martes, 21 de febrero de 2017

Viviendo a medias
 
ANGEL OROPEZA
 
Como todo organismo vivo, los países van siempre cambiando. La mayoría de ellos lo hace hacia adelante, mejorando las condiciones de vida de sus habitantes. Otros pocos cambian lamentablemente hacia atrás, haciendo más infelices a sus poblaciones. De este último y reducido grupo, Venezuela tiene el penoso deshonor de ser, en términos sociales y políticos, el país de la mayor y más rápida involución contemporánea del planeta.
En apenas un año, Venezuela se ha tribalizado. En lo político, el anterior modelo chavecista de “autoritarismo competitivo” ha migrado a un modelo madurocabellista de “autoritarismo hegemónico”, lo cual es simplemente una dictadura de nuevo cuño. Mientras el chavecismo originario llegó al poder con la consigna de la “democracia participativa y protagónica”, el gran logro de su involución madurocabellista es haber anulado toda participación y protagonismo del pueblo, al cerrar la puerta –por ahora y hasta que logremos lo contrario- al elemento mínimo que separa los regímenes democráticos de los dictatoriales, como lo es el sufragio.
En lo social, ya el calificativo de “fallido” es para el Estado venezolano una categoría benevolente. El viernes pasado, la UCAB, la UCV y la USB, dieron a conocer los resultados del último Estudio Nacional de Condiciones de Vida de los venezolanos (Encovi 2016), La profundidad y extensión de los resultados supera por supuesto las limitaciones de espacio de este artículo, y la invitación de nuestras tres universidades es precisamente a conocer, difundir y discutir estos hallazgos y sus implicaciones. Pero lo cierto es que la radiografía social que desnudan los datos revela un país en situación de extrema vulnerabilidad.
Sólo a manera de ejemplo, la pobreza de ingreso en nuestro país alcanza la escandalosa cifra de 82% de las familias. Y todavía más grave, la pobreza extrema se ubica en 52%. En palabras sencillas, poco más de la mitad de los hogares venezolanos tiene, desde el punto de vista del ingreso, severas dificultades para alimentar a sus miembros. Esto nos convierte hoy por hoy, en términos de pobreza de ingreso, en el país más pobre de América Latina.
Es conveniente recordar que la clase política que se hizo del poder en 1999, logró engañar a medio mundo con el falso mito de 80% de pobreza que habían provocado los gobiernos de la era democrática. Lo científicamente cierto y demostrable es que en 1998, último año de la república civil, la pobreza de ingreso se presentaba en 45% de las familias: 55% de los hogares venezolanos para ese año no eran pobres, 26,3% eran pobres moderados y 18,7% eran pobres extremos. Ello indudablemente es bastante, pero es la mitad del mito fundacional de la república militarista, y en términos de pobreza extrema, tres veces menor de lo que ésta última ha creado, a pesar de contar con muchos mayores recursos y bonanza económica. 
No es de extrañar entonces –otro dato del Estudio– que el número de personas que ingiere dos o menos comidas al día se haya incrementado  de 12,1% en 2015 a 32,5 % en 2016, lo cual significa que aproximadamente 9,6 millones de venezolanos ingiere dos o menos comidas al día. Y también que 74, 3% de nuestros compatriotas señalen que en el último año han perdido en promedio 8,7 kg de manera involuntaria. Mientras tanto, más de 63% de la población no tiene ningún tipo de seguros de atención médica (10% de aumento con respecto a 2015), y se registran hoy en el país las peores condiciones de desprotección de salud desde principios del siglo XX.
Los venezolanos de 2017 están, política y socialmente, sólo viviendo a medias. Y aunque para algunos esta lacerante realidad les provoque llorar, para otros enfrentarla y superarla es justamente el reto que les mantiene trabajando y luchando. Porque la peor tragedia no es vivir a medias, sino acostumbrarse a ello. Y el cambio se inicia cuando la gente decide que ni es normal ni aceptable que su máxima aspiración cotidiana sea sólo sobrevivir. Cuando ello ocurre, oligarcas temblad.

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