CORRUPCION, MILITARISMO Y DEMOCRACIA
EMILIO NOUEL V.
En los últimos tiempos, la corrupción ligada a la política, en el mundo y nuestro entorno hemisférico, se ha vuelto un asunto de grandes dimensiones y sobre el cual no podemos ser indiferentes. No solo por tratarse de un tema de carácter moral y/o legal, sino también porque sus efectos económico-sociales son, las más de las veces, nefastos.
La reciente Cumbre de la Américas en Perú la tuvo como tema central, vinculándolo con el tema de la gobernabilidad.
Hace un tiempo atrás decía en un ensayo (“Corrupcion global y regulaciones internacionales” incluido en el libro Nuevos Temas de Derecho Internacional, Libros
El Nacional, 2006), que la corrupción resulta imposible erradicarla de
manera total y definitiva y que habrá que convivir con ella, pues los
hombres no son ni serán ángeles; por lo tanto, harán falta gobierno y
controles que busquen reducirla o llevarla a su mínima expresión,
incapaces como somos, de acabarla.
Recordaba entonces aquello que decía Hayek de que el hombre no solo
sigue reglas, también persigue fines, y que en posiciones de poder, a mi
juicio, se puede apartar de aquellas y sucumbe, en mayor o menor grado,
ante la tentación de obtener beneficios ilícitos, individuales o de
grupo, echando mano a prácticas administrativas reñidas con la ley.
Pareciera que nuestros pueblos se han ido concienciando respecto de
la conexión íntima y directa entre corrupción, tanto privada como
pública, y la carencia de bienestar. Los estudios sobre este tema lo han
documentado con cifras, demostrando como repercute en los niveles de
desarrollo y crecimiento, y amenaza las bases de la economía mundial, la
competencia, las inversiones y el comercio.
Para nadie es un secreto que en nuestro país, Venezuela, la
corrupción se ha potenciado en tiempos recientes a niveles
insospechados.
Los enormes ingresos petroleros recibidos por el gobierno venezolano,
que hoy es más militar-cívico que cívico-militar, han tentado a
funcionarios inescrupulosos, que se han enriquecido de la manera más
obscena posible.
Las múltiples denuncias al interior del país y las que vienen desde
fuera lo corroboran. Las pruebas e indicios sobran. Mientras en otros
países se enjuician y encarcelan a los delincuentes que han desfalcado
al erario público, como lo vemos en el caso de la transnacional de la
corrupción, Odebrecht, en el nuestro la impunidad es escandalosa, sobre
todo, cuando han sido señalados con nombre y apellido los involucrados
en esta suerte de internacional, que hemos llamado Corruptos sin fronteras.
Al frente de los Ministerios más importantes y de las principales
empresas públicas nacionales han estado y están militares activos y/o en
situación de retiro.
Las cifras de su participación determinante en todas las áreas de
nuestra economía están suficientemente documentadas por investigadores
independientes, basta revisar la Gaceta Oficial.
Los militares que prácticamente controlan el gobierno de nuestro
país, enarbolan una ideología militarista mesiánica, que impuso Hugo
Chávez.
Ello se ha concretado en leyes, definiciones de políticas y
decisiones administrativas. Los militares tienen empresas bancarias, de
seguro, de medios televisivos e impresos, de extracción de minerales y
de distribución de alimentos, entre otras.
Los resultados desastrosos de esta administración militar están a la
vista. Más allá de la incompetencia y la ignorancia, la inmoralidad
administrativa es lo que impera. Los que con seguridad no están en la
misma situación lamentable son sus bolsillos.
En el ámbito internacional se han tomado medidas y se anuncia otras
de carácter multilateral sobre el caso particular de Venezuela. El
Secretario del Tesoro de EE.UU, S. Mnuchin, declaró el 19-4-2018, que
son necesarias acciones concretas para restringir la capacidad de
corrupción de los funcionarios del gobierno venezolano y de sus redes de
apoyo, que abusan del sistema financiero internacional, y en tal
sentido, hace saber que los países occidentales acordaron fortalecer la
cooperación internacional para intercambiar información a través de
canales apropiados sobre los activos propiedad de aquellos.
Algún día, espero que pronto, llegará implacable la justicia para
enderezar este estado general de corrupción. Cuando retorne la
democracia se dispondrá de todo lo que corresponda para enjuiciar a los
culpables de nuestra desgracia actual.
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