EMILIO NOUEL V.
De nuevo pospongo mi opinión acerca de las elecciones presidenciales
de EEUU, que a no pocos preocupan,
incluido el autor de estas líneas.
Apenas diré que una victoria de Trump sería no solo
perjudicial para EEUU sino para el mundo, a pesar de que una fuerte
institucionalidad en ese país quizás podría frenar cualquier disparate del
impresentable candidato si llegara a la presidencia. Tengo la esperanza de
que salga derrotado, por el bien de
todos.
Los acontecimientos políticos en Venezuela se suceden a una
velocidad de vértigo. A cada hora nos enteramos de noticias o “bolas”, ciertas o no, que trastocan el
panorama, lo que hace difícil aventurar alguna opinión concluyente. Estamos caminando
como en una superficie gelatinosa.
Ciertamente, en nuestro país se puede hablar de lo que han
llamado en la doctrina una “dualidad de poderes”. Por un lado, un gobierno que
controla la mayoría de las instituciones públicas, puestas a su servicio, pero
con una legitimidad muy disminuida, y por otro, un poder encarnado en la
representación popular de la Asamblea Nacional, cuya mayoría legitimada en las
urnas electorales y en la calle, le ha plantado cara al primero, poniéndolo,
aunque algunos no lo vean, en situación comprometida.
La popularidad del gobierno está en caída libre y lo más
seguro es que no se recupere en su camino hacia su descalabro final. Sus
divisiones internas lo consumen. No se sabe quien gobierna o cuál grupo a su
interior lo hace. Hay varias fuentes de poder, actuando cada una por la libre,
chocando entre ellas, con posiciones encontradas e incongruentes frente a cada
situación, con deserciones e disidencias crecientes.
En el ámbito internacional, aparte de sus pocos socios
incondicionales, tiene los caminos cerrados. La comunidad internacional toda lo
ha colocado en la posición de o dialogar/negociar con la oposición democrática,
o de negarse a ello y lanzarse por el despeñadero de la violencia y el
aislamiento definitivo.
Que desde hace meses estén por allí personajes
internacionales, deseados o no, confiables o no, mediando y/o gestionando
conversaciones entre las fuerzas enfrentadas, es una clara evidencia de que hay
honda preocupación por Venezuela y de que la conducta democrática del gobierno
está en entredicho.
No habríamos llegado a esta situación en el que el gobierno
se encuentra en un disparadero, sin el trabajo incansable y tenaz de denuncia y
explicación que ha realizado la oposición democrática en el mundo entero.
Aunado a ello, por supuesto, la lucha desigual y dura librada
internamente por las fuerzas democráticas, con su tino estratégico y táctico,
superando errores anteriores. Y, obviamente, la unidad lograda.
Ha sido ese trabajo lo que la ha hecho avanzar con pie firme,
desde 2006 a esta parte, sin olvidar los tropiezos sorteados.
Que se han cometido errores, nadie lo puede negar. Que siguen
habiendo ciertos desencuentros, tampoco. Pero el balance es positivo.
Sentar al gobierno en una mesa de diálogo/negociación, a la
que nunca éste hubiera querido llegar, es producto de la lucha cumplida y es un
triunfo para la oposición, más allá de los textos ambiguos firmados, de la
dudosa voluntad de diálogo del gobierno, de los actores que están envueltos en ella, de
la escenografía y de los recelos que se puedan tener.
Que el gobierno no es confiable y mentiroso, que es tramposo
y cínico, que busca ganar tiempo y que no cree en diálogos, está más que claro.
No nos chupamos el dedo, por tanto, no se trata de creer o no en las promesas
que pueda hacer el gobierno. No olvidemos que a éste, le quedan, sobre todo,
las armas, porque la calle la perdió.
Precisamente, porque sabemos a quién enfrentamos, es por lo que
hay que sentarlo ante testigos de otros países, ponerlos en evidencia una vez
más, para que se muestren tal cual son, aunque ya para nadie en el orbe es un
secreto la naturaleza y el talante autoritario del gobierno.
El resultado final de las negociaciones nadie lo puede
adelantar. Ojalá nos lleven a buen puerto pronto. Y éste no es otro que dar una
salida democrática, constitucional, electoral y pacifica a nuestro drama.
Estoy convencido de que la presión internacional es un
elemento fundamental. No hay que bajarla, y por eso pedimos que se mantenga
hasta que nuestro país se encamine con paso cierto.
La presión interna también. Pero ésta debe hacerse con
inteligencia, racionalidad y sin desbocamientos. Apartemos maximalismos,
arrebatos pasionales, impaciencias y la crítica obsesiva estéril. Dejemos de lado el acomplejamiento,
las visiones tipo “vaso medio vacío” y las soluciones mágicas; valoremos el poder
político real que se tiene, que no es poco.
Todo está casi servido para que empecemos a salir de la
crisis. Debemos preservarnos de un traspié que ponga en peligro el triunfo que
se asoma.
Y last but not least: hay que repetir hasta la saciedad: UNIDAD,
UNIDAD y UNIDAD. Férrea UNIDAD y apoyo a nuestra dirigencia. Sin cohesión unitaria lo logrado podría perderse.
EMILIO NOUEL V.
@ENouelV
No hay comentarios:
Publicar un comentario