LAS VOCES DEL SILENCIO
FERNANDO RODRIGUEZ
EL NACIONAL
No hay día en que no explote un grito
estridente en algún lugar señalado del planeta contra la dictadura de
Maduro. Hoy miro en el diario una foto bastante significativa en la que
Macron, presidente de Francia, está acompañado de Julio Borges (PJ),
Carlos Vecchio (VP) y Antonio Ledezma (SV), y leo que el mandatario se
solidarizó con la lucha por la democracia en Venezuela, “lamentó las
repetidas ofensas al Estado de Derecho y a los derechos humanos y
recordó que las condiciones de la organización de las elecciones
presidenciales… no permiten una elección libre, justa y transparente”.
Es especialmente llamativa la escena, por supuesto, por el país que los
acoge y la notoria presencia europea de su presidente, pero también
porque por vez primera veo unidos factores fundamentales de la oposición
nacional, lo cual es ciertamente muy valioso. Es un paso hacia la
unidad justamente deseada por los que repudiamos el siniestro momento
que vivimos.
Además, leo que el nuevo canciller de
Perú ratifica el veto a la asistencia de Maduro a la Cumbre de las
Américas, igualmente, “por imposibilitar elecciones libres y justas…”.
Mañana, no lo dudo, habrá noticias similares, como las hubo ayer y
antier. Todo lo cual es sumamente importante.
No es exagerado decir que pocas
veces, salvo en situaciones bélicas, se ha visto en el orbe un consenso
tan amplio y una acción tan incesante y vigorosa contra un régimen
despótico. Pero eso hace más estridente el silencio y la calma que
reinan en la oposición venezolana de un tiempo a esta parte, lapso que
parece inacabable y que se instala en las más dramáticas circunstancias.
Solo suena, y es obvia consecuencia de lo anterior, la improvisada y
cómplice candidatura de Falcón, justo un condimento importante de los
comicios que repudia el mundo democrático. Y si uno piensa en la
proximidad del evento electoral, cada día más viciado, no puede dejar de
asombrarse y angustiarse ante tanta quietud. Pareciera que los líderes
han tomado vacaciones en el justo momento en que la tragedia nacional
llega a uno de sus clímax mayores. Después de la fecha bautismal del
neonato Frente Amplio, ciertamente exitosa, no ha habido otra cosa que
unas asambleas abiertas, que evocaban las peores prácticas tumultuarias
chavistas, como el parlamentarismo de calle y otras joyas populistas, a
las cuales asistieron solo decenas de ciudadanos. En Chacao se habló de
setenta, sentados en cómodas poltroncillas de plástico.
Tampoco hay que recordar, ahí está
aullante y cotidiana, que estamos viviendo la peor crisis social y
económica de que se tenga memoria. La hiperinflación mata de hambre y de
penuria sanitaria a un número creciente de venezolanos y millones
migran desesperados. Son las terribles voces que el silencio soterra. Y
no es una elucubración pensar que buena parte del pueblo que sufre los
males mayores y más crueles y, por ende, no pueda sino odiar a sus
verdugos, se deje manipular por ellos que manejan el mendrugo
humillante, el látigo disciplinario y las falsas promesas. De manera que
no solo el silencio inmoviliza, sino que le da armas al enemigo
implacable.
Y no es que pretenda yo saber de
soluciones estratégicas. No creo que tenga que decir que niego, hasta
que sea posible, las soluciones violentas que los radicales hipócritas
apenas se atreven a insinuar, con poca moralidad. Y sé todas las
dificultades que hay para convertir el dolor social en acción
contundente y continua, después de las derrotas sufridas demasiado
recientemente en varios tableros en que no supimos eludir los puñales de
la satrapía. Lo que me atrevería a sugerir es lo más simple: que los
dirigentes asuman sus lugares naturales (y cada uno de nosotros
también), que lo ejerzan. Y perdonen la simpleza: que hablemos, que
busquemos la comunicación perdida, que ofrezcamos solidaridad y
compañía, que desgarremos el silencio, que les demos salida a las voces
de la desesperación. Lo demás saldrá de allí, de la primacía del
verbo...
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