sábado, 24 de febrero de 2018

¿Está el petro realmente respaldado por reservas petroleras?

FRANCISCO MONALDI

PRODAVINCI

El lanzamiento del petro ha estado plagado de dudas, inconsistencias e incertidumbres, lo que constituye un reto para el análisis del tema. Sin embargo, el gobierno de Venezuela ha anunciado que el petro está respaldado específicamente por las reservas de crudo extrapesado del Campo 1 del Bloque Ayacucho de la Faja Petrolífera del Orinoco. Según el anuncio, existen 5.342 millones de barriles de reservas certificadas en Ayacucho 1, a razón de un petro por cada barril, por lo que se podría emitir ese número de petros con respaldo. De hecho, el precio de referencia anunciado para una unidad de Petro es de $60, cercano a la cotización de la cesta petrolera venezolana que reporta el mismo gobierno. Es decir que, según esto, si se invierte en un petro, se tiene la garantía de que habrá un barril físico de petróleo sustentándolo.
Hasta aquí todo parece tener una cierta lógica. Un gobierno sin credibilidad, cuya moneda de curso legal —el bolívar— sufre un proceso hiperinflacionario (de más del 80% de inflación mensual) y una depreciación acelerada en el mercado paralelo, que además ha caído en cesación de pagos de algunos de sus bonos (los cuales cotizan en el mercado con descuentos que rondan el 80%), sabe que, si emite otra moneda, sin un respaldo diferente al de las mermadas reservas internacionales del BCV, va a correr la misma suerte que con el bolívar. Pero ¿tiene realmente el petro respaldo en barriles? La respuesta es sencilla: ese respaldo es pura ficción. Veamos por qué:
1.- El petróleo en el Campo Ayacucho 1 está en el subsuelo. El campo no está desarrollado y ni siquiera hay un plan de desarrollo. Tampoco existe la necesaria infraestructura física adyacente ni los oleoductos para transportar el crudo. Habría que invertir miles de millones de dólares para desarrollar el campo y la infraestructura relacionada, desembolsar los costos de extracción y transporte, y dado que es un crudo extrapesado, hay que comprar y transportar el diluente. También habría que obtener autorización para exportarlo o, de lo contrario, vendérselo a una PDVSA que paga tarde o nunca. Adicionalmente habría que pagar las regalías (33% de la producción), impuestos y contribuciones especiales al Estado. Por otra parte, el 51% o más de la empresa que lo extraiga tiene que ser propiedad de PDVSA, que está en cesación de pagos y no tiene con qué invertir, así que lo más probable es que haya que prestarle su parte del capital para la inversión. Además, es un crudo de 8 grados API, el cual hay que mezclar con un diluyente para llevarlo a un mínimo de 16 grados API. Este crudo se vende generalmente con descuento, por lo que su precio es menor que el precio de la cesta venezolana, que todavía incluye crudos convencionales. De los teóricos $60, la ganancia operativa de extraerlos sería, a lo sumo, de unos $5-10 por barril y con eso se debe recuperar la inversión inicial de más de $4 mil millones por cada 100 mil barriles diarios de producción. La pregunta es: ¿quién va a poner ese dinero?, ¿los tenedores de petros? Para hacerlo más atractivo, supongamos que el Estado venezolano elimine todos los impuestos y regalías, cosa que no ha hecho y que sólo puede hacer la Asamblea Nacional. Entonces, la ganancia operativa sería de unos $30 por barril, por lo que se recuperaría la inversión más rápido, pero persiste el problema de quién pone la inversión. Además de que habría que esperar años para ver esos barriles. De los proyectos de la Faja que se firmaron hace una década, el que más produce hoy no llega ni a 50 mil barriles diarios. Entonces, si usted compra un petro, digamos que eso le otorga el derecho a invertir en el Campo Ayacucho 1 para ver su barril quizás dentro de una década. ¿Cuánto pagaría usted por ese derecho a extraer un barril en una jurisdicción sin ningún riesgo político de que le incumplan? ¿Cuánto pagaría en Venezuela, uno de los países más riesgosos del mundo? Un país en que, además, su Constitución vigente dice que no se pueden enajenar las reservas petroleras y cuyas leyes así lo ratifican. Un país cuya legislatura legítima, reconocida por la comunidad internacional, ha declarado que el instrumento es ilegal. Evidentemente, es un número bajo, sin duda menor a $5 dólares por barril. Yo pagaría, desde la racionalidad económica, centavos de dólar, como mucho.
