Luis Alberto Buttó
Sin lugar a dudas, las victorias parciales suman en la consecución
del triunfo final. Ayudan en este sentido por la combinación de dos
razones obvias. En primer lugar, mantienen en alto la moral de todos los
que se empeñan en materializar el objetivo previamente formulado, pues
generan la percepción de que efectivamente se avanza en la dirección
trazada. Cuando el ánimo de los involucrados decae por razones
coyunturales, obtener logros en escalada renueva los bríos perdidos y la
gente persiste en la lucha porque sabe que no está arando en el mar. En
segunda instancia, cuando estas victorias parciales se producen más
allá del contexto de quienes directamente padecen el problema, se es
consciente de que se cuenta con respaldos que agregan fortaleza a las
propias capacidades, razón por la cual se asume como posible el avance
sostenido. Huelga decirlo, siempre es de suma importancia conquistar
estos éxitos no totales.
Empero, por más importantes que en sí mismas puedan ser las victorias
mencionadas, es menester recordar que en modo alguno son concluyentes,
pese a todo el contentamiento que generan. Al engolosinarse con ellas se
corre el riesgo de perder el foco del combate iniciado y el desvío
conduce a puertos alejados del éxito que se anhela. Esto puede ocurrir
con ciertos pronunciamientos y acciones de la comunidad internacional
frente a la inexistencia de democracia en Venezuela y en reconocimiento
de la espantosa crisis humanitaria que padecemos los venezolanos
atrapados en esta especie de Gulag gigantesco en que los perseguidores
de la libertad han convertido al país. Claro que es reconfortante saber
que no estamos solos, que nuestros reclamos y sufrimientos se oyen y
comprenden en el concierto internacional, y que allende nuestras
fronteras se agregan voluntades para ayudarnos a superar tan espantoso
trance. Pero también es sano reconocer que eso es insuficiente. Nada de
lo que los demás hagan por nosotros bastará para enderezar el rumbo
torcido de nuestro destino como nación. La verdadera tarea nadie nos la
va a hacer: es nuestra única y exclusiva responsabilidad. Por más
contundentes declaraciones que afuera se emitan, si los venezolanos
evadimos tomar el toro por los cuernos, éste continuará bufando a sus
anchas.
Sólo con sólida unidad se frena al autoritarismo. Sólo con la firmeza
demostrada por un movimiento unitario edificado sin dobleces, sin
banalidades, sin desespero por la figuración mediática, sin apego a
intereses parciales, sin aventurismos y malcriadeces, sin demostraciones
efectistas que nada agregan efectividad en el acercamiento al gran
objetivo de rescatar la institucionalidad republicana, se podrá evitar
que el autoritarismo continúe deshaciendo con el poder acumulado. Si
todo aquel con alguna posibilidad de empujar en la activación del cambio
(en verdad, todos la tenemos; unos más, otros menos) sigue pensando con
estulticia cómo va a quedar el día después, sin haberse paseado
mentalmente por la necesidad impostergable de construir la víspera de
ese mañana, los expertos en triturar toda expectativa de futuro
continuarán desarrollando su macabra labor que ya dura dos décadas. Sin
unidad realmente incluyente, no excluyente como hasta ahora se ha
perfilado, no hay manera de erigirse en real opción de poder y la gente,
con razón, desestimará toda convocatoria que se haga porque seguirá
sintiéndose sola en el sufrimiento cotidiano. Eso hay que entenderlo. Es
suicida no hacerlo.
Sí, aplaudamos todas las Cumbres, pero remontemos nuestra propia colina.
Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3
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