En sus no muy bien recordados tiempos como
jefe de gobierno de su país, José Luis Rodríguez Zapatero se hizo
famoso por sus metidas de pata verbales. Era todo un fenómeno. No por
nada la prensa recordaba permanentemente su parecido -no solo físico-
con el famoso personaje de la comedia inglesa, Mr. Bean. Con la
diferencia de que el inglés era de torpeza más física que verbal.
Zapatero-presidente de gobierno,
en cambio, se realizaba con un micrófono en la mano, aunque
frecuentemente no supiera qué hacer con él. Recordemos, por ejemplo, la
vez en que durante una rueda de prensa con su homólogo ruso, Dimitri
Medvedev, Zapatero afirmó lo siguiente: “el turismo es un área
preferente entre España y Rusia. Ha habido un gran incremento de
turistas españoles a dicho país, al punto que este año han viajado a
Rusia 500.000 españoles, y por tanto hemos hecho un acuerdo que ha sido
para “estimular, para favorecer y ‘para follar’“. Inmediatamente se corrigió, y dijo que era para “apoyar” ese turismo”.
Y eso es precisamente lo que ha querido
hacer Rodríguez Zapatero con la oposición venezolana, tanto en Caracas
como en Santo Domingo: follarla, en lugar de apoyarla. Para muestra su
carta -sin duda alguna para la posteridad- a la oposición luego de que
esta se negara a firmar lo que Zapatero califica alegremente como “acuerdo”, y que la eurodiputada española Beatriz Becerra claramente identificó con “un chantaje”. Del mismo modo, ella acentuó sin ambages que Zapatero demostraba que no era ningún “mediador”, que no estaba en el medio de nada, ya que sus quereres estaban completamente del lado de la tiranía.
La fallida intentona de lograr que la
delegación democrática reconociera a la Asamblea Constituyente, que
fuera a unas elecciones sin garantías de ningún tipo –salvo una
palabrería sin aterrizaje concreto- y por ende legitimara a la
dictadura, e incluso la apoyara en su lucha para eliminar las sanciones
internacionales, tiene un resultado sin duda positivo: el mediocre y dañino político español no puede seguir siendo parte de ningún esfuerzo futuro para volver a reunir ambas partes,
luego de que el presidente dominicano, Danilo Medina, en su esfuerzo
fallido de intentar ocultar que el diálogo ya ni siquiera está en
terapia intensiva, sino rumbo al cementerio, indicara que dicha
negociación “entra en receso indefinido”.
Otra lección a aprender y tomar en
cuenta es que el gobierno nunca, jamás, en los 19 años de satrapía, ha
tenido interés sincero en dialogar con una contraparte a la cual no solo
no acepta sino que hasta busca destruir por cualquier medio, incluso
durante las negociaciones. No hay treguas ni banderas blancas de paz que
valgan algo para Maduro y compañía. No se puede esperar menos, por
favor, de un régimen controlado por sociópatas.
Volviendo a este fracasado vocacional
llamado Zapatero, unas preguntas perfectamente válidas son: ¿Cómo llegó
este señor a ser considerado una opción válida y deseable para el
delicado rol de mediador del conflicto venezolano? ¿Acaso su gran
sabiduría y experticia en el terreno internacional, lo que excusaría el
desastroso gobierno que realizara en áreas como la economía? (con él en
la presidencia es que se desató la peor crisis económica de la España
democrática, crisis de la que recién está saliendo). Es conocida en su
país una entrevista que le hiciera en 2008 el diario británico The Guardian donde el hombre cometió todo tipo de torpezas diplomáticas, lo que llevó al diario a afirmar lo siguiente: “Zapatero
tiene derecho a tener sus ideas, pero el pueblo español debería poder
preguntar qué consiguen de un líder que apacigua a los terroristas, se
hace amigo de los dictadores y acaba con la posición internacional de
España”. Nótese que ya hace diez años uno de los diarios más importantes del mundo afirmaba que Zapatero “se hace amigo de los dictadores”; –por
cierto que sus relaciones con Hugo Chávez se vieron oscuramente teñidas
por las irregularidades denunciadas en los contratos de venta de barcos
españoles para la Armada venezolana–.
Que su amigo, defensor y valedor
criollo Timoteo Zambrano pasara por alto estas circunstancias quizá
pueda explicarse, ya que como dice un viejo dicho español, un asno rasca
a otro asno; pero el liderazgo opositor democrático debe desde ya
rechazar su posible presencia futura en cualquier encuentro con la
dictadura chavista.
Por todo el estropicio causado en sus
años de vida pública (con él comenzó el declive hasta ahora imparable de
su partido, el PSOE) a mí Zapatero, en vez de recordarme a Mr. Bean, me
evoca la definición que hace el fallecido economista italiano,
catedrático de la Universidad de California (Berkeley), Carlo Cipolla,
en el ensayo “Las leyes fundamentales de la estupidez humana” (de su libro “Allegro Ma Non Troppo”), y en el que da una perfecta definición del estúpido, la cual comparto con ustedes:
“una persona estúpida es una persona que causa daño a otra persona o
grupo de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o
incluso obteniendo un perjuicio”.
Con su carta a la oposición venezolana
Zapatero se quitó todo resto de vestimenta democrática, y quedó tan
desnudo como el rey del cuento. Y como buen estúpido, hizo daño a las
razones de la tiranía, celosamente defendidas por él, y a sí mismo,
porque si ya se sospechaba de qué lado descansaban sus intereses, él
mismo lo reconoció.
Quiso, en vez de apoyar, follarse a la democracia venezolana, pero se quedó con los crespos hechos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario