MUCHO MAS QUE TRES CEROS MENOS
PEDRO PALMA
A raíz del anuncio de quitarle tres
ceros a la moneda a partir del 4 de junio de 2018, voceros oficiales han
manifestado que eso servirá para controlar la inflación, para eliminar
el problema de la escasez de efectivo y para evitar que se sigan fugando
billetes hacia países vecinos. Creo que esos anuncios carecen de
fundamento.
La hiperinflación que padecemos se
debe a múltiples factores, entre los que destaca el financiamiento de
los enormes déficits públicos por el BCV a través de la creación masiva
de dinero sin respaldo, lo cual se ha traducido en una expansión
desbocada de la oferta monetaria. Paralelamente, existe una escasez
crónica de bienes y servicios, debido a la ineficiencia supina de las
empresas públicas y al diezmado sector productivo privado, víctima este
último del acoso gubernamental, de los controles desmedidos que se le
imponen y de la imposibilidad de disponer de los insumos que requiere.
Esa menguada oferta interna no ha podido ser compensada con
importaciones por la escasez de divisas existente, producto de los
mermados ingresos petroleros, de los elevados compromisos de pago de
deuda pública externa y de la corrupción gubernamental.
Otro factor generador de inflación es
la profunda distorsión cambiaria, caracterizada por un divorcio entre
la tasa de cambio oficial y la libre, y por el acaparamiento
gubernamental de los escasos dólares preferenciales, teniendo los
empresarios que adquirir las divisas que requieren en el mercado
paralelo, pero a un precio muy alto y que, se espera, seguirá subiendo
con fuerza. Esa expectativa aviva la inflación, pues los precios se
establecen con base en los costos esperados de reposición, los cuales, a
su vez, dependen en gran medida del encarecimiento previsto de la
divisa.
El abatimiento de la hiperinflación
exige la corrección de todos los factores que la generan. Para ello es
indispensable subsanar el desequilibrio de las finanzas públicas a
través, entre otras cosas, de la sinceración de las tarifas de los
servicios públicos y de los precios de los bienes producidos por el
Estado, como el de la gasolina; de una mayor eficiencia del gasto
público, de la privatización de múltiples empresas públicas ineficientes
y muy onerosas, y de un efectivo control de los manejos de la cosa
pública; en resumen, a través de la implementación de una política
fiscal racional y efectiva.
En materia monetaria, hay que
suprimir el financiamiento del gasto público deficitario por el BCV,
devolverle la autonomía a esa organización y orientar la política
monetaria al logro de metas inflacionarias. Hay que implementar una
política cambiaria racional, eliminando el control de cambios e
implantando un sistema de libre convertibilidad con un tipo de cambio
único y flexible, y contar con un abundante financiamiento externo.
También se necesita incrementar y diversificar la oferta de bienes y
servicios, para lo cual hay que mejorar los servicios públicos y
estimular la inversión, condiciones de base para lograr un sector
productivo eficiente, diversificado y competitivo.
Por último, es indispensable
desmantelar los controles de precios y de otra índole, permitiendo así
la interacción eficiente de las fuerzas del mercado.
Si la reconversión monetaria no viene
acompañada de un plan de estabilización que busque abatir la inflación,
poco o nada será lo que se logre con ella. Por una parte, continuará el
problema de escasez de efectivo, pues no hay razón para pensar que
ahora sí se podrán producir oportunamente los billetes en las cantidades
suficientes, o que las razones que explican la fuga de estos hacia los
países vecinos desaparecerán; por la otra, en muy poco tiempo saldrán de
circulación los nuevos billetes, pues con ellos no se podrá comprar
nada, teniendo estos que ser sustituidos por otros de más alta
denominación.
Como se ve, la cuestión va mucho más allá de quitarle tres ceros a la moneda.
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