domingo, 5 de febrero de 2017

HISTORIA DE UNA TRAICIÓN I

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   FERNANDO OCHOA ANTICH

EL NACIONAL

La insurrección militar del 4 de febrero de 1992 fue una doble traición: se violó el juramento militar que obliga moralmente a los soldados, sin consideración de grado y empleo, a defender la patria y sus instituciones, y se irrespetó el principio de lealtad entre superiores y subalternos. Las explicaciones que los autores de esa felonía han querido dar para tratar de justificar su artero asalto a la institucionalidad no han logrado convencer a la opinión pública. Los mismos vicios que empañaron el esfuerzo de transformación nacional de los años de la democracia representativa y que ellos adujeron como las causas de su traición, se han repetido con mayor fuerza durante el régimen chavista. La tragedia nacional que enfrenta actualmente Venezuela, en medio del hambre y la muerte, muestra con claridad meridiana el rotundo fracaso de un caótico sistema de gobierno que Hugo Chávez y sus acólitos han llamado “socialismo del siglo XXI”. Las muertes ocurridas ese día, 39, son responsabilidad exclusiva de los jefes del alzamiento militar, en particular, del teniente coronel Hugo Chávez Frías. Durante estos dolorosos 18 años se ha tratado, mediante una agresiva campaña propagandística, de transformar un hecho injustificable y criminal en un acto de heroicidad. A continuación, voy a tratar de responder algunas de las preguntas que normalmente me hacen muchos venezolanos sobre los hechos ocurridos a objeto de desenmascarar tantas mentiras.
¿Se justificaba derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez?
Sin duda que no. Era un gobierno constitucional, legítimo y democrático. Su reemplazo estaba asegurado, gracias a la alternabilidad democrática rigurosamente respetada por todos los gobiernos civiles desde 1958. Esos gobiernos, con aciertos y errores, impulsaron una importante transformación nacional, en un clima de respeto a las libertades públicas y a los derechos humanos. Sin embargo, en la década de los sesenta los gobiernos de Rómulo Betancourt y de Raúl Leoni tuvieron que enfrentar la insensatez de una insurrección guerrillera apoyada por Fidel Castro, quien facilitó entrenamiento, armamento, dinero y un importante número de efectivos para tratar de destruir la democracia recién instaurada. En medio de esa guerra ocurrieron lamentables hechos de violencia y de irrespeto a los derechos humanos. Los gobiernos que la enfrentaron pudieron contar con unas Fuerzas Armadas nacionales, que supieron asumir, con gran profesionalismo y lealtad, sus responsabilidades en defensa de la institucionalidad y del Estado de Derecho. En su segundo gobierno, el presidente Pérez realizó un trascendente esfuerzo de rectificación política y económica que hubiese podido resultar en la realización de los cambios que el país y los venezolanos requerían para enrumbarnos definitivamente por la senda del progreso. Otro cambio trascendental fue la elección de alcaldes y gobernadores, a través de la cual se iniciaba la ansiada descentralización. Desgraciadamente, esa profunda transformación histórica fue interrumpida por los alzamientos militares del año 92 y la conspiración política que terminó en su renuncia y enjuiciamiento.
¿Por qué no se detuvo a los oficiales comprometidos, si existían informaciones sobre un posible alzamiento militar?
No existían pruebas suficientes, solo eran indicios. El presidente Pérez siempre trató de evitar que cualquier intriga pudiese comprometer la carrera militar de algún oficial. Por esa razón, ordenó esperar su regreso de Davos para tomar las medidas correspondientes. De todas maneras, a las 11:00 am del 3 de febrero, el general Manuel Delgado Gainza, director de la Academia Militar, recibió del capitán René Gimón Álvarez, oficial de planta de dicho instituto, la siguiente novedad: “Esta noche un grupo de oficiales tomará el aeropuerto de Maiquetía para detener al presidente Carlos Andrés Pérez e insurreccionar varias unidades del Ejército en Caracas y en otras guarniciones”. El general Delgado y el capitán Gimón le transmitieron esa precisa información al general Pedro Rangel Rojas, comandante del Ejército. Lamentablemente, el general Rangel no tomó las acciones requeridas para controlar dicha insurrección. No me comunicó, como ministro de la Defensa, la novedad recibida y no aceptó la recomendación del general Reinaldo Valero Rivas, director de Inteligencia del Ejército, de transmitir un radiograma circular ordenando el acuartelamiento de todas las unidades del Ejército y solo ordenó a las 6:00 pm hacerlo con las unidades de Caracas. Este hecho facilitó el alzamiento militar.
