Entre la abstención y la participación
FERNANDO OCHOA ANTICH
EL NACIONAL
En un artículo que escribí hace algunas
semanas mantuve que lograr la división de la oposición era la estrategia
diseñada por Nicolás Maduro para evitar una aplastante derrota en la
próxima elección presidencial como consecuencia del creciente rechazo de
los venezolanos a su figura y a su desastrosa gestión de gobierno. Esa
estrategia ya había obtenido un primer éxito, en el año 2017, al romper
la unidad de la oposición y debilitar el acuerdo político que había
permitido el indiscutible triunfo en las elecciones parlamentarias del
año 2015. La unidad opositora se dividió entre radicales, que creían en
la protesta popular como la forma más eficaz para derrocar a la
dictadura, y los “electoralistas”, que mantenían la vía constitucional,
democrática, pacífica y electoral como la única manera posible para
imponer un cambio político. La protesta popular fue diezmada por la
criminal represión del régimen. Esta dolorosa realidad pareció indicar
que la oposición había recuperado, de nuevo, su unidad monolítica.
Lamentablemente no fue así. La
inconstitucional convocatoria de una asamblea nacional constituyente,
irrespetando el principio: un ciudadano, un voto, demostró que el
régimen madurista no permitiría jamás unas elecciones realmente
transparentes en las cuales pudiese ser derrotado. Los comicios para
elegir alcaldes y gobernadores así lo demostraron: la convocatoria a
destiempo, las miles de triquiñuelas empleadas, el fraude electoral en
contra del triunfo de Andrés Velásquez en el estado Bolívar y la
obligación impuesta a los triunfadores de juramentarse ante la írrita
asamblea nacional constituyente, evidenciaron esta nueva realidad
política. En virtud de los atropellos electorales cometidos por el
gobierno, ha tomado cuerpo el abstencionismo, en respuesta a este estado
de cosas. Debemos también agregar la manifiesta incapacidad de la
dirigencia opositora para diseñar una exitosa estrategia que pudiese
garantizar un cambio político en Venezuela.
De todas maneras, el sector
“electoralista” quiso hacer un último esfuerzo para preservar el camino
democrático y aceptó participar en Santo Domingo en unas nuevas
conversaciones con el objeto de lograr las condiciones electorales
previstas en la Constitución y en las normas legales establecidas. El
gobierno se dedicó a sabotear la posibilidad de lograr ese acuerdo y,
como era de esperarse, dicho esfuerzo fracasó. Ante la reprochable
conducta oficial, un amplio sector de la comunidad internacional, así
como importantes factores del quehacer nacional, se pronunciaron por el
desconocimiento del resultado de la próxima elección presidencial.
Igualmente, con el argumento de no convalidar la ilegalidad del proceso,
la mayoría de los partidos políticos de oposición decidieron no
participar. Henri Falcón insistió en que se escogiera un candidato
único, fuera por encuestas o por primarias, manteniendo que era posible
derrotar al régimen dado el inmenso rechazo popular de Nicolás Maduro.
El resultado ha sido el
recrudecimiento de la división entre electoralistas y abstencionistas.
Cada sector cree en su estrategia para lograr el cambio político: el
electoralista considera posible la derrota de Nicolás Maduro en las
elecciones presidenciales; el abstencionista cree en la presión
internacional para debilitar el régimen. Esta situación no debió haber
ocurrido. Era de extrema importancia mantener la unidad de la oposición.
Lamentablemente, así de compleja es la condición humana y la política.
Peor aún es que ocurran ataques entre uno y otro sector. Espero que esa
situación se supere, pues después del 20 de mayo será imprescindible
unificar a la oposición para enfrentar la difícil situación nacional. No
es fácil ver el futuro, pero los abusos gubernamentales y la creciente
crisis social, consecuencia de la hiperinflación, del hambre y la
muerte, puede conducir a un proceso incontrolable de violencia o a una
creciente apatía que paralice la capacidad de lucha de nuestro pueblo.