2.- Las reservas certificadas del Campo Ayacucho 1 no son tales. Lo que allí se certificó fue el Petróleo Original en Sitio, es decir, la magnitud de los recursos en el subsuelo. Pero el gobierno utilizó una tasa de recobro del 20% de esos recursos para calcular las reservas probadas cuando, en realidad, las tasas de recobro que se obtienen en la Faja son muy inferiores, del 6-8% en los bloques más productivos, siendo Ayacucho uno de los bloques con menor productividad esperada. Por eso no se ha desarrollado. Entonces, las reservas probadas reales son, a lo sumo, la mitad de los 5.342 millones de barriles reportados. Pero, como además no existe ni siquiera un plan de explotación de ese campo, en ningún caso se puede hablar de reservas probadas. Dado lo discutido en el punto 1, que las reservas sean mucho menores puede ser inconsecuente, pero por si usted todavía pensaba que iba a conseguir su barril, asegúrese de que no se emitan más de $2 mil millones de petros y averigüe cómo ponerse en la cola para ser el primero en cobrar su barril.
En los dos puntos anteriores debería quedar claro que lo del respaldo con reservas del Campo Ayacucho 1 es una absoluta ficción. Pero, dado que Venezuela tiene una de las mayores reservas petroleras del mundo, ¿no podemos asumir que el petro está, en cierta forma, respaldado por todas esas reservas? En términos generales, sí, al igual que el bolívar y al igual que los bonos de PDVSA y de la República. Por eso, algunos inversionistas siguen pensando que el valor de recobro de los bonos venezolanos puede ser atractivo, digamos 30-40% del valor facial. Entonces, en ese caso, el petro sería sólo equivalente a una moneda fiduciaria convertible —como el peso cubano convertible— o un instrumento de deuda que no genera interés, pero de un país petrolero que utiliza la tecnología de blockchain. Si lo analizamos como un instrumento de deuda, el descuento debería ser superior al de un bono de PDVSA.    
Volvamos al punto inicial: el petro está siendo emitido por un gobierno en default selectivo de su deuda externa y con hiperinflación. En un país que depende en más del 90% de sus exportaciones petroleras y cuya producción petrolera está colapsando, con una caída de más de 1.1 millones de barriles diarios desde el 2013 y de más de 600 mil barriles diarios sólo en el 2017. ¿Entonces quiénes quieren realmente un petro? Aquellos que quieran poder convertir su moneda en divisas con la ventaja de poder hacerlo de manera anónima sin tener que pasar por el sistema bancario internacional. Ésa es la única razón para obtener petros. Si a usted el gobierno le ofrece bolívares o petros, preferirá petros, especialmente si la tasa de cambio equivalente es mejor que la del mercado paralelo del bolívar. Quizás haya una demanda para actividades ilegales (una preocupación en este tipo de monedas) o por su convertibilidad oficialmente autorizada.
Aunque el petro pudiera tener algunas de esas ventajas, hay que recordar que no es la moneda de curso legal. No ha sido aprobada por la Asamblea Nacional. Y ha sido declarada por el gobierno de EE. UU. como un instrumento de deuda sujeto a las sanciones financieras que no permiten el uso del sistema financiero de ese país . Al final, al igual que el SUCRE, de ingrata recordación, el petro probablemente será sólo una forma más de hacer transacciones opacas en que unos pocos se lucren a costa de todos los venezolanos.
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Francisco Monaldi es profesor investigador del Instituto Baker para las Políticas Públicas de la Universidad de Rice en Houston. Investigador asociado del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia en Nueva York. Director Fundador del Centro Internacional de Energía y Ambiente del IESA en Caracas.

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