Humberto García Larralde
Resalta la asfixia presupuestaria a que se ha sometido a la Universidad Central de Venezuela, junto a las demás universidades autónomas del país. Durante los últimos años el presupuesto asignado ha variado escasamente, pero una inflación persistente en torno al 30% anual lo ha reducido drásticamente en términos reales. Ello se traduce en recursos insuficientes para mantener la excelencia en las actividades académicas de la institución, bien porque no pueden adquirirse equipos de última generación, porque no pueden reponerse las suscripciones a publicaciones de prestigio, por no poder becar a suficientes profesores para profundizar sus conocimientos en centros de excelencia en el extranjero, porque se reducen las salidas de campo en carreras experimentales o, simplemente, porque el deterioro de algunas instalaciones y/o la inexistencia de otras, mantiene en jaque el dictado de clases en algunas escuelas. Al lado de esto, los profesores que se jubilan no son reemplazados debidamente por la insuficiencia –en algunos años por la simple ausencia- de partidas para la reposición de los cargos que quedan vacantes. Last but not least, el alarmante deterioro del sueldo profesoral -como también de otros empleados universitarios-, atenta contra la necesidad de contar con una planta académica amplia a tiempo completo motivada para sostener las actividades de investigación, de docencia y extensión en niveles de excelencia. Un profesor a Dedicación Exclusiva en nuestra universidad gana hoy, en términos reales, menos de una cuarta parte de lo que percibía su antecesor en los años ’60 y ’70. Todo ello hace peligrar la calidad de los aportes de la UCV al desarrollo nacional. Y aun así, ¡se nos exige incrementar la matrícula!
Pero el acoso no termina ahí. Se acompaña de una malsana campaña de desprestigio de la institución universitaria por intermedio de la propagación de rumores falsos, la manipulación de la opinión pública a través de la mentira y de las medias verdades, el invento de acusaciones contra las autoridades rectorales y la sujeción de la comunidad universitaria a un clima de odio porque sus integrantes son supuestamente “privilegiados” y están de espaldas al país. Esta campaña, en la más pura tradición de Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi, es orquestada desde la Presidencia de la República y del Ministerio de Educación Universitaria. Lamentablemente, sirve de combustible a la campaña de violencia y destrucción por parte de escuadras fascistas gobierneras contra eventos académicos e instalaciones universitarias, y alimenta labores de abierto saboteo de una parte maleada de la dirigencia sindical universitaria, obrera y de empleados, que repite las mentiras aun sabiendo que lo son.
Los repudiables sucesos ocurridos en la Sala de Conciertos el pasado martes 19, cuando fue disuelta una asamblea informativa sobre las insuficiencias presupuestarias por el lanzamiento de dos bombas lacrimógenas y luego, una vez fuera de ese recinto, fueron agredidos y golpeados algunos profesores y estudiantes, es la más reciente manifestación de la barbarie contra la institución. Todo formó parte de un plan urdido según el cual se anotaron primero para ejercer el derecho de palabra un grupito de estudiantes que integran los grupos fascistas que hacen vida en la universidad, quienes se hicieron eco de las mentiras, medias verdades y falsos rumores mencionados antes, con la intención de sembrar un clima de confusión sobre la idoneidad de la gestión universitaria. Con el mayor cinismo y desparpajo, repetían la absurda acusación de que la UCV no rinde cuentas de los “millonarios recursos que le entrega el Estado”, cuando todo universitario sabe –o debería saber- que nuestra Alma Mater es una de las instituciones más auditadas del país y que está obligada a informar periódicamente sobre el uso de sus recursos como requisito para recibir nuevas asignaciones. ¡Precisamente se estaba informando a la comunidad sobre la situación presupuestaria! Pero antes de que el vicerrector Bernardo Méndez o la rectora Cecilia García Arocha pudieran desmontar las falacias, fueron lanzados los artefactos lacrimógenos que acabaron con la asamblea. La siembra de confusión, de dudas, quedó sin respuesta.
En un espacio cerrado como la Sala de Conciertos, atiborrada de personas, tal acción reviste un carácter criminal que debe ser sancionado penalmente: no hubo muertos o lesionados graves porque Dios es grande. Pero la acción orquestada en contra de la universidad no terminó ahí. Al tratar de reagrupar al público en el pasillo exterior para intentar proseguir con la Asamblea, fueron agredidas e insultadas las autoridades universitarias por parte de estos squadristi, así como el Presidente de la FCU, Roderick Navarro, y el de la Asociación de Profesores, Víctor Márquez. Cabe recordar que incluso en los años más violentos de la década de los ’60, siempre hubo respeto por parte de la dirigencia estudiantil radicalizada de entonces a las máximas autoridades de la academia. A diferencia, las fuerzas del oscurantismo hoy hacen suya la consigna del General Falangista, Millán Astray -en plena Guerra Civil Española-, en contra del rector de la Universidad de Salamanca: “¡Muera la inteligencia!”, en nombre de su “revolución” (¡!).
Finalmente, la escalada oscurantista en contra de la academia toma la forma del atropello grotesco a la autonomía universitaria perpetrado por el Alcalde de Caracas, Jorge Rodríguez, al montar un concierto de apoyo a la candidatura PSUVista a la FCU en “Tierra de Nadie”, sin contar con la autorización de las autoridades universitarias. Con el cinismo más desvergonzado, quien fuera electo en el pasado Presidente de la FCU sobre una plataforma “progresista”, justifica ahora su derecho a pasarle por encima a los fueros autonómicos a cuenta de que se trató de un acto “cultural”. Paralelamente, se instala un Mercal en las adyacencias del Hospital Clínico Universitario sin siquiera informarle a las autoridades rectorales. Valido de los copiosos recursos del poder, pisotea –prepotente- las potestades legítimas de un gobierno universitario que carece de policías e instrumentos persuasivos que no sean los de la razón, creyendo que ello es expresión de debilidad. En esta hora menguada para las instituciones democráticas, cree poder ganar favores con su jefe, atropellando a la autonomía universitaria. Pero se equivoca. Los valores de la libertad, del progreso, del ejercicio creativo del pensamiento, del respeto por el Estado de Derecho más temprano que tarde se impondrán a las fuerzas de la ignorancia, la arbitrariedad y el atraso.
Corresponde a la universidad autónoma, en nombre de estos valores, hacer suya la fuerza de la dignidad y del coraje esgrimida por el rector Unamuno en su respuesta a la barbarie militar del General Millán Astray ese 12 de octubre de 1936, citado arriba:
“Este es templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo sacerdote. Vosotros estáis profanando su sagrado recinto. (...) Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta: la razón y derecho en la lucha”.
¿Cómo pasará a la historia este alcalde violador de la autonomía junto a su “Comandante-Presidente”? No tengo dudas de que la ascendencia académica, cultural, científica y humanística de la Universidad Central de Venezuela saldrá prestigiada una vez más, como lo atestigua su noble historial, ante las fuerzas del atraso militarista y de sus huestes fascistas. Pero las amenazas son muy serias. Es menester convocar a los venezolanos de pensamiento libertario, de avanzada, para que, juntos con la comunidad universitaria, desagravien a la UCV ante el país. No dejemos que el oscurantismo del Siglo XXI acabe con uno de los pocos bastiones de creatividad y progreso que nos quedan.
¡No pasarán!
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