¿Por qué los oficiales comprometidos en la insurrección militar, pertenecientes al regimiento de la Guardia de Honor, no detuvieron al presidente Pérez en Maiquetía?
El acuartelamiento de la guarnición de Caracas, y la información recibida de que posiblemente se atentaría contra la vida del presidente Pérez a su regreso de Davos, hizo surgir un fuerte rumor en los organismos de inteligencia y en la Guardia Nacional. Justamente, a mi regreso de Maracaibo el día 3 a las 8:00 pm, acompañado del coronel Marcelino Rincón Noriega y del periodista Pastor Heydra, recibí una llamada del general Freddy Maya Cardona, comandante de la Guardia Nacional, en la que me informaba del rumor existente. Llamé al general José de la Cruz Pineda, quien me ratificó la información. En consecuencia, llamé a la Casa Militar y al Comando Regional 5 ordenando se reforzara el personal de seguridad. Al tomar la autopista, el tránsito era inmenso. Eso me hizo preguntarle a un guardia nacional sobre lo que ocurría. Me comunicó que se había incendiado un automóvil dentro del primer túnel. La noticia me impactó negativamente. Inmediatamente, le ordené al chofer regresar al aeropuerto, pero reflexioné con rapidez y entendí que si me presentaba sin un respaldo militar importante me podían detener. De inmediato ordené al chofer dirigirse al Destacamento 55 de la Guardia Nacional. Al llegar fui recibido por el teniente coronel Marco Ferreira Torres. Me explicó el plan de seguridad establecido en el aeropuerto. No lo consideré suficiente. Le ordené reforzarlo utilizando todos los efectivos disponibles. Al salir del comando, me encontré con Pastor Heydra. Le informé lo que ocurría y le pedí que trasladara al coronel Rincón a Caracas. Me despedí del teniente coronel Ferreira Torres y con una escolta me dirigí hacia el aeropuerto.
¿En qué momento fui informado del alzamiento de la primera unidad militar?
El coronel Rafael Hung Díaz, subjefe de la Casa Militar, me explicó las medidas de seguridad establecidas en el aeropuerto. Consideré que todo estaba bajo control. A las 10:00 en punto se abrió la puerta del avión y apareció el presidente Pérez. Al darse cuenta de mi presencia, se mostró preocupado. Al saludarlo me preguntó las razones por las cuales me encontraba en el aeropuerto. Le respondí que se lo comunicaría en el automóvil. Subimos al vehículo, el presidente Pérez, el ministro Ávila y yo. Al salir del aeropuerto, le informé al presidente de la República lo que conocía: “Presidente, toda la tarde circuló un rumor sobre un posible atentado que un grupo de oficiales realizaría en su contra en el aeropuerto a su arribo de Davos”. El presidente Pérez se molestó. Alterado me dijo: “Ministro, rumores y más rumores. Esos rumores son los que le hacen daño al gobierno. Lo espero a las 7:00 de la mañana en Miraflores para iniciar una investigación”. Un poco sorprendido por su actitud, le respondí: “Allí estaré, presidente”. Guardé silencio durante el viaje. Al llegar a La Casona, me despedí del presidente Pérez y del ministro Ávila. Mi esposa me esperaba en la residencia ministerial, cenamos y me dispuse a acostarme. En ese momento sonó con insistencia el teléfono interministerial. Eran las 11:30 pm. Al tomarlo, escuché la voz de Pastor Heydra: “Ministro, el coronel Rincón, desea hablarle con urgencia”. El coronel Rincón me dijo: “Mi general, llamé por teléfono a mi esposa hace unos minutos a Fuerte Mara. Ella me informó que una compañía del Batallón Aramendi se insurreccionó y se dirige hacia Maracaibo”. Muy sorprendido, le di las gracias y cerré el teléfono. La noticia me hizo ver de inmediato el sentido de los rumores. Eran parte de un golpe de Estado.

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