CARLOS A. ROMERO
EL UNIVERSAL
En Venezuela la política está
dormida. Hay un desbalance bastante significativo entre las acciones y
declaraciones emprendidas por varios gobiernos y organismos
internacionales en contra de lo que hay en el país y los factores
domésticos que no terminan de presentar una verdadera alternativa. En
verdad, el pueblo está alejado del poder y se dedica a enfrentar con
mucho tesón las calamidades cotidianas.
Basta revisar los
contenidos de los medios y de las redes sociales para comprender el
grado de radicalismo que se observa entre quienes son opositores y el
“cuento de hadas” que transmite el oficialismo. Ambas visiones
polarizadas no permiten analizar con claridad lo que está pasando y
sobre todo, impiden proyectar lo que pueda suceder en un futuro cercano.
En
primer término, la llamada comunidad internacional, es una parte,
aunque sin duda muy poderosa de los actores internacionales que se
oponen al régimen venezolano. Otro grupo de referencias globales apoyan
al Gobierno y por ello es comprensible que las medidas
tomadas progresivamente para ar-ticular un embargo financiero y
económico no hagan mucha mella en la transición tan deseada por muchos
compatriotas.
En segundo lugar, es falso que el dilema venezolano
se vaya a solucionar con tan solo la aplicación de recetas del exterior y
con un gobierno en el exilio. Mientras no haya una correlación de
fuerzas entre los factores externos y los factores internos, no se podrá
llevar adelante el cambio que el país requiere, ni tampoco se podrá
pensar en una alternativa de poder ni implementar un programa de
reformas.
El tiempo corre en contra de una solución negociada que
impida tanto esta parálisis que vivimos ahora como algo que pueda ser
peor. Por otra parte, todos los días se desbarata con mayor fuerza el
catálogo de opciones pacíficas para salir de la crisis que afecta a una
sociedad que está en peligro, así como también casi todos sus
habitantes; por cierto, sin distinción alguna.
romecan53@hotmail.com
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