HUMBERTO N'JAIM, EXCELENTE PROFESOR, MEJOR PERSONA
Joaquin Perez Rodriguez
Humberto Njaim ha fallecido. Lo mato un cancer fulminante. Desearía hacer una reseña de la vida de Humberto. Me llevaría años. Prefiero citar algunos episodios donde coincidimos y en los cuales se puede apreciar su calidad humana.
Fuimos amigos por muchos años. Desde los 60, cuando llegué a Venezuela expulsado de mi Cuba natal por defender la democracia contra el comunismo fidelista. Estudiábamos los dos y participábamos en el Movimiento Universitario Católico, muy cerca de COPEI, orientados por el cura Herman y por Cardón.
Eran
tiempos difíciles porque Fidel quería incorporar Venezuela a su plan
internacional. Los venezolanos dieron una gran pelea y los jóvenes
estuvieron en la vanguardia de esa lucha. Entre esos jóvenes valientes,
que abandonaban los libros para enfrentar la insurrección bélica, estaba
Humberto.
Recuerdo
que coincidimos en un viaje a un congreso universitario en Natal,
Brasil. Allí también se estaba dando la lucha contra los intentos
subversivos de las ligas camponesas (las ligas campesinas comunistas),
con su líder Francisco Juliao al frente y el gobernador comunista del
estado de Rio Grande do Norte, donde se celebraba el congreso. Allí
asistimos los miembros cubanos anticastrista
s
(yo era miembro electo de la Federación de Estudiantes Univesitarios de
Cuba) y la representación de los castristas, que no habían sido
electos. El congreso estaba dividido justo en dos mitades. La delegación
venezolana también estaba dividida en dos partes iguales de comunistas y
anticomunistas. La diferencia de esa delegación, y del congreso, estaba
en el voto de Jairo Paez, presidente de los estudiantes de la
Universidad de los Andes. Humberto había viajado junto a Jairo en el
avión que lo trajo a Natal, y notó que ese voto no estaba seguro. Habló
con Hilarión Cardozo, que era el representante de la Democracia
Cristiana, y entre los dos lograron convencer a Jairo, ganar la
delegación venezolana y, por ende, el Congreso. Desde ese momento se
pudo saber que Humberto era un hombre prudente que sabía argumentar y
convencer. Fue una derrota catastrófica para el fidelismo en América y
en el mundo estudiantil latinoamericano.
Cuando
salí electo presidente de Fedeagro, la federación de productores
agrícolas de Venezuela, no había cumplido los 30 años de edad, sin ser
aún venezolano y con la representación de la Federación de los
industriales y comerciantes en contra, Humberto estuvo a mi lado. No
tenía como pagarle, porque los agricultores no teníamos recursos y yo
menos. Pero eso no le importó. Me ayudó todo lo que pudo en una desigual
pelea por subir los precios agrícolas, que estaban congelados por el
Estado, mientras los costos de las maquinarias y los químicos se
encarecían porque no estaban congelados. Al fin, después de muchas
huelgas y marchas de tractores, logramos crear un mecanismo para
establecer precios más justos. Además de muy buen abogado, Humberto era
un excelente consultor.
Estuve
a su lado cuando perdió a su hijo Pablo, abogado como él. Resuena en mi
mente, como si fuera hoy, su frase desgarradora al despedirse por
última vez: "Adios, hijo mío"
Unos
años después, me insistió para que dictara un seminario sobre campañas
electorales en la escuela de Ciencias Políticas de la Universidad
Central de Venezuela. El seminario se mantuvo por varios años y se llevó
al nivel de postgrado gracias a la deferencia del Profesor Angel
Alvarez, director del post grado y también gran amigo de Humberto.
Un
día, allá por el año de 1987, nos tropezamos en uno de los pasillos de
la Universidad y me dijo: "Creo que hay que enseñarle computación a los
estudiantes de Ciencias Políticas. Pero no a escribir en computadora,
sino a pensar con la computadora". Asi comenzó un seminario que dimos
por varios años y en el cual se les enseñaba a los alumnos desde los
orígenes de la computación, hasta el uso del análisis de sensibilidad
para tomar decisiones de gobierno.
Asi
era Humberto, un hombre valiente, sereno, un gran científico del
derecho y de la política, un experto en luchar contra la corrupción en
los gobiernos, tema sobre el que escribió libros y artículos, y un
hombre que veía a largo plazo.
Venezuela
pierde a un gran valor. Me entristece su partida. Pero más me
entristece lo que sufrió, en el ocaso de su vida, viendo a la Venezuela
de sus sueños desaparecer en medio de una pesadilla grotesca. Debió ser
un sufrimiento mayor en alguien que entendía el mundo de la política
mejor que muchos, mejor que casi todos. Descansa hermano, y Dios permita
que Venezuela vuelva a ser lo que tu soñaste, pero no pudiste ver. Tu
legado hará mucha falta en la recuperación que tiene que venir.
Joaquin Pérez Rodríguez
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