¿POR QUÉ NOS ODIAN?
Trino Márquez
Las
expresiones de xenofobia de reducidos grupos de la sociedad peruana, incluidos
policías y medios de comunicación, han causado un hondo impacto en Venezuela. La
ahora exdiputada Esther Saavedra, de
Fuerza Popular, partido dirigido por Keiko Fujimori, en una intervención en el
Congreso llegó a solicitar que el ejército sacara a los venezolanos, malos y
buenos, de esa nación. Lanzó una proclama similar al Decreto de Guerra a
Muerte: venezolanos, contad con la muerte
aun siendo inocentes, le faltó decir a la señora. ¿Por qué tanto odio del fujimorismo
contra los miembros de la diáspora que se encuentran en Perú? La conocida
periodista Rosa María Palacios, en su programa Sin Guion, señaló que ese encono
perseguía distraer la atención porque los reflectores de la opinión pública
estaban colocados sobre los casos de corrupción que salpican a la mayoría
fujimorista del Congreso y en las tensiones existentes entre el Parlamento y el
Ejecutivo. Ya sabemos cómo se resolvió el conflicto. El presidente Martín
Vizcarra decidió clausurar el órgano legislativo y convocar nuevas elecciones
en enero próximo. Las piruetas chauvinistas del fujimorismo no fueron eficaces. Esther Saavedra y Keiko Fujimori
deben de estar decepcionadas. Sin embargo, el problema de la xenofobia va
más allá de la manipulación política. Nicolás Maduro condenó de forma
categórica los episodios de persecución y acoso a los venezolanos. Era lo menos
que podía hacer quien es el gran culpable de la tragedia que viven millones de
compatriotas expulsados al exterior. Su aparente furia no puede encubrir esa
responsabilidad inocultable.
Hacia Perú se han movilizado más de medio
millón de venezolanos. Acnur, la Oficina Internacional de Migraciones y el
gobierno peruano estiman que 2019 cerrará con una población cercana al millón
de exiliados. Esta cifra es muy alta para una nación de proporciones medias
como esa. El impacto en los servicios públicos será muy alto. Al Gobierno le
resultará muy difícil atender las demandas de esa población tan elevada.
Ese choque hay que examinarlo en su
contexto. En un trabajo publicado en
BBC Mundo, el periodista Ángel Bermúdez señala que los gastos realizados por
los venezolanos en 2018, de acuerdo con cifras del Banco Central de Perú,
representaron un punto de los cuatro que creció el PIB durante ese lapso. En
otros términos, la contribución fue de 25%. Nada despreciable. Otro dato
significativo, también según el banco central, es que la inflación en 2018
disminuyó, especialmente porque la oferta laboral del contingente de
venezolanos permitió que la remuneración salarial se mantuviera estable. La
gran mayoría de ellos trabajan en el sector formal. Solo una franja compuesta
por 30.000 compatriotas se desempeña en el sector informal. Los venezolanos
contribuyeron a que hubiese crecimiento sin inflación y sin expansión acelerada
de la informalidad, objetivo que toda economía sana aspira.
La periodista Rosa María Palacios ha
desmontado algunas mentiras difundidas por los xenófobos. Una de ellas es que
los venezolanos están protegidos por la Ley
de sueldo mínimo vital. Palacios demuestra que tal prerrogativa no existe.
La ley de sueldo mínimo rige para todos los trabajadores peruanos, sin que se
discrimine o privilegie a ningún estrato en particular. Otro dato relevante es
el que se refiere a la delincuencia. Los xenófobos dicen que los delitos han
aumentado de forma exponencial. Una nueva distorsión. En Perú la población
penitenciaria asciende a 70.000 reclusos. De ellos, solo 74 son venezolanos.
Entonces, ¿a partir de cuál criterio se establece que los venezolanos son
‘delincuentes’? En el grupo emigrante hay capas que carecen de educación y
formación en un oficio calificado. Este núcleo trata de ganarse la vida de
formas poco convencionales. Algunos transgreden las normas. Cometen delitos. Lo
mismo ocurría con quienes abandonaron Perú durante la aciaga década de los
ochenta, cuando los terroristas de Sendero Luminoso y Túpac Amaru causaban
pánico entre los peruanos y muchos de ellos huían despavoridos hacia otras
naciones del continente, entre ellas Venezuela. Aquí nadie dijo que todos los
peruanos eran unos gamberros que debían ser expulsados en masa.
La xenofobia siempre conduce por caminos descarriados. Lo que más les duele es que 70% de los venezolanos que se hallan en Perú poseen títulos universitarios. Son profesionales y técnicos de alta calificación. El pequeño lote de desadaptados que han cometido actos repudiables no representa a la inmensa mayoría que ha salido a buscar un destino mejor al que Nicolás Maduro y su socialismo del siglo XXI ofrecen. Los xenófobos odian al extranjero, al que es distinto, porque son mediocres, no se atreven a competir, tienen complejo de inferioridad y colocan la responsabilidad de sus males en factores externos.
La xenofobia siempre conduce por caminos descarriados. Lo que más les duele es que 70% de los venezolanos que se hallan en Perú poseen títulos universitarios. Son profesionales y técnicos de alta calificación. El pequeño lote de desadaptados que han cometido actos repudiables no representa a la inmensa mayoría que ha salido a buscar un destino mejor al que Nicolás Maduro y su socialismo del siglo XXI ofrecen. Los xenófobos odian al extranjero, al que es distinto, porque son mediocres, no se atreven a competir, tienen complejo de inferioridad y colocan la responsabilidad de sus males en factores externos.
La buena noticia es que en la capital
peruana se formó hace algunos años el Grupo de Lima, que reúne a gobiernos democráticos
que enfrentan sin tregua a Nicolás Maduro. En este momento ese comportamiento
solidario debemos subrayarlo, al igual que la actitud de la mayoría de los
peruanos, que han recibido a los venezolanos con respeto y fraternidad.
@trinomarquezc
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