DE CUMBRE EN ABISMO, DE ABISMO EN CUMBRE
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
El Universal
El
senador Marco Rubio tuvo el coraje de decir la verdad sobre el
resultado de la Cumbre de Lima: “no hubo consenso para introducir una
referencia a la situación venezolana en la declaración final”. Esto
debiera servir para evaluar cuáles son los instrumentos con los que la
“comunidad internacional” puede incidir positivamente en los países. Y
aunque el odio hace olvidarlo, no hay otro mejor que una fuerza
electoral, triunfante o derrotada con respaldo masivo. En la solicitud
de varios magistrados para el antejuicio de mérito contra Maduro, se
juega a una intervención extranjera que por improbable podría
decepcionar a los ilusionados o, de ocurrir, abrir la caja de Pandora.
La misma frustración de los que creyeron que el referéndum
popular (16/07/17) era la hora cero para sacar al gobierno. Políticos
que merecen el título, saben que las acciones simbólicas son armas
traicioneras que vuelan las manos de quienes las manejan torpemente. La
Cumbre de Presidentes americanos se creó a comienzos de los 90 para
darle operatividad al ALCA (Asociación de Libre Comercio para las
Américas) y la primera de las ocho realizadas fue la de Miami en 1994.
Con el Socialismo del Siglo XXI, la periódica reunión cambió de
naturaleza, se abortó el ALCA y surgió en su lugar el ALBA (Alianza
Bolivariana), un engranaje revolucionario.
Se frustró un
proyecto que hubiera contribuido a mejorar las economías y acercarlas al
siglo XXI y las cumbres tuvieron un sentido antiimperialista y no
comercial. La de Mar de Plata, Argentina (2005), fue la del
tercermundismo contra EEUU, la “economía neoliberal”, el furor
anticapitalista, la segunda independencia y demás. Pero la de 2018 en
Lima es un claro enjuiciamiento de las cumbres anteriores y de lo único
que dejó el Socialismo del siglo XXI: la corrupción masiva, sistémica,
estructural, Odebrecht. Y la destrucción de Venezuela, desdichada tierra
en la que nació la pesadilla.
De un error a otro
Chávez,
Lula, Kirchner, hoy son iconos de las miserias latinoamericanas y
demuestran que el único socialismo bueno es el socialismo derrotado. La
corrupción de Odebrecht corroyó el continente de arriba abajo, tanto que
se asordina el desastre porque las consecuencias de enfrentar lo
ocurrido en por lo menos 14 países serían más graves que el silencio (ya
cayeron dos cabezas). Esta Cumbre de Lima revela crudamente las
equivocaciones dolorosas, la frivolidad de los países y los liderazgos,
la volubilidad de la comunidad internacional. Ayer el continente, los
mandatarios, las muchedumbres deliraban a las insensateces que decía
Chávez.
Hoy se inclinan ante otros y el señor Luis
Almagro, secretario general de la OEA, es una evidencia de esa debilidad
del juicio que contribuyó a que la revolución se entronizara en
Venezuela en medio del aplauso de la “comunidad internacional” hoy
arrepentida. En marzo de 2014, con Maduro un año en la presidencia, el
entonces canciller Almagro de Uruguay, dijo que Chávez “reinventó
Latinoamérica” y que “hay un norte que tiene que ver con la integración
que Chávez fue construyendo ladrillo a ladrillo”.
También
dejó para la pequeña historia, esta joya: “Es claro que si todos
fuéramos más como Chávez, habría mejores condiciones de democracia…
mejores condiciones de derechos humanos para todos nuestros pueblos en
Latinoamérica. Ojalá que cada uno de nosotros, en el ámbito que
corresponda, recoja su ejemplo y lo lleve adelante, como de alguna
manera intento yo cada día”. En septiembre de 2015, hace apenas cinco
semestres, el ahora secretario general de la OEA dejó escapar estas
aladas palabras.
Los dos Almagro
Dijo Almagro para el récord Guinness
del bandazo: “Chávez cambió completamente la arquitectura de las
relaciones en nuestros países, demostró una generosidad extraordinaria,
una dimensión humana como muy poca gente”. Y la guinda del pastel: “Si
yo tuviera que decir algo de Hugo Chávez, diría que es el político
latinoamericano más grande, más genial en su dimensión intelectual y
moral de los últimos 52 años”. Al verlo derretido chavista, y
apenas dos años y medio después tragasables, jefe del abstencionismo
destructivo, hay razones para pensar que está tan equivocado en una como
en la otra (ver Mario Villegas: Quinto Día, 13/04/18).
El
péndulo se desplaza hacia el error contrario. La falta de sentido de la
realidad política, lleva a países hoy preocupados por la democracia a
tal torpeza que ayudan al gobierno que quieren derrotar. Que gran parte
de la región haya tomado esas incoherentes y ciegas ruta de adular a
Chávez, y que ahora boicoteen el proceso electoral de Venezuela,
complica la salida del gobierno y aumenta su costo. No tienen la Cumbre,
ni la OEA, ni el Grupo de Lima, los mecanismos para la única opción que
sustituiría el voto: una intervención externa.
Y la
ONU, que si lo tiene constitucionalmente, no puede usarlo por el veto de
Rusia y China. Da la impresión que las acciones latinoamericanas contra
la revolución no conducen al cambio sino a la incertidumbre. Es tiempo
ya de hacer balance de las sanciones aplicadas para tener claros sus
resultados. Y mientras más sanciones, más miseria, inflación,
devaluación. En momentos de casi hambruna, las fotografías nos enseñaban
a Fidel Castro devorando langostas con visitantes extranjeros. Los
recursos que vienen del petróleo, siempre irán a la nomenclatura y el
hambre siempre irá a las mayorías.
@CarlosRaulHer
No hay comentarios:
Publicar un comentario