ENTRE DOS LEYENDAS
CARLOS CANACHE MATA
El pasado 12 de octubre, se cumplieron 527
años de haberse completado el mundo con la hazaña transatlántica de Cristóbal
Colón de haber llegado a esta porción del planeta que después recibiría el
nombre de América. La obra colonizadora de España, que se materializó durante
tres siglos, en el territorio que hoy conforman los países latinoamericanos, ha
sido objeto de evaluaciones y criterios distintos. Unos la exaltan, otros la
condenan, lo que no obsta para que unos y otros le concedan a la vez luces y
sombras. En su Historia General de América, Luis Alberto Sánchez, destacado
escritor peruano, sostiene que “queramos o no, sería absurdo negar que la
colonización española imprimió carácter a nuestras colectividades nacionales y
hasta provinciales; como sería igualmente necio negar que el Virreinato logró
borrar totalmente los restos de organización indígena y callar la voz de la
sangre nativa”.
Hay la llamada leyenda
dorada o hispanista, que en Venezuela ha sido sustentada por
Caracciolo Parra León, Mario Briceño Iragorry, Francisco Javier Yanes y unos
cuantos más, según la cual, aun cuando reconoce las crueldades que se
cometieron, la colonizació española debe ser ponderada positivamente porque nos
incorporó al mundo civilizado, nos dió lenguaje, religión, una acción cultural
y educativa que se manifiesta en la primera enseñanza y en la creación de
universidades (la Real y Pontificia Universidad de Santiago León de Caracas, la
de México, la de San Marcos en Lima), se dictaron las Leyes de Indias (muchas
de las cuales no se cumplieron) para el trato a los indígenas, la implantación
de la imprenta, durante el siglo XVIII en “los Navíos de la Ilustración” de la
Compañía Guipuzcoana y después bajo el despotismo ilustrado de Carlos III (rey
de España 1759-1788) circulan en Venezuela los libros de Locke, Rousseau,
Voltaire, Condillac, control de los funcionarios españoles mediante las visitas
y los juicios de residencia, (todo eso, distinto al trato que dieron a sus
colonias Inglaterra, Francia y otras naciones de la época), y que hasta la
propia Independencia se gestó en el proceso colonizador, que “en su esencia”
era a la par español y mestizo. El historiador J. M. Siso Martínez señala que
los que defienden la obra española “siguiendo un método comparativo llegan a
demostrar que las acusaciones contra España, antes que fruto de un criterio
histórico, responde a una concepción política y a intereses determinados de países
colonialistas también enemigos de España como potencia colonial”.
Por el contrario, la otra leyenda, la leyenda negra, presenta la colonización española como un
período de barbarie, de crímenes, de ignorancia, de salvajismo. En su libro “Tapices
de Historia Patria, esquema de una morfología de la cultura colonial”, Mario
Briceño Iragorry apunta que para los que se afilian a la leyenda negra “la
Patria no vendría a ser sino el proceso republicano que arranca de 1810” y no “encontraron una continuidad que arranca
de la propia hora de la llegada a nuestro mundo americano de los pobladores
hispanos que engendraron nuestras estirpes sociales y dieron carácter y
fisonomía a la sociedad nacional”. Se estima que Bartolomé de Las Casas, con su
“Brevísima relación de la Destrucción de Indias”, aunada a las publicaciones de
países enemigos de España, juntas contribuyeron a la leyenda negra. Como en el
siglo XIX las colonias se separan de España, se arrecian las críticas contra
ésta, lo que se refleja, como lo acota Siso Martínez, en nuestra Declaración de
Independencia (donde se habla de “nuestra larga y penosa servidumbre”) y en la
Carta de Jamaica, donde nuestro Libertador denuncia “las barbaridades que los
españoles cometieron en el grande hemisferio de Colón”.
Ante
las dos leyendas, Mariano Picón Salas asume una posición más equilibrada en su libro “De la Conquista a la
Independencia”, al afirmar que “ni los conquistadores españoles fueron siempre
esos posesos de la destrucción que pinta la leyenda negra, ni tampoco los
santos o caballeros de una cruzada espiritual que describe la no menos ingenua leyenda
blanca”.
Reverberaciones tardías y absurdas de la
leyenda negra fueron decisiones tomadas por el régimen imperante en nuestro
país desde hace más de 20 años, entre otras las siguientes: el decreto número 2028, de fecha 11 de octubre
de 2002 que ordena que el 12 de octubre se le denomine, no como el Día del
Descubrimiento o de la Raza, sino como el Día de la Resistencia Indígena; la
remoción el 12 de octubre de 2004, de la estatua de Colón que estaba en el
Paseo Colón (Plaza Venezuela), que ahora pasó a llamarse Paseo de la
Resistencia Indígena; y el derribo y eliminación, en marzo de 2009, de la
estatua de Colón que tenía más de cien años en lo alto de las escaleras del
parque El Calvario, la última que quedaba en Caracas. Y, para incrementar aún
más la faena antiespañola, se acaba de anunciar que se había resuelto cambiar
el nombre a la autopista Francisco Fajardo, mestizo éste hijo de español y una indígena
de la etnia guaiquerí, por el nombre Cacique Guaicaipuro.
Colón murió en el año 1506 creyendo que,
gracias a la redondez de La Tierra, había llegado a Asia cuando en 1992 cruzó
el Atlántico en dirección hacia el oeste. No supo que se había encontrado con
un nuevo continente. Si hubiera vivido en nuestro tiempo y visitase a
Venezuela comprobaría qué es lo que hay
que hacer para destruir un país.
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