ALBERTO BARRERA TYSZKA
Hay quienes piensan que se trata de un error de Nicolás Maduro. Hay quienes, incluso, creen que es una frivolidad, una muestra de amaneramiento ideológico; quienes dicen que resulta inaceptable que —en el contexto de esta cruenta guerra en contra del imperialismo— el Presidente Obrero se haya puesto de lo más fashion y haya decretado que el 2017 es “el año de la recuperación del liqui liqui”. Están confundidos. Se equivocan. Nuevamente lo subestiman. Nicolás Maduro es un adelantado. Él siempre va más allá. Mientras nosotros estamos ocupados en la banalidad de la inflación y de la escasez, él avanza hacia otro lado. Mientras nosotros tratamos de entender y digerir las estadísticas y los presupuestos, él lee atentamente los patrones de Carolina Herrera y de Ángel Sánchez. Nosotros estamos en el presente y Maduro ya está en el horizonte, diseñando la utopía, trabajando por el glamour bolivariano.
Pero no hay que olvidar que esa utopía comienza hoy. Que los sueños se construyen poco a poco y desde ya. Por eso es que, valientemente, el Compañero Presidente ha lanzado ahora esta propuesta luminosa: a partir de ahora el liqui liqui es nuestra “vestimenta nacional”. Para evitar suspicacias, malos entendidos, o acciones de sabotaje de la derecha, creo que es necesario empezar a proponer usos revolucionarios de este traje. Es imprescindible —chavistamente hablando— definir con claridad la función de este atuendo dentro de la perspectiva del proceso que estamos viviendo. El liqui liqui debe ser nuestra metáfora: como todavía no llega el hombre nuevo, tengamos por lo menos ya un traje nuevo.
Una de las primeras propuestas es que la camisa del liqui liqui sea de lona y que, en las costuras interiores traiga cosidas varias pequeñas arandelas. La idea es simple pero eficaz. Se trata del modelo “liqui liqui silla”. Funciona como un quita y pon muy útil a la hora de hacer cualquier patriótica cola. Pongamos que usted se encuentra en una de esas divertidas y fabulosas filas de gente, esperando algunas horitas, para poder comprar harina, jabón en polvo, o una medicina. Usted viene preparado y simplemente quita la camisa de liqui liqui, la voltea y la convierte en una fabulosa mini hamaca, tamaño fundillo. Puede sostenerse con un pequeña estructura de metal. Puede también usar las mangas para colgarla por ejemplo de una reja. Es un sistema de descanso autogestionario ideal, muy recomendable en tramos largos como los de los pasaportes o los carnets de la patria.
Otra alternativa, un poco más extrema pero enmarcada en la misma situación, es el modelo “liqui liqui loco”. Es una idea audaz y desenfrenada. Consiste en diseñar la parte interna del traje como una camisa de fuerza. De esta manera, al voltear la vestimenta y calzársela, las mangas funcionarán como bandas sujetadoras que amarran y someten al cuerpo. Se recomienda que el modelo sea siempre blanco y con botones gruesos. Puede ser muy útil a la hora de sortear colas y conseguir atención inmediata en las emergencias de los hospitales y centros de atención. Este modelo también viene acompañado de un gorrito y de un bozal, ambos con el mismo diseño.
Otra idea es trabajar una línea de producción amplia de liqui liquis de camuflaje. Se trata de una gama variada y extensa de distintas posibilidades de estampados, acordes con las diversas situaciones de nuestra cotidianidad. Los ejemplos son muchos: el liqui liqui verde olivo (para tratar de hacerse pasar por oficial militar, puede venir con o sin medallas); el “Tricolor” (ideal para actos públicos); el liqui liqui con cachucha (para disfrazarse de líder opositor en infiltrarse en el enemigo); el “Gobernador” (que incluye una corona, imitación de la vieja realeza europea); el “TSJ” (que está hecho con hojillas de afeitar: corta y destruye todo lo que toca); el liqui liqui “Trino Mora” (que viene sin mangas); el llamado “El Preventivo” (que trae estampada una mancha de sangre y un orificio de bala, para hacer creer a los malandros que llegaron tarde, que unas cuadras antes ya te robaron)… Las opciones son infinitas. Podrían usarse, también, como medios de comunicación, desarrollando activamente mensajes por todo el territorio: ¿se imaginan un liqui liqui rojo que tenga estampada la frase: “yo no hablo mal del gobierno”?
Pero sin lugar a dudas la línea estrella de este proyecto es el modelo “El Oligarca”. Se trata de un liqui liqui especial para altos funcionarios: está blindado. En su forro interno trae una fina combinación de acero, estaño y vejiga de chivo, que lo hace sólido pero flexible, perfectamente manejable. Su peso permite todo tipo de movimientos y su resistencia está garantizada. Se confecciona en el exterior y es totalmente exclusivo. Es un modelo élite para la élite.
Porque, obviamente, a partir de este año, todos los funcionarios públicos deben comenzar a usar liqui liquis. Podría establecerse un modelo estándar, unicolor pero con diferentes tonalidades, para marcar las distintas jerarquías, y con una pequeña insignia en el costado izquierdo, a la altura del corazón, donde venga cosido el nombre y el cargo de cada empleado. Si el cargo es muy largo, la insignia podría seguir en línea recta hacia la manga izquierda del liqui liqui. No es broma. Nuestro Estado Bolivariano tiene cargos de altísima responsabilidad que, algunas veces, necesitan más de dos palabras para designar cabalmente todas sus tareas. Un ejemplo perfecto apareció hace pocos días en la Gaceta Oficial. Se trata del compañero Nicolás Ernesto Maduro Guerra. Su insignia tendría que decir: “Nicolás Maduro II. Director General de la Dirección General de Delegaciones e Instrucciones Presidenciales de la Vicepresidencia de la República”. ¡Eso no es cualquier cosa, coño! ¡Es una insignia que va del pecho al codo, por lo menos! ¡Para eso también debe servir un revolucionario liqui liqui!
Yo supongo que esta misma semana, dada la importancia del tema, el propio Presidente nombrará entonces un nuevo Estado Mayor para la producción y uso del liqui liqui. Si no, al menos, creará alguna Vicepresidencia de la Liquiliquirería. Es lo que corresponde. Esa es la realidad que atiende el gobierno. Es lo único que ve. Lo demás no existe.Un día después de que Maduro anunciara su proyecto textil, falleció una niña en un hospital en la ciudad de San Félix. Tenía 7 meses y estaba desnutrida. Por eso murió. No es la primera infante que, debido a esa misma causa, pierde la vida en lo que va de año en el Estado Bolívar. El cadáver de esa niña es la demostración más trágica y contundente de que los 25 años del 4 de Febrero son una estafa. Derrocharon miles de millones de dólares para dejar al pueblo peor que antes.
El 2017 no es el año del liqui liqui. Es el año del hambre. La revolución solo es una pasarela.
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