
-Tiene que ver. El dice, "soy un servidor" y entonces mi autoridad no es absoluta, sino que va en función de ese servicio. De lograr que la Iglesia y yo nos sintonicemos en ese objetivo.
-¿No es un desafío a los dogmas?
-No necesariamente. Es un desafío para que los dogmas no queden vacíos de contenido cristiano. Usted puede tener libro con todos los dogmas y es un libro muerto. Cualquier libro, dogma o norma del derecho Canónico, si en definitiva se vacía de esto que estamos hablando, pierde su esencia.
-¿El llenarlo de contenido no es el verdadero dogma?
-Lo es. La gente no siguió a Jesús porque dijo una verdad filosófica, sino porque El lo reconocía a él, leproso o a ella, prostituta. En fin, que Dios te recibe como eres. Y como Jesús no pide cuentas, sino que te acepta plenamente, transforma a las personas.
-Usted dice que todo lo que no es palabra de Cristo, se puede modificar, incluso habla de la desaparición de los cardenales. ¿No ocurriría lo mismo con el celibato?
-Es evidente. Pedro era casado. El primer Papa era casado, lo dicen las escrituras. San Pablo le dice a los obispos: "Sean personas honradas y maridos de una sola mujer". El celibato no fue estatuido por Jesucristo y por tanto no es inamovible. Es producto de determinados problemas a los cuales la Iglesia fue dando respuestas. Así se estableció el celibato como condición para ser sacerdote. Que eso se pueda modificar, es obvio. Hay gente que simplifica, pero existe la libertad para que la Iglesia, en determinado momento y cultura, lo haga.
El objetivo de concentrar la tarea evangélica en los valores fundamentales del Cristianismo implica la necesidad de un Papa dispuesto a promover el debate sobre temas como el celibato y la pederastia.
-¿Pero, acaso, existe en la Iglesia el clima como para elegir un pontífice que acceda a la investidura con ese talante?
-Quizás eso no sea tan obvio, pero el tema está en discusión y hay países donde por escrito se ha manifestado la conveniencia de pensarlo. Aunque no creo que la salvación del cristianismo venga por ahí. Ahora, es discutible y cambiable.
-Generalmente se atribuye los hechos de pederastia al celibato.
-Cuando se hacen las investigaciones y uno lee los estudios sobre iglesias (protestantes) donde no hay celibato, el porcentaje es mayor y probablemente si se expande el estudio a personas casadas, también lo encontrará y probablemente en un porcentaje mayor. Ocurre, sin embargo, que una mujer haciendo el amor no necesariamente implica que la película donde actúa sea taquillera, pero si aparece una monja haciendo sexo entonces sí lo es, y cómo! . Lo que necesitamos es tener la suficiente libertad, conciencia y amor para que las posibilidades que hoy ofrece la humanidad, respondan a las necesidades. Hoy la humanidad no necesita analfabetos, ejércitos, bombas o armas. No somos capaces de reconocer al otro. Francia y Alemania resolvieron sus conflictos con guerras, hasta que en la última de estas decidieron ponerse de acuerdo, eliminaron las fronteras, se hicieron amigos y ahora nos les va mal. Ahora, eso no es fácil. El Papa Juan Pablo I venía de una diocésis, era un hombre muy carismático y recibió la misión de reformar las estructuras de la Curia Romana. Al final, no pudo. Pero alguien va a poder. De eso no queda la menor duda.
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