domingo, 21 de mayo de 2017

¿Primavera?

Ramón Peña



 “¿Qué pasa por la mente de un dictador en los últimos días, horas y minutos que preceden a su caída e inesperadamente le hunden en el muladar de la historia?” se preguntaba Juan Goytisolo a propósito del derrumbe de las dictaduras durante la primavera árabe de 2011. 
Tomando prestada la inquietud del notable escritor español, nos atrevemos a imaginar un premonitorio monólogo del Golem gobernante: 
“…Yo nunca pensé que pasaría de ser un dirigente sindical. Pero la revolución, que le cambia la vida a uno sin preguntar, me aventó hasta esta silla. Que hoy quema. Le caí en gracia a los comandantes: al nuestro y a los dos cubanos. Cuando sobrevino la agonía del Supremo, estalló aquel hervidero de ambiciones personales: Cabello, Adán, Elías, todos se creían los herederos. Pero los comandantes necesitaban un sucesor dócil, sin afanes caudillescos o desviacionistas. Alguien banalmente obediente, como diría la pensadora de la derecha Hanna Arendt. En la Habana se pusieron de acuerdo los tres jefes y aquí estoy yo, en este brete, en el que ahora aparezco como el culpable de que esta revolución se vaya a la mierda. No tengo el cerebro del camarada Lenin para responder el “Qué hacer”. Mis asesores tampoco. Solo sigo la línea de la Habana al pie de la letra, pero esto sigue ingobernable. Y el petróleo no ayuda (pienso ahora que haber pasado a la oposición en 2013 hubiera sido más inteligente…). Solo cuento con los militares y tampoco confío mucho… Dicen que el amor de los dictadores
por la patria no tiene otro límite que la muerte: la suya o la de los gobernados. Terrible dilema porque yo, ni de lejos me parezco a Allende y en cuanto al pueblo, éste ha resultado tan arrecho que ni la muerte lo detiene. La Habana me ordena defender la revolución sin piedad y con terror. Pero no funciona. Raúl no conoce los bríos de estos venezolanos. No sabe lo que es un gocho arrecho. ¿Cómo salgo ahora de esta vaina? El viejo Rangel me recomienda negociar. Que él sabe cómo hacerlo. Conociéndolo, seguramente piensa en los dictadores de derecha que suelen irse a tiempo con la maleta llena de dólares. Pero, ¿y los de izquierda?…¿Y adónde?...prefiero no pensar en Ceausescu o en Ghadafi...“

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