EL NACIONAL EDITORIAL
25/2/2018
La inocultable pelea entre los
hermanitos Rodríguez y el número 2 de la dictadura rojita va creciendo
con el tiempo. No otra cosa queda al descubierto cuando la gran dama del
Consejo Nacional Electoral, doña Tibisay, ha dado a conocer su decisión
sobre la inconveniencia de efectuar las elecciones presidenciales
conjuntamente con las correspondientes a la Asamblea Nacional.
La razón esgrimida parece lógica y
sensata: no hay suficiente tiempo para poner a punto la maquinaria
electoral. Ahora bien, siendo así, ¿por qué se lanzó esa propuesta de
una manera tan improvisada y sin el mayor sustento? ¿Qué motivó a los
chavistas a pensar que si se unían las presidenciales y las legislativas
alguien saldría ganancioso? Y, lo que es peor, ¿cómo olvidaron que
Tibisay es una ficha personal de los hermanitos Rodríguez?
En este escenario lleva las de ganar
el sector madurista que, harto como están de depender del sector militar
y, por ende, del chavismo más concentrado, ya no toleran más tantas
intromisiones en lo que consideran la nueva etapa que debe tomar Maduro
en los próximos seis años de su reinado.
Si recordamos a los participantes en
el show de las mímicas para sordomudos que representaron los principales
representantes del gobierno madurista, observaremos sin mayores
dificultades que los ministros militares se negaron a participar en el
espectáculo. “Somos gente seria”, dijeron, lo que a buen entendedor se
traduce en que “me niego porque puedo hacerlo sin temor a represalias”,
es decir, insubordinación clara y limpia.
Desde las caóticas reuniones llevadas
a cabo en Santo Domingo y la estimación de que era un juego incierto en
el que solo Jorgito confiaba en llegar a buen puerto la misión
encomendada, los chavistas acérrimos esperaban que con cada etapa de
fracaso se fuera hundiendo Jorge, el artífice de la trampa política que
se desarrollaba en la isla. Desde Venezuela, el capitán lanzaba bombas
de profundidad como quien caza a un submarino en la Segunda Guerra
Mundial para hundir a su enemigo que, para sorpresa, no era la
delegación democrática.
La batalla que se desarrollaba en las
declaraciones de cada polo socialista, el militar y el civil, no tocaba
directamente la esencia de la agenda, sino que mentaba aquellos puntos
en los que, de costado, se debilitara a los opositores democráticos pero
que permitieran, simultáneamente, quebrar la estrategia de Jorgito y
sembrar, en la opinión del escenario chavista, el estruendoso fracaso de
quien le disputaba la hegemonía al capitán.
Toda la charada del documento firmado
y clandestinamente no firmado, vaya usted a saber, estaba
intrínsecamente determinado a salvar a Jorgito, que regresaba con las
manos vacías y cuya cabeza pendía de un hilo, tal era la magnitud de su
fracaso. Pero si Maduro lo sacrificaba sería un autogol, pues su enemigo
(ya sabemos quién) no perdería esa oportunidad de oro para despejar el
campo de ese habilidoso enemigo.
Ahora podemos entender por qué
sacaron al corrupto Ramírez de Pdvsa, por qué lo disfrazaron de
canciller y luego lo mandaron a la guillotina.
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