miércoles, 22 de febrero de 2017

Postreros coletazos de un animal prehistórico
 
VICTOR RODRIGUEZ CEDEÑO
 
En los últimos días se han hecho señalamientos y acusaciones sumamente graves al régimen de Nicolás Maduro acerca de su supuesta vinculación con actividades delictivas y criminales de trascendencia internacional como el terrorismo, el narcotráfico, la corrupción, el lavado de dólares, lo que le coloca en una situación muy comprometedora.
Se acusa con igual insistencia y fundamento al régimen de Maduro de violar los derechos humanos, no sólo los fundamentales, los civiles y políticos; sino los económicos, sociales y culturales. También se acusa al régimen madurista de ejercer la violencia de Estado para someter a los que piensan distinto, de perseguir y castigar, incluso de someter a odiosas prácticas de tortura y otros tratos inhumanos y degradantes a quienes le adversa; igualmente, de utilizar las instituciones públicas, el Poder Judicial y el ente electoral especialmente, para enfrentar y someter a quienes exigen democracia y libertad.
Al régimen de Maduro se le ha calificado de “forajido” por despreciar el orden jurídico, por violentar las reglas; también de “narco dictadura militar”, por su estructura que lejos de reflejar la civilidad que exigen nuestros tiempos muestra épocas superadas en las que las botas se imponían sobre la razón y la justicia. Sobre ello tendrá que responder a la opinión pública nacional e internacional.
Nadie ignora dentro y fuera que la composición, la estructura y la forma de mandar de este inescrupuloso régimen responde a un intolerable y superado esquema militar y que una cuestionada cúpula de oficiales ha decidido en complicidad con una minoría civil de cuestionado origen y capacidad apoderarse del país y, lo más grave, entregarlo a una potencia extranjera, a los cubanos, que desde siempre tuvieron como objetivo apoderarse de nuestra riqueza. Un pasaje deplorable del Pacto de Punto Fijo, en base al cual se constituyó la República Civil y se marcó el inicio del progreso social e integral de Venezuela y de los venezolanos, al Pacto de La Habana, traducción de la traición y de la entrega del país, de sus instituciones y de su gente.
El régimen deberá enfrentar estas acusaciones y señalamientos, pero no lo hará. Buscará una vez más la tangente y acusará al imperio por sus “excesos”, a los medios de comunicación por manipular y tergiversar los hechos, a los centros de poder de la región y del mundo dominados por las oligarquías interesadas en desestabilizar al país, en fin, a la injerencia extranjera en nuestros asuntos, sin abrir investigación alguna.
La grave crisis que atravesamos no es más una simple cuestión de los venezolanos. No es de nuestra exclusiva responsabilidad resolverla, aunque está en nuestras manos salir adelante. La comunidad internacional está comprometida a enfrentar por todos los medios a los regímenes forajidos que violan el orden jurídico internacional, que cometen crímenes internacionales en el sentido estricto del término, es decir, esos crímenes que como los antes señalados y los de lesa humanidad son hoy práctica ordinaria de las fuerzas de seguridad y otros agentes del Estado, incluso los grupos paramilitares financiados y sostenidos por ellos. Está obligada sin duda la comunidad internacional a erradicar la impunidad, a imponer la justicia, a combatir el narcotráfico y a derrotar el terrorismo. De eso se trata.
Las reacciones ante la violencia de Estado, ante la barbarie política de quienes amedrentan, persiguen y castigan a los que piensan distinto se hacen ver en el mundo. De nuevo, expresidentes y gobiernos de otros países, parlamentos extranjeros e instituciones internacionales expresan su preocupación e indignación y, esta vez, no sólo sobre una “simple” dictadura, sino sobre un régimen que adelanta políticas que además ponen en peligro la paz y la seguridad de la región.
Las últimas sentencias de los tribunales del terror, las nuevas medidas persecutorias, los ataques a la libertad de expresión reflejan el miedo y el acorralamiento de un régimen en su etapa terminal. Tal como lo dijera Rómulo Betancourt acerca del régimen del dictador Trujillo, tras el atentado que sufriera en Los Próceres en 1960, estas últimas reacciones de la narco dictadura militar no son más que “los postreros coletazos de un animal prehistórico”.

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