FRANCO, EXHUMACIÓN
Y NUEVO ENTIERRO
Carlos Canache Mata
Antes de referirme
a la exhumación de los restos mortales del dictador Francisco Franco en la
basílica del Valle de los Caídos y su segundo entierro en el cementerio de Mingorrubio
(cerca del palacio de El Pardo, que fue la residencia oficial de Franco) el día
24 de este mes, es pertinente hacer algunas consideraciones sobre el personaje
y la guerra civil, 1936-1939, que culminó con la derrota y desaparición de la
II República española, proclamada el 14 de abril de 1931.
El 12 febrero de 1936, se celebraron en
España las elecciones generales que dieron el triunfo al Frente Popular, una
coalición de partidos de izquierda (usamos la terminología tradicional, que nos
ahorra especificaciones más extensas) que proponía una reforma agraria (los
propietarios rurales, el 1% de la población, poseían los dos tercios de las
tierras cultivables), un manejo adecuado del problema de las autonomías
regionales, la amnistía de los presos políticos que habían sido encarcelados por
el gobierno de la derecha (que había surgido de las elecciones generales de
noviembre de 1933) durante las huelgas obreras de octubre de 1934, y ratificaba
la separación de la Iglesia y del Estado y la libertad de cultos que habían
sido decretadas en mayo de 1931, al comienzo mismo del proceso republicano que sucedió a la monarquía.
Como se dice, ardió Troya. La derecha se
alarmó con la victoria del Frente Popular, y
sus piezas se empezaron a mover de inmediato. El personaje de este
artículo, el general Francisco Franco, que era para el momento el Jefe del
Estado Mayor del Ejército, y el político de derecha José María Gil Robles,
líder de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) presionaron
fuertemente al Jefe del Gobierno, Manuel Portela Valladares (al que Franco
visitó personalmente), para que desconociera el resultado electoral y decretara
la ley marcial en todo el país. El gobierno de Portela sólo cedía a decretar el
estado de alarma, anterior al de guerra. Es más, el general Franco le pidió al director general de la Guardia Civil,
Sebastián Pozas, que sacara sus efectivos a la calle, a lo que no accedió. Como
las presiones seguían, Portela presentó la dimisión al Presidente de la
República, Niceto Alcalá Zamora, y Manuel Azaña fue su sustituto interino,
quien se arriesgó a enviar al general Franco a Canarias como Comandante
General. Las nuevas Cortes, electas el 12 de febrero, se instalaron en abril, y
el 10 de mayo de 1936 se nombra a Azaña nuevo Presidente de la República y a
Santiago Casares Quiroga Jefe del Gobierno.
La conspiración militar siguió activada y el
general José Sanjurjo, exiliado en Portugal, era reconocido como el líder indiscutible y jefe de la
futura junta militar de gobierno. En una reunión de principios de julio, se
fijó la fecha del 18 de julio de 1936 para el alzamiento militar. Los
acontecimientos se precipitan. El 13 de julio es asesinado el dirigente
conservador José Calvo Sotelo, y la sublevación en el protectorado del
Marruecos español se adelantó y se produjo el día 17 ante el rumor de que los conjurados iban a
ser detenidos. El día 20 muere en un accidente aéreo el general
Sanjurjo cuando viajaba a España para ponerse al frente de la situación
militar. Es por eso que Franco pasa a ser la primera figura del alzamiento: es
nombrado por la Junta de Gobierno de Burgos Generalísimo de las fuerzas de
tierra, mar y aire (29 de septiembre de 1936) y Jefe del Estado, del Gobierno y
de los Ejércitos de España (30 de enero de 1938). La guerra civil de tres años
concluye el 1° de abril de 1939 con la derrota y desaparición de la II
República.
Después de establecer un régimen dictatorial
de 36 años, Franco muere el 20 de noviembre de 1975. La exhumación de los
restos de Franco y su nueva inhumación han suscitado opiniones encontradas.
Para unos es reabrir las ya lejanas
heridas de la guerra civil, para otros, en cambio, con la exhumación “se
alivian” los tormentos provocados por quien los encabezó en una España
que tiene “todavía la impresionante espina de un mausoleo que
homenajeaba a uno de los
responsables de su desgracia colectiva, a un tirano que se cebó contra los
restos de los republicanos a quienes había derrotado cuando inició una lucha
fraticida después de un alzamiento militar contra el gobierno legítimo”
(editorial de El Nacional del 25-10-19).
Los familiares del dictador, en un
comunicado público, dicen que lo ocurrido es “un impúdico circo mediático, que
solo busca propaganda y rédito electoral”,
seguramente aludiendo a los pocos días que faltan para los comicios del
10 de noviembre. La verdad es que la exhumación ya estaba contemplada en la Ley
de la Memoria Histórica del año 2007 y
no se sabe si beneficiará a los competidores de la derecha o de la izquierda de
la próxima cita electoral.
Desde una acera de la Gran Vía de Madrid, un día del año 1952 yo ví al
dictador Franco que iba de pie en coche descubierto al lado de un gobernante
árabe visitante, seguidos de una larga fila de automóviles que garantizaban, en
lo posible, protección y seguridad. Me latigueaban la mente versos del poema
“España, aparta de mi este cáliz” del gran poeta peruano César V allejo:
…si la madre
España cae –digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a
buscarla!...
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