La ruta
DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
jueves 21 de octubre de 2010
Ya es un lugar común decir que Chávez está herido, que está iracundo. También es comentario corriente el de que eso configura una situación muy peligrosa, cuyos coletazos hemos estado viendo desde el 26S.
Hay que prepararse para una situación en la que Chávez y su gobierno contemplan el progresivo debilitamiento de su apoyo social y popular, sin poderlo impedir, y sin poder hacer frente a los problemas que en buena medida lo causan. Eso, sin contar los efectos que en su propio campo -en lo que él ha tenido como su campo- pueda tener ese mismo espec- táculo, ante el cual no tendría nada de raro que se aflojaran muchas lealtades y más de uno empezara a tomar precauciones y distancia para quedar a salvo en el futuro. Sobre todo, hay que esperar que en el campo democrático cunda la sensación y la convicción de que quienes ya estén o quienes se vayan integrando a él no tienen nada que temer. Que a nadie le pasará nada por votar la próxima vez contra el oficialismo y que el Gobierno y su cabeza son cada vez menos capaces de intimidar a los venezolanos. De hecho, ya en las pasadas elecciones vimos una impresionante manifestación de coraje ciudadano, que sin que le temblara el pulso arrostró el supuesto "peligro" de convertirse en mayoría.
Más todavía: Chávez socavará el mismo aún más su base de sustentación. Lo hará en la medida en que, víctima de su propio descontrol, de su incapacidad de aceptar la pérdida de la mayoría popular, de sus dogmatismos y ceguedades, adopte medidas de retaliación y rabia, para compensarse psicológicamente a través de una supuesta ampliación de su poder. La razón es muy sencilla y a nadie se le escapa. Consiste ella en que la forma principal que adopta esa reacción de fiera herida es la de extender sus tentáculos y garras para ampliar su control aparente sobre toda la vida social, lo cual significa en concreto dar zarpazos como loco y apropiarse cosas que funcionan bien, para ponerlas a funcionar mal. Como consecuencia, la normalidad de la vida cotidiana de los ciudadanos se perturba de mil maneras, y ya todo el mundo sabe adónde hay que dirigir las miradas para asignar la responsabilidad de todo ello. La inflación, la escasez, los "servicios", la inseguridad, continuarán haciendo su trabajo de zapa.
Pero el punto central que hay que remachar es la necesidad, tanto para la dirigencia política como para el ciudadano normal y corriente, de mantener bien el pulso, el temple, la mano sobre el timón. Remachar la convicción de que estamos en el camino de constituir una mayoría sólida, amplia, indiscutible. Evitar a toda costa dejarse asustar o desviar por todas las cosas que Chávez y sus acólitos incondicionales van a intentar para que ocurra lo uno o lo otro.
Las fuerzas políticas democráticas están asumiendo los desafíos de su futuro desempeño parlamentario con una enorme seriedad, con una gran conciencia de que un trabajo parlamentario coherente, unitario, abierto y de calidad es una condición indispensable para continuar en la marcha hacia esa mayoría sólida y amplia que antes mencionamos. Pero es necesario que la mirada vigilante y exigente de quienes votaron por la Unidad Democrática mantenga su presencia y su presión.
Así como en la campaña electoral se dijo que los demócratas venezolanos de a pie teníamos que convertirnos todos en activistas y constructores diarios del triunfo, ahora es necesario mantener la actitud de seguir por el camino que traemos. Mantenernos en la ruta, teniendo plena conciencia de que el Gobierno va a intentar las arremetidas de las que ya hemos visto adelantos, para ver si por esa vía, la del miedo, logra detener la bajada en la que es tentador decir que entró ya irreversiblemente.
Ese nuevo paso adelante tendrá lugar. El 26S la ciudadanía reconoció un ímprobo trabajo unitario de las fuerzas democráticas, pasó por encima de las insuficiencias que en él sentía, se integró a él y lo premió. Le extendió su mano al esfuerzo organizado que, con todas las fallas que fuera, se venia haciendo.
En lo que viene, los pasos adelante de nuevo corresponde darlos a todos, a cada cual desde su lugar. Son los pasos de la determinación, impulsada por la certeza de que estamos en el camino correcto, y de que en verdad no hay fuerza ni manera que impida que lo culminemos con éxito. Pero consciente también de que se intentará impedir esa culminación con muchas artimañas, con muchos espantajos, que terminarán siendo tigres de papel.
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