FERNANDO RODRIGUEZ
Es de suponer que la gente pensante de la oposición no tenga dudas de
que después del fracaso de Santo Domingo y la inmediata convocatoria a
elecciones del lacayuno CNE no hay otra que no participar en esos
abominados comicios. Al menos para cumplir con el aristotélico principio
de no contradicción, valga decir, pensar y actuar coherentemente. Hasta
vergüenza da insistir sobre el tema, pero hay gente que uno suele oír
que anda diciendo, a media lengua, no pero sí. Y otros sí, como si no
hubiese esos y otros antecedentes y compromisos internacionales y
estuviésemos preparando una verbena escolar. En cualquier caso, la MUD
no se han pronunciado, hasta hoy, día de san Valentín, como si mucho
tiempo hubiera para lo que fuese.
Otra cosa es que andemos metidos en un buen berenjenal y que las
opciones en el tapete no parecen auspiciar resultados muy seguros. Si no
vamos a las elecciones Maduro gana trotando. Si concurrimos perdemos
igualmente, sometidos a todas las vagabunderías que sabemos, por
vivencias muy candentes y recientes, además de que legitimamos la
fraudulenta orgía electoral y le quedamos como canallas a la comunidad
internacional, que tan consecuente y rotunda ha sido al respecto. No hay
que recordar en demasía que esa solidaridad, pocas veces vista, es el
único capital abundoso que tenemos hoy que el voto y la calle se han
puesto a una dificultosa distancia.
Otra verdad poco discutible es que no basta con abstenerse y
quedarse en casa, tomando güisqui en el este y alcoholes viles en el
oeste de Caracas, porque la idea es que esa abstención sea un
desenmascaramiento y una acusación más contra la dictadura. Objetivo que
se podría precisar un poco más diciendo que se trata de que los
venezolanos no terminen creyendo que Maduro es el nuevo presidente por
otro sexenio, sino un usurpador que pateó los más elementales
requerimientos del ejercicio de ese acto primordial en que el pueblo se
expresa. Un pecado cívico que debe conducir a los infiernos a quien osa
cometerlo. En las municipales se decretó la abstención y, por lo visto,
también un silencio de sepulcros, hasta ahora inexplicado. El resultado
fue una desastrosa derrota en número de alcaldes y, además, grados de
conciencia crítica y combativa. No hay que repetirlo.
Para eso casi todo el mundo ha dicho que necesitamos unidad, de
políticos y ciudadanos de a caballo y de a pie. Nada más sensato y
oportuno. Yo solo acotaría que los objetivos opositores deberían
enunciarse, para no crear pequeñas y grandes decepciones, acompañados de
los límites presumibles en cada caso. Por ejemplo, ya sabemos que
siempre habrá algún necio que creerá que hará muy felices a sus nietos o
a su amante si tienen en la parentela un candidato a presidencial, así
sea con unos míseros y sucios votos. Estos sujetos hacen ruido y el
gobierno se los multiplica. Habrá partidos que confunden el pragmatismo
con el oportunismo o el billete por debajo de la mesa. Y, por último,
parece haber una secta de honestos votófilos que lo ejercerían hasta si
hubiese que escoger entre Diosdado y El Aissami, porque uno debe ser
peor que el otro. De manera que no esperemos perfección.
También se busca un líder. Cosa curiosa porque líder se hace y
cuidado si hasta se nace. Por allí no venden Mandelas o Churchilles, ni
siquiera Obamas. De manera que lo que tiene que hacer el mayor número de
los políticos y otros ciudadanos con algún auditorio es ponerse a
pensar, a predicar, a organizar, a pelear. Pero por lo pronto más que de
uno la tarea es de muchos. Y, con seguridad, ello es mejor, democrática
y a largo plazo hablando, cansados como andamos de cultos a vivos y
cadáveres, a estatuas, charreteras, santurrones y guerreros. Hasta se
podría pedir simplemente voceros, con buen timbre de voz, sintaxis
correcta y una satisfactoria ración de ideas susceptibles de hacerse
realidad. ¡Ah, y coraje!, sabiendo bien cómo usarlo, que el enemigo es
perverso con sus guardias nacionales, caninos que matan.
No perdamos más tiempo. El país se desangra sin medicinas. Hay
demasiada tristeza hasta para sonreír, sobre todo, si no se tienen
dólares. Pero hay quien está dispuesto a darle, a quedarse aquí, a
batallar. Algunos por piedad con la madre que llora, otros hasta por no
dejarse joder no más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario