Emilio Nouel V.
Definitivamente, los rituales y usos
convencionales en la dinámica política son muy importantes y esenciales para la
democracia, sistema este que, como sabemos, es intrínsecamente defectuoso y frágil,
y que demanda de sus actores expresiones claras de convivencia civilizada, con
vistas al mantenimiento de un bien muy preciado: la siempre amenazada
gobernabilidad.
La democracia no solo se manifiesta
en el ejercicio real y cotidiano del poder, en la conducta de los gobiernos, en
sus ejecutorias administrativas de cara a los ciudadanos.
Dicen también mucho de este sistema y
su vitalidad, las formas, el talante y los gestos de quienes son sus actores. Los modales adecuados, el lenguaje respetuoso
y la tolerancia política en la competencia entre adversarios miden la madurez y
fortaleza de una democracia.
¡Cuánto echamos hoy en falta en esta
Venezuela agobiada tales procederes políticos depurados!
Esta semana presenciamos una
reiteración más de ellos al concluir las elecciones presidenciales chilenas, en
las que resulto triunfante el presidente Sebastián Piñera.
Sana envidia sentimos al ver a unos
contendores -el ganador y el perdedor- reunirse y saludarse pública y
cordialmente, una vez conocidos los resultados de la elección. Gobierno y
oposición dialogando y deseándose lo mejor para un periodo presidencial que se
iniciara en breve.
Oír los discursos, tanto del ganador
como del perdedor, en los que no solo se reconocen las resultas del proceso, sino
también la disposición de ambos de consultarse y colaborar en todo aquello que
vaya en beneficio de su país, es un ejemplo patente de cómo en ese país hermano
se concibe la política.
Chile en este sentido es un ejemplo a
seguir en la región. Sus politicos se comportan como una democracia madura.
En nuestro país, crispado por la
polarización y el fomento perverso de los enfrentamientos políticos y el odio
desde las instancias del poder, es lamentable y vergonzoso ver supuestos
líderes insultar y difamar a través de cientos de medios estatales a los
adversarios.
La labor pedagógica de la política
está echada a un lado. No importan las
formas ni la retórica comedida y considerada de cara al rival político. La
mentira burda es moneda corriente. No hay debate serio, mucho menos dialogo
sobre la crisis y sus problemas. Los estadistas brillan por su ausencia.
La barbarie se ha impuesto. Del
estado venezolano se ha apoderado una mafia depredadora, inescrupulosa y primitiva, a la que muy poco le importa el país, sino sus bolsillos. A tal
punto ha llegado esta grave situación, que ha habido necesidad de que fuerzas
externas a la Nación intervengan para ayudar a salir del lodazal profundo en
que estamos sumergidos.
Lo que vimos en Chile en estos días,
en medio del desastre que vivimos los venezolanos, nos dice que cotas altas de
coexistencia política pueden ser alcanzadas, que podemos aspirar a ellas y
lograrlas también.
Nos queda aún camino por recorrer
para alcanzar un ambiente político de esa naturaleza. Ese objetivo deseable no
es quimérico. Sin haber sido perfecto, y con los naturales problemas de toda
democracia, los venezolanos lo tuvimos antes de que llegara la ola destructora
de la tiranía populista militarista que nos oprime.
La libertad la recuperaremos y
esperamos que los nuevos políticos hayan asimilado la lección y aprendido de
los verdaderos estadistas el saber sobreponerse a los intereses mezquinos y
comportarse civilizadamente.
EMILIO NOUEL V.
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