¿Y si gana la abstención?
JEAN MANINAT
Si gana la abstención en una eventual elección presidencial, habrá
triunfado el régimen y recibido su premio de consolación el sector
radical de la oposición empeñado en boicotear toda posibilidad de salida
electoral “hasta tanto no salgamos de la dictadura”.
También habrá colapsado, una vez más, un sector del
liderazgo opositor, siempre a la espera de medir la temperatura del
“humor de los feligreses” antes de apoyar públicamente las iniciativas
políticas pertinentes -que apoyan en privado- por aquello de no “rayarse
con la gente”.
Sus máximos representantes suponen que satisfaciendo a
los vociferantes de la primera fila, ganarán indulgencias con
escapulario ajeno. Al final, se han quedado sin el santo ni la limosna,
excomulgados por un poder impío y arbitrario, experto en cazar
debilidades al vuelo y contradicciones rasantes.
Sucede que la gente es menos lerda de lo que algunos suponen. Y por gente nos
referimos a las grandes mayorías que luchan por la subsistencia urgidas
de CLAP o de GAP. La precaución de algunos dirigentes opositores de no
cuadrarse con una posición, hasta tener una indicación infalible del
ánimo público, termina desencantando a todo el mundo. A los de arriba y a
los de abajo, según la división de clases de una ya añosa telenovela
peruana.
Las clases medias se indignan y empiezan a guillotinar
cabezas dirigentes en lo centros comerciales que van quedando, y las
clases populares siguen pensando que, “más vale malo conocido, que bueno
por conocer”, sobre todo cuando los buenos no ganan una, y si la ganan
la botan, como hicieron con el impactante triunfo de diciembre de 2015,
por empeñarse -una vez más- en adelantar la realidad por la cuneta.
De tanto repetir que el régimen siempre esconde un truco
salvador bajo la manga, terminan por suponerlo invencible, a pesar de
las derrotas que le han infligido. El síndrome de Miraflores, será
llamado de ahora en adelante, para despecho de los suecos.
Si gana el abstencionismo, una vez conocidos los
resultados del triunfo oficialista en los comicios presidenciales, las
ciudades venezolanas lucirán como pueblos fantasmas, tierra baldía,
donde nadie celebra triunfos, ni llora derrotas.
Quienes prometieron calles aguerridas y épicas
encendidas, despertarán al día siguiente entre lagañas deprimidas, harán
gárgaras -como es su costumbre cotidiana- en contra de la infinita
maldad del gobierno, y la poca virtud de la MUD, y luego volverán a
dormir para tomar fuerzas y liderar lo que está a punto de llegar… y
nunca llega.
Algunos incautos bajarán a los malecones para adivinar
con catalejos la imponente flota naval extranjera que -como la de la
Liga Santa en Lepanto- vencerá al turco rojo en nuestras costas para
traernos la tan ansiada libertad. Irritadas las pupilas por la luz del
Caribe, sin haber finalmente avistado las naves liberadoras en la
lontananza, se irán a dormir desesperanzados.
Otros, aún más cándidos, otearán desde sus azoteas el
cielo y con sus fragmentos de espejos reflejando la luz del sol, harán
señales a las cafeteras voladoras de la aviación latinoamericana para
indicarles las arterias viales aptas para aterrizar, hasta que la
tortícolis les haga regresar adoloridos a sus aposentos.
¿Y si gana la abstención? La depresión será mayor, la
desesperanza terrible, pero los articuladores del desarme electoral de
la oposición se sentirán reconfortados, proclamarán el advenimiento de
una nueva era, repetirán sus pamplinas refritas, y le habrán entregado
definitivamente el país al régimen sin derramar un voto.
@jeanmaninat
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