sábado, 27 de mayo de 2017

El gobierno es un proyecto fracasado

ARNALDO ESTÉ

En realidad el proyecto nunca terminó de cuajar. Cuando se hizo la Constitución en 1999 no había proyecto nuevo, ni socialismo, ni poder comunitario, por lo que resultó ser el enunciado de una profundización de la democracia occidental. Se incluyeron cosas importantes como referendos, revocaciones, participación protagónica, derechos humanos especificados… Luego siguió un divagar buscando caminos, terceras vías y se contrataron escribidores y turistas ideológicos. Entonces pensaron en remiendos, en planes de la patria, en misiones, en poder comunal. Un entrar y salir de callejones que no terminaron de arraigar como no fuera con el recurso populista petrolero, el rentismo del que ahora se quieren olvidar y una fecunda corrupción.
Con el fracaso del proyecto nonato se vino abajo la cuenta electoral y el prestigio. Sacan las cuentas y ahora tratan de meterlo a la fuerza con una nueva constitución. En la pretensión de que con esos gambitos se puede generar el proyecto que nunca se logró. Se apegan al poder y a los generales en un curso en el que la violencia compite con la desvergüenza. Uno se puede imaginar los convenios y trajines, el ¿cómo quedo yo allí? Y la duda creciente de los que se sienten muy exigidos y poco compensados, de los que saben que todavía hay tiempo para montarse en una transición, y buscar un gobierno de coalición.
El trágico espectáculo nos cuesta caro: violencia militar, muertos, hambre, mengua, ilegalidad, descomposición institucional, ruptura constitucional, dictadura.
La otra historia, la que comienza, es la de una gente en la calle con la imaginación retada. El país se percibe preñado, en gesta, con una multiplicación de organizaciones y búsquedas. Con un activismo emancipado que no pretende puestos ni prebendas, ni cuotas de poder ni membresías o carnets. Antes de las marchas y después de ellas, aporreados y gaseados, la gente se reúne, se cuentan lo que les hicieron y se meten en el camino de la resistencia pacífica. De comprender que la construcción de su país tomará tiempo y dolor, pero hay que comenzar a hacerlo.

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