ABORRECER LA DEMOCRACIA
MARTA DE LA VEGA
TAL CUAL
El régimen impuesto en Venezuela con la asesoría de los dictadores de Cuba, la complacencia intencionada de las fuerzas armadas (todas estas instituciones en minúscula) y la alianza del ejecutivo nacional con el tribunal supremo de justicia y el consejo nacional electoral, se caracteriza por aborrecer la democracia.
El proceso de anular la Asamblea Nacional como órgano de representación de los ciudadanos en su pluralidad, como poder legislativo y de control de la administración pública, ha sido tan evidente y perverso que no lo ocultan las declaraciones sobre el supuesto estricto respeto a la Constitución ni de la magistrada que preside el tribunal supremo de justicia ni del presidente de la República, aún en ejercicio pero ilegítimo pues no cumple sus funciones y por eso fue declarado el abandono de su cargo por la AN.
Pero sigue sentado en la silla de Miraflores. No nos extraña, si la Asamblea Nacional ha sido mutilada de todas sus competencias y les han sido anuladas mediante sentencias inicuas todas las iniciativas para enderezar el rumbo y rescatar el país de este gobierno funesto.
Aborrecer la democracia no es solo destruir uno de los ejes fundamentales de ella que es la separación y autonomía de poderes, como ha ocurrido con el gobierno actual. También es la violación reiterada de los derechos humanos, las persecuciones judiciales y detenciones arbitrarias, la negligencia para cumplir con obligaciones esenciales que competen al Estado y a sus órganos de gobierno.
Entre estos deberes imprescindibles está garantizar la seguridad personal y ciudadana. Es tal el grado de corrupción al que hemos llegado en las fuerzas del orden público, que ya los policías no pueden afirmar: “soy policía o soy ladrón”, como escuchamos, a raíz de la investigación sobre “pasaportes en la sombra”, en las valientes revelaciones del funcionario venezolano, hoy amenazado.
Se ha dislocado de tal modo la moral pública que los policías son ladrones, secuestradores implacables y hasta torturadores de rutina, o desmantelan los vehículos recuperados, estrellados o no, que el hampa abandona, como ocurrió recientemente a unos amigos. O terminan siendo aliados o cómplices de los hampones, a quienes alquilan sus armamentos. Víctimas de su propio invento, también los policías sufren este azote y muchos han sido asesinados porque a los criminales les resulta más barato matarlos para robarles el arma que portan.
Otras obligaciones claves han sido abandonadas por este gobierno, como la salud pública, cuya postración está diezmando a la gente por carencia de medicamentos y equipos o dejando secuelas inaceptables en los enfermos que sobreviven. También, destrucción del aparato industrial, que trabaja a un tercio de su capacidad productiva, de empleo e infraestructura adecuados para asegurar el suministro de alimentos a escala nacional.
Las cifras del estudio estadístico de Cáritas sobre los efectos del hambre son atroces. Peligran los niños de no tener crecimiento sano; se están embruteciendo y están condenados al fracaso por falta de proteínas. O peor, el hambre está liquidándolos por inanición, como leemos a diario con impotencia y horror.
Mientras el gobierno despliega su agenda totalitaria ¿qué están haciendo los líderes que representan las fuerzas democráticas y recibieron un mandato urgente y mayoritario de la población para que con honradez y transparencia cambiaran el rumbo no solo político sino económico, social y cultural por encima de intereses particulares?
El proceso de anular la Asamblea Nacional como órgano de representación de los ciudadanos en su pluralidad, como poder legislativo y de control de la administración pública, ha sido tan evidente y perverso que no lo ocultan las declaraciones sobre el supuesto estricto respeto a la Constitución ni de la magistrada que preside el tribunal supremo de justicia ni del presidente de la República, aún en ejercicio pero ilegítimo pues no cumple sus funciones y por eso fue declarado el abandono de su cargo por la AN.
Pero sigue sentado en la silla de Miraflores. No nos extraña, si la Asamblea Nacional ha sido mutilada de todas sus competencias y les han sido anuladas mediante sentencias inicuas todas las iniciativas para enderezar el rumbo y rescatar el país de este gobierno funesto.
Aborrecer la democracia no es solo destruir uno de los ejes fundamentales de ella que es la separación y autonomía de poderes, como ha ocurrido con el gobierno actual. También es la violación reiterada de los derechos humanos, las persecuciones judiciales y detenciones arbitrarias, la negligencia para cumplir con obligaciones esenciales que competen al Estado y a sus órganos de gobierno.
Entre estos deberes imprescindibles está garantizar la seguridad personal y ciudadana. Es tal el grado de corrupción al que hemos llegado en las fuerzas del orden público, que ya los policías no pueden afirmar: “soy policía o soy ladrón”, como escuchamos, a raíz de la investigación sobre “pasaportes en la sombra”, en las valientes revelaciones del funcionario venezolano, hoy amenazado.
Se ha dislocado de tal modo la moral pública que los policías son ladrones, secuestradores implacables y hasta torturadores de rutina, o desmantelan los vehículos recuperados, estrellados o no, que el hampa abandona, como ocurrió recientemente a unos amigos. O terminan siendo aliados o cómplices de los hampones, a quienes alquilan sus armamentos. Víctimas de su propio invento, también los policías sufren este azote y muchos han sido asesinados porque a los criminales les resulta más barato matarlos para robarles el arma que portan.
Otras obligaciones claves han sido abandonadas por este gobierno, como la salud pública, cuya postración está diezmando a la gente por carencia de medicamentos y equipos o dejando secuelas inaceptables en los enfermos que sobreviven. También, destrucción del aparato industrial, que trabaja a un tercio de su capacidad productiva, de empleo e infraestructura adecuados para asegurar el suministro de alimentos a escala nacional.
Las cifras del estudio estadístico de Cáritas sobre los efectos del hambre son atroces. Peligran los niños de no tener crecimiento sano; se están embruteciendo y están condenados al fracaso por falta de proteínas. O peor, el hambre está liquidándolos por inanición, como leemos a diario con impotencia y horror.
Mientras el gobierno despliega su agenda totalitaria ¿qué están haciendo los líderes que representan las fuerzas democráticas y recibieron un mandato urgente y mayoritario de la población para que con honradez y transparencia cambiaran el rumbo no solo político sino económico, social y cultural por encima de intereses particulares?
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