jueves, 22 de febrero de 2018

La prostitución del voto y la recuperación del país


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                   TRINO MARQUEZ

La decisión de la MUD de abstenerse en las votaciones presidenciales convocadas por la asamblea constituyente, a las que se agregarán los comicios legislativos, encara solo al reto de impedir que las elecciones sigan degradándose y maquillando a un régimen que viola continuamente su propia legalidad. Existen pocos mandatarios que asuman la frase de Fidel Castro: ¿votar? ¡Para qué!, si el pueblo ya se pronunció a favor de la revolución. El autoritarismo avanza ahora en otra dirección. Desde el final de la Guerra Fría, el objetivo de las autocracias de izquierda ha consistido en prostituir el voto. Vaciarlo de cualquier carga explosiva que permita pensar en la salida del poder central de la élite gobernante.
En el caso de Venezuela, el oficialismo ha permitido que la oposición triunfe en varias gobernaciones y alcaldías. Obtenga algunos diputados nacionales o regionales. Pero, jamás aceptará de por las buenas que el poder se vea seriamente comprometido por una elección presidencial. Maduro dejará el poder únicamente en medio de una crisis gigantesca, que fracture el bloque dominante, cuyo vértice más filoso son las Fuerzas Armadas. Cuando el costo de mantenerlo en el poder sea superior a los beneficios que su disfrute proporciona, entonces se producirá el quiebre y se abrirá el espacio para el cambio. Unas elecciones para Presidente pueden provocar la ruptura, pero no estas, organizadas para que gane el gobernante.
Los cambios en Túnez, Egipto y Libia –la llamada Primera Árabe- fueron el reflejo del cambio en los términos de la ecuación. Sostener a tiranos como Alí, Mubarak y Gadafi suponía un costo demasiado elevado.  Había que salir de ellos para que los países que gobernaban no se desintegraran. Lo que ha ocurrido después es otra historia. Lo primero era desalojar a los déspotas.
Venezuela se halla frente a un reto similar. El país está en medio de un dramático proceso de desintegración, sin que la expresión sea una metáfora. Los venezolanos se han esparcido por toda América y varias naciones europeas. Hasta Australia han ido a parar numerosos compatriotas. La diáspora venezolana, como la llama Tomás Páez, ha hecho que huyan casi cuatro millones de compatriotas. Después del 22 de abril, la estampida será todavía más numerosa. Muchos de esos venezolanos están pasándola mal, pero al menos mantienen viva la llama de la esperanza. Piensan en una vida mejor en el futuro cercano. En cambio, una inmensa mayoría de quienes no quieren o no pueden irse sufren penurias semejantes, pero sin esperanza. O, peor aún, con desesperanza porque el porvenir les luce más opaco que el presente, ya ruinoso. El informe más reciente de Encovi es desolador. Venezuela es una sociedad en escombros.
Los electoralistas platean que participar en los comicios representa una oportunidad excepcional para discutir acerca de los problemas del país y proponer soluciones. Por supuesto que toda elección, incluso con este CNE y con esas condiciones ilegales e inconstitucionales, sirve de escenario para ventilar los problemas nacionales y plantear respuestas. Ahora bien, en este ambiente de descomposición global, en el cual se conocen de antemano los resultados porque el mecanismo ha sido diseñado para asegurar el triunfo a Maduro, la intención de ir a los comicios debe contener algo más sustantivo que exhibirse como candidato, denunciar las privaciones  y proponer un programa de gobierno. Vestirse de Caperucita frente al lobo feroz no resulta muy aconsejable.  La elección debería inscribirse dentro de una estrategia general de luchas por reconstruir el país y recuperar la democracia. Ese plan es urgente y esencial diseñarlo. La gente que padece todo el rigor de la incompetencia de los rojos podría entender que se les convoque a sufragar, e incluso podrían asumir con entereza la previsible derrota, si asumiesen que el 22 de abril constituye solo un tramo más del largo y arduo camino que conduce a rescatar Venezuela del foso donde la hundió el cubanismo de Chávez y Maduro.
A los votantes no se les puede pintar pajaritos en el aire. El enfrentamiento con el madurismo es será cada vez más duro porque el deterioro aumentará, el costo de salida del oficialismo crecerá y la fuerza con la que se aferrará al poder se elevará. Se necesita un proyecto que recupere la emoción, la esperanza y la dignidad de los venezolanos, acosados y envilecidos por el carnet de la patria, los clap, los subsidios monetarios, la falta de empleos de calidad, la hiperinflación, la escasez de alimentos, medicinas y efectivo, la inseguridad personal, la mendicidad, los apagones, el deterioro del transporte colectivo, la diáspora y las demás plagas provocadas por el régimen en dos décadas.
Los ciudadanos necesitan formarse alguna idea de la cadena de eventos que desencadenarán la crisis del régimen y conducirán a la salida del grupo que secuestró el Estado. La MUD propone la creación de un Frente Amplio Nacional con el objetivo de lograr elecciones limpias y competitivas, y rescatar la democracia. Coincide con los planteamientos de los rectores, las academias, la Conferencia Episcopal, el movimiento estudiantil, Fedecamaras y otras organizaciones que han denunciado el atropello al Estado de Derecho. Ese objetivo de carácter general hay que afinarlo incluyendo la dimensión social, hasta convertirlo en un proyecto en el cual los venezolanos se vean retratados.
 @trinomarquezc

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