domingo, 17 de diciembre de 2017

ABSTENCION PASIVA

Ramón Peña Ojeda

Al parecer, nunca se hizo un examen postmortem de la lamentable huida abstencionista de 2005, inducida por la arenga de “¡no hay condiciones para votar!”, la cual abrió las compuertas para que el chavismo se apoderara desde la Asamblea Nacional de todos los poderes públicos. Fue el beneplácito para la instalación de la dictadura por voluntad de la dirigencia opositora. Con la excepción, vale recordar, de Julio Borges y su partido Primero Justicia. En la medida en que merma la popularidad del régimen, el voto popular se convierte en el arma de la oposición más temida por la banda gobernante. Es ese miedo terrible que los lleva a recurrir a las imaginables marrullerías electorales, desde las artimañas cocinadas en el CNE hasta la vil manipulación de la pobreza mediante los puntos rojos, el carnet del hambre y otros medios de chantaje para cosechar en la miseria. En lugar de luchar para imponer y defender el derecho a votar, se glorificó una fantasiosa madre de todas las batallas, de la cual nunca se dijo ni el cómo ni el cuándo. Esta arenga se aderezó con afirmaciones de clisé como esa de “¡dictadura no sale con votos!”, entrelazadas con insinuaciones de colaboracionismo o soborno de todo dirigente opositor que promoviera el voto. Lamentablemente, las voces que sembraron la idea del voto como un recurso inútil frente al ventajismo oficialista tuvieron eco en la ciudadanía, centenas de miles de electores no entendieron que aquello era bajar los brazos y entregarse antes de la batalla. A los dirigentes y sus partidos les faltó entereza para enfrentar estas aventuradas argumentaciones, pero también fue torpe y poco unitaria la manera cómo algunos
líderes llamaron a votar.
Quedará como un hecho histórico pusilánime la entrega de gobernaciones y alcaldías al régimen, por un abstencionismo pasivo que, de pretendido acto de rebeldía, terminó en contubernio con las trapisondas del régimen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario