domingo, 24 de diciembre de 2017

Pasquali y la devastación comunicacional

 FERNANDO RODRIGUEZ

Yo creo que Antonio Pasquali es el mayor pensador social que haya tenido nunca el país (sic). Digo pensador para no decir científico social, como decía el excesivo optimismo epistemológico de hace medio siglo. Pero de aquellos tiempos en que se invocaba a Ferdinad de Saussure y el paradigma era Levy-Strauss, Pasquali conserva la delimitación y precisión de su objeto, el rigor metodológico y expositivo, la búsqueda de la sistematicidad, la inagotable erudición empírica. En su caso se trata de la comunicología, de la que es de los padres fundadores en la región. Digo esto para diferenciarlo de vecinos humanistas, ensayistas e ideólogos, de otros importantes campos y otros requerimientos.
Este pórtico para recomendar a quien se quiera informado sobre aspectos capitales de nuestro abominable presente que no deje de leer su último libro, La devastación chavista. Transporte y comunicaciones, recién editado por la UCAB y El Nacional. Está constituido básicamente por artículos publicados en este diario destinados a enfocar los diversas modalidades nacionales en que la humanidad se vincula e interactúa, desde las formas de trasladar personas y cosas (aviones, barcos o automóviles…) hasta las maneras de transmitir mensajes a distancia: el teléfono, la televisión o el Internet… Amplitud temática que no es frecuente para los comunicólogos tradicionales y que segmenta la necesaria unidad del campo a investigar. Como tampoco lo es eso que siempre me deslumbra en el autor, la abundancia desbordante y la precisión, si posible matemática, de los datos empíricos que sustentan las significaciones de su discurso: el número de tanqueros de Pdvsa, los kilómetros de carretera construidos por el chavismo, el número de asesinatos en Europa o la indecible cantidad de horas con que el teniente encadenado invadió nuestros hogares, etc., etc.
Por otra parte es un libro escrito de urgencia, se trataba de construir un arma teórica para una batalla en curso, con un necesario aliño de panfleto, frontalmente político. Se trata de un “yo acuso” contra la dictadura del chavismo, mostrando cómo ha devastado, literalmente, abismalmente, todos y cada uno de los ámbitos fundamentales de nuestro quehacer comunicacional. Eso se quería y eso se ha hecho de mano maestra. Por supuesto, cada uno de esos capítulos, abundosos de saber, son un trabajo “a medio camino entre el reportaje y la investigación” y el autor invita a otros estudiosos a desarrollar esos terrenos que ha transitado con la más sabia prisa.
Pasquali señala que su campo de acción no es necesariamente el más prominente de la devastación de la dictadura (frente al hambre y la salud, digamos) pero nos recuerda que habitamos en un mundo que vive una profunda revolución tecnológica, que en gran parte es comunicacional. Y que ese ámbito atraviesa horizontalmente todos los índices de desarrollo, componente imprescindible de estos. Y, por último, que la posibilidad de comunicarnos cada vez más integral y ampliamente es multiplicar la posibilidad de hacernos auténticos animales políticos, de ir cada vez más ampliamente del yo yoísta a la otredad deseable. Un valor a combatir por quienes quieren monopolizar la palabra y el decisivo poder que contiene, evitar que se comparta, que se haga democracia. De manera que este manual nos coloca, en su perspectiva, en el epicentro de la tragedia que vive el país. Y, de paso, nadie más opuesto a la ignorancia y el chovinismo populista que este cosmopolita ilustrado.
Estas escasas cien páginas son virtuosamente pocas para los fines deseados. Un tratado académico hubiese sido demasiado pesado para la refriega. Pero, ejemplo de todo lo que en él se dice, este libro no ha sido editado sino en 500 ejemplares, dadas las penurias del ambiente. Lo cual merma su deseable y necesaria incidencia en la constitución de un pensamiento crítico en el país atropellado. Tanto es así que en la ceremonia bautismal del libro alguien propuso con agudeza que este podría ser el primer paso de una colección en que se tematizaran las diversas “devastaciones” chavistas, tantas. Esta última contradicción no pudo aparecer en el libro, 500 fusiles para ir a una guerra contra un monstruo comunicacional.

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