DIEGO BAUTISTA URBANEJA
Parece que en el campo oficialista lo que está en desarrollo es el perfeccionamiento del arte de la incertidumbre y del malabarismo.
Está por una parte este cruel espectáculo de la enfermedad de Chávez, en el que se juega inmisericordemente con las esperanzas, las angustias, las percepciones. Se extiende por semanas el silencio y la desaparición. De repente aparece, en una foto que levanta oleadas de dudas y esperanzas. ¿Es él; no es él? Luego regresa intempestivamente, cuando nadie se lo espera, pero igual no se le deja ver. Tal vez cuando este artículo sea publicado, ya haya aparecido en alguna ventana del hospital una silueta que sí, que podría ser la suya. O de repente ya se habrá dejado ver de cuerpo entero e indudable, como un santo de esos que tienen "aparecido" en los pueblos venezolanos, para que la gente vaya a pedirle milagros o favores.
Mientras este drama transcurre envuelto en velos, están los dramas reales del manejo del país. Allí el malabarismo es más cuesta arriba. Tenemos, por ejemplo, el caso de la devaluación. Se han oído cosas ofensivas para la inteligencia, como por ejemplo lo dicho por algunos ministros que la devaluación no tiene por qué reflejarse en los precios. En principio se pensaría que le están diciendo a uno idiota en su propia cara. Luego viene el uso del lenguaje al revés, y la devaluación se convierte en una operación de "optimización". Como aquel personaje de Alicia en el país de las maravillas, Humpty Dumpty, quien le dice a Alicia que las palabras significan lo que él diga que significan, pues para eso es el amo.
¿Por los pobres?
Pero entonces surge la pregunta de cuántas personas en el país se tragan eso de que la devaluación es en realidad algo que defiende el dinero de los pobres, y viene la duda amarga de que a lo mejor son muchos más de lo que uno creería.
También puede tratarse de una compleja operación de comunicación política, en la cual la enfermedad de Chávez y toda la penumbra que la rodea y todas las operaciones sorpresa a la que se presta, y a la que se la somete, sirven para crear a los creyentes del culto una semirrealidad, o una pseudorrealidad, donde foto, regreso, devaluación, expectativa de verlo y amago de dejarse ver, inflación, optimización... se confunden en un juego de sombras y de espectros donde cualquier cosa puede ser la otra y cualquier palabra significar su contrario.
¿Hasta dónde pueden resistir sin quebrarse, sin revelar aquello que sea que oculten, ese estambre, esa filigrana, esos permanentes efectos especiales?
Hay el dicho de un pensador español: "la realidad existe y se resiste". La devaluación vendrá a cobrar lo suyo. No es cosa que esté dispuesta a que se jueguen con ella. Devaluación es devaluación y al diablo con Humpty Dumpty.
La duda
O el tema ese de que Chávez ha estado gobernando y se le ha consultado todo lo que se ha decidido. ¿En verdad se le fue, a ese organismo enfermo y necesitado de tranquilidad, con la buena nueva de que había que devaluar la moneda, su adorado bolívar, y que se necesitaba su autorización? Es posible que sí, pero es muy dudoso que tal cosa le haya hecho bien.
Siempre es posible jugar con una población crédula, o ansiosa por creer, y más si se es el amo, su amo. Una parte de la población venezolana parece estar en esa situación, y uno piensa que puede muy bien perderse en el juego de sombras, en la pseudorrealidad que el Humpty Dumpty de por aquí, criollo o cubano que sea, le ha creado para que se obnubile, para que se olvide, para que se drogue.
Se ha dicho que la política es el reino de las apariencias y que en la política, como en la elegancia, parecer es ser. Esa parece ser la apuesta de los que manejan los reflectores del escenario oficialista. Ante tal sentencia, Manuel García-Pelayo acotó una vez, taurinamente: "Hasta que llega la hora de la verdad". Puestas así las cosas, lo que corresponde entonces recordar es que la hora de la verdad no llega por sí sola. Que hay que hacer ver que ha llegado y que, por ejemplo, la devaluación no es ninguna optimización, sino un puro y simple empobrecimiento debido a la ignorancia y al error de quienes gobiernan. Lograr eso respecto a esa y muchas otras cosas, es la tarea de quienes adversamos a este gobierno y para ello tenemos que tener muy presente que en política, y más en una política como la venezolana de hoy, ni el mayor de los disparates tiene efectos automáticos contra el gobierno que los comete.
(TOMADO DE EL UNIVERSAL)
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