miércoles, 6 de febrero de 2013

                                        PICHAQUE


        LEANDRO AREA


He tenido la oportunidad inolvidable y única, macabra e incluso de morbo, de seguir estupefacto por los canales de VTV (la televisión de todos los venezolanos), y me imagino en cadena nacional, la sesión en la Asamblea Nacional del martes 5 de febrero del año en curso, es decir hace pocas horas. En ella se aprobó, a puño-alzado-rojo-zurdo, investigar al partido Primero Justicia por supuestos actos de corrupción administrativa. Invito al lector a buscar y mirar el video de dicha reunión, si es que puede darse tan civilizado apelativo a ese pichaque en que se ha convertido el país.

“Esto no es paja, son cheques cobrados, no es gamelote, no declarado en ningún lugar”, ha expresado rimbombante el militar presidente de la “democrática” Asamblea mientras mostraba eufórico copias ampliadas de cheques cobrados, que aderezados con grabaciones de voces, dejarían demostrado, según él, con nombres y apellidos, “en esta primera entrega”, el delito cometido por corruptos y corruptores. Novela por entregas, pues. Otra lista Tascón.

Pero ese detalle dentro del escándalo-show, olla mediática o “como a ti te salga del forro”, tal cual se dice ahora en nuestra inexpugnable vida cotidiana, no es lo más significativo, y menos aún llamativo, pues eso es burocracia. En cuanto a la corrupción, amigo mío, estamos, por ahora, más que curados en salud, y desde el tiempo de las cavernas. Que para ello tenemos el cuero bien curtido. La corrupción que algunos eminentes diputados confunden con “corrucción” se ha convertido ya en cultura y ha sido y es el brazo, ya ni siquiera oculto, la razón de ser del poder en todos los estratos sociales. La ambición de poder en Venezuela es para corromperse, y corromperse para tener más poder.

Conque imagino que estas denuncias de hace horas terminarán extinguiéndose donde siempre, en la nada. Algún pendejo caerá, cual chinito de Recadi, enredado en el mar de los Sargazos, que es como decir el Triángulo de las Bermudas, a menos que como ahora se trata de la lucha de clases, Primero Justicia sea la primera ajusticiada.

Ahora bien, lo verdaderamente fuera de serie y dignos de Ripley fueron los detalles del escándalo-show contenidos en el lenguaje utilizado,  en el trabajo esmerado de cámaras y camarógrafos preparados para crear el ambiente de policías y ladrones en donde los buenos son los que firman sus cheques quince y último, es decir los del partido de gobierno, y los malos, los traidores, apátridas, lacayos del imperio, “Pablo Escobar de la corrupción venezolana” los de la oposición. Pero no se queda allí tanta facundia: intervenciones coléricas, soeces (no aptas para todo público), aunque alguien más esotérico haya aprovechado su tiempo para recordarnos el “modo de producción capitalista” o los Salmos de qué se yo qué Apóstol. Estética circense y de mal gusto, guerra púnica entre gorras y cachuchas; odio, ningún asomo o intención de diálogo, letreritos vaciladores y hasta ridículos.

Pero el momento culminante, para mi gusto, se produjo no sólo con la intervención del primer talanquero, sino ahora del segundo (con lo cual la oposición pierde dos diputados), que fue vitoreada como faena de torero que se lleva rabo y orejas y es aclamado, y no sé si sacado en hombros por el soberano, con el estribillo canturreado y felicitador en esta plaza roja rojita de “Victoria, victoria, victoria popular”. Para coger palco, sea de sol o de sombra, y no perderse detalle de este desdén acaecido, espejo de lo que podemos llegar a ser todos, si es que ya no lo somos. Ese es su plan, la inoculación de su veneno,  la siembra  del caos; está más que cantado. Elecciones ya y con los ganchos puestos. Maduro debe estarse riendo de lo lindo.

Leandro Area


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