sábado, 18 de febrero de 2017

UNA TORPEZA INFINITA


FAUSTO MASÓ

Patéticos y lamentables resultan los esfuerzos de Nicolás Maduro por despertar una sonrisa, una señal de tolerancia del presidente Trump, como si la política norteamericana obedeciera a los rasgos personales de los jefes de Estado, la actitud de Washington hubiera brotado exclusivamente de la mala fe de Obama, y bastara con sonreírle a su sucesor para que Estados Unidos apoyase al chavismo. Para no variar, Nicolás se equivoca, intenta enviar un mensaje de esperanza a los venezolanos, convencerlos de que nos aproximamos a una reconciliación con nuestro principal cliente, con el país hacia el que los propios venezolanos emigran masivamente, el lugar que para ellos representa una la meca dorada.
Maduro anda perdido cuando intenta despertar una falsa confianza entre los venezolanos de una imposible reconciliación, porque el enfrentamiento entre Venezuela y Washington no brotó de un capricho de Obama, Chávez o del propio Maduro, lo cual hubiera sido fácilmente superable por las relaciones económicas, los intereses que unen a los dos países.
No es tan fácil, Nicolás. Cáete de esa mata. Quizá, y eso es lo que creemos, Maduro sabe la verdad, pero juega a una reconciliación con la que sueñan todos los venezolanos que a la primera oportunidad emigran a Miami, o a Madrid, las segundas patrias de los hijos de Bolívar.
Donald Trump, un hombre de negocios, está más alejado del socialismo venezolano que Obama, o cualquier otro político norteamericano. Trump no entiende el socialismo venezolano o sencillamente lo aborrece. Acaba de nombrar como secretario de Trabajo a un cubano-norteamericano, así le envía un menaje a los latinos anticomunistas. Trump no se permite ningún coqueteo con la izquierda, Obama era un político progresista, Trump, en cambio, tiene el corazón bien colocado a la derecha. Quizá sea un error, quizá limite su visión del mundo, aunque represente realmente el sentimiento actual de Estados Unidos que quiere darle la espalda al mundo, volverse sobre sí mismo, fijarse en sus propios intereses y abandonar cualquier pretensión de salvador mundial. Trump no es un profeta. Trump, además, no traga a un personaje tan estrafalario y tan barato como el de Maduro.
¿Qué le pasa a Nicolás? ¡Tan mal informado está! O, sencillamente, quiere transmitir a los venezolanos la ilusión de un posible acercamiento a Estados Unidos, la posibilidad de una reconciliación, la absurda idea de que Washington aceptará el socialismo venezolano. Él sabe la verdad, pero también conoce lo que desean los venezolanos que emigran en masa hacia Estados Unidos y consideran a Miami el paraíso. Maduro juega con esa idea, le miente al país.
Todo esto juego infantil, este escamoteo de la verdad, esta ilusión tonta de Nicolás, carece de posibilidad, tiene corto vuelo, no llegará a ninguna parte. Los venezolanos quieren seguir emigrando hacia Estados Unidos porque saben que no hay futuro en su patria. Maduro con su discurso no logra ocultar un panorama desesperado y angustioso. Solo hay un camino en Venezuela, Maiquetía. Y los venezolanos no se engañan. Esto sigue marchando hacia el abismo, la miseria y el desempleo más atroz.
Maduro, abre los ojos, Con Trump tienes menos futuro que con Obama. Abandona bíblicamente el socialismo, reniegas de la mayor estupidez del siglo XX, acepta como el resto del mundo que socialismo es hambre. Ni en Corea del Norte quieren ya el socialismo, y mucho menos en China. Maduro, sal por le ventana. Renuncia o vuélvete abierta y decididamente capitalista. Acepta el destino venezolano; ojalá tú fueras el primero en darle vivas a Adam Smith desde Miraflores. No será así y todos pagaremos tus pecados.
Trump es el peor presidente de Estados Unidos que le podía tocar a Maduro. Se acabó la fiesta de Obama.

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