Veamos ahora las actuales
circunstancias políticas: Henri Falcón está en campaña. La totalidad de
las encuestas le dan más de 12 puntos a su favor, cerca de 2 millones de
votos. Si esta realidad se consolida tendría reales posibilidades de
triunfo, pero requiere de un eficiente control de las mesas y de las
actas electorales. Su programa de gobierno plantea, desde un punto de
vista político, reducir el período presidencial a 4 años y eliminar la
reelección inmediata; desde un punto de vista económico, mejorar la
calidad de vida; ayudar a los más afectados por la crisis y otorgar al
sector privado el marco jurídico y los incentivos para crear empleo,
producir y crecer. Tres medidas han tenido un gran impacto popular:
devolver las empresas expropiadas, dolarizar para controlar la
hiperinflación y crear la tarjeta solidaria. La dictadura madurista no
va a aceptar la derrota: incrementará el fraude y utilizará la fuerza
para no reconocerla. Henri Falcón debe estar preparado para denunciarlo
enérgicamente ante nuestro pueblo y el mundo.
El sector abstencionista planteó como
estrategia central utilizar el campo internacional para cuestionar y
debilitar la dictadura madurista. Sin lugar a dudas, el esfuerzo
realizado por los diputados Julio Borges y Luis Florido ha tenido una
gran importancia para lograr el actual respaldo internacional.
Recientemente han ocurrido dos hechos que han cuestionado aún más la
legitimidad del régimen madurista: la reunión de la VIII Cumbre de las
Américas y el enjuiciamiento de Nicolás Maduro por el legítimo TSJ en el
exilio. La Cumbre de Lima tuvo el impacto esperado. Pudimos observar
que el tema central: “Gobernabilidad democrática ante la corrupción”,
fue opacado por las duras críticas que recibió el gobierno de Maduro por
su convocatoria a destiempo de las elecciones de mayo y su falta de
condiciones democráticas. Además, el comunicado sobre Venezuela,
aprobado por 17 países, planteó la necesidad de una solución democrática
y humanitaria a nuestra inmanejable crisis nacional.
La audiencia pública del legítimo
Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, celebrada el 9 de abril en el
Senado colombiano, discutió las pruebas presentadas por la fiscal
general de la República, Luisa Ortega Díaz, reconociendo que “existen
causas probables en la comisión de delitos de corrupción y legitimación
de capitales por el señor Nicolás Maduro Moros, en su ejercicio como
jefe del Estado, en su relación personal con la empresa brasileña
Odebrecht”. Esta realidad obliga al legítimo TSJ en el exilio, en
cumplimiento del artículo 266 constitucional, “a declarar si hay o no
mérito para el enjuiciamiento del presidente de la República, y en caso
afirmativo, continuar conociendo de la causa, previa autorización de la
Asamblea Nacional, hasta sentencia definitiva“. Así lo comunicó a la
Asamblea Nacional y esta, con una mayoría suficiente de 105 votos,
autorizó el enjuiciamiento del presidente Nicolás Maduro.
Los esfuerzos de la oposición
democrática, sea electoralista o abstencionista, han logrado un
importante efecto político: debilitar la base de sustentación del
régimen madurista. Esta realidad parece no tener posibilidad de
recuperación, ya que las constantes y permanentes arbitrariedades y
corruptelas de la camarilla gobernante han minado de tal manera la
legitimidad de origen y de ejercicio de Nicolás Maduro que la propia
base de sustentación del régimen, constituida por la Fuerza Armada
Nacional, el PSUV y la propia camarilla gobernante, empieza a
desmoronarse. Los rumores de graves divisiones internas, la detención y
encarcelamiento de un número importante de oficiales, entre ellos varios
comandantes de unidades tácticas, y el enfriamiento de algunos
importantes respaldos en el orden político, nacional e internacional,
muestran esta dura realidad. Le doy un buen consejo a Nicolás Maduro:
impulse una inmediata transición política. No hacerlo puede traerle
graves consecuencias a usted y a Venezuela.
fochoaantich@gmail.com
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