ANDRES OPPENHEIMER
El que sigue es un escenario que parecía poco probable hasta hace algunas semanas, pero que tiene un 50 por ciento de probabilidades de convertirse en realidad tras los terremotos políticos que están sacudiendo a Argentina, Brasil y Venezuela, que podrían marcar el final del ciclo populista en Sudamérica.
La cadena de sucesos podría darse así:
El líder opositor argentino Maurico Macri, impulsado por su extraordinaria votación en la primera vuelta electoral del 25 de octubre, gana la segunda vuelta electoral el 22 de noviembre. Macri atraería una avalancha de inversiones extranjeras y aumentaría la esperanza de que Argentina salga de su actual estancamiento económico.
Macri, severo crítico de los regímenes populistas autoritarios de la región, ha dicho que si es elegido va a exigir que Venezuela acate las cláusulas democráticas del Mercosur y otros acuerdos regionales. Si gana, cosa bastante probable al momento de escribirse estas líneas, su victoria haría grandes titulares en todas partes, y se convertiría en una importante figura regional.
(Una versión más atenuada de este escenario sería si gana el candidato oficialista Daniel Scioli, quien es más moderado que la presidenta saliente, Cristina Fernández de Kirchner, y podría tomar cierta distancia de Venezuela).
Mientras tanto, en Brasil, los fiscales podrían vincular a la debilitada presidenta Dilma Rousseff, cuya popularidad ha caído al 9 por ciento, con el escándalo de corrupción de Petrobras. El Congreso le podría hacer un juicio político, que llevaría a una sucesión constitucional, o a elecciones anticipadas. Brasil se alejaría de Venezuela y sus aliados izquierdistas.
(Una versión menos dramática de este escenario sería si Rousseff decide convocar un gobierno de unidad nacional para permanecer en el cargo durante el resto de su mandato).
Estos grandes cambios en el mapa político de Sudamérica tendrían un gran impacto en las elecciones legislativas de Venezuela del 6 diciembre. Privarían al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, del apoyo de los mayores países de la región si decide hacer un fraude electoral.
Con una contracción económica del 8 por ciento este año, una tasa de inflación del 200 por ciento – la más alta del mundo– y una escasez generalizada de alimentos, los encuestadores independientes coinciden en que es casi seguro que Maduro perderá una elección limpia.
En las elecciones venezolanas recientes, Brasil y Argentina habían aceptado de inmediato los resultados oficiales, disputados por la oposición venezolana. Tal apoyo podría no darse esta vez.
Maduro podría hacer un fraude el 6 de diciembre y convocar una cumbre urgente de la UNASUR –un grupo que hasta ahora ha respaldado a Venezuela– para validar el resultado oficial. Maduro podría contar todavía con el apoyo de la presidenta saliente de Argentina, quien estará en su cargo hasta el 10 de diciembre.
Sin embargo, lo más probable sería que los miembros moderados de UNASUR, como Chile y Colombia, solicitarían que la reunión de UNASUR se hiciera después del 10 de diciembre, cuando la presidenta argentina ya esté fuera de la escena. Sin un apoyo incondicional de Argentina y Brasil –cuyo tribunal electoral ya ha anunciado que no enviará observadores electorales a Venezuela por dudas sobre el proceso electoral de ese país– el gobierno de Venezuela se vería en serias dificultados para continuar por la senda autoritaria.
Si el partido de Maduro perdiera las elecciones y se negara a reconocer un nuevo congreso opositor, podría haber suficiente consenso en la OEA para invocar la Carta Democrática, que aboga por la defensa colectiva de la democracia en la región.
Diego R. Guelar, secretario de relaciones internacionales del partido de Macri, me dijo que un gobierno de Macri no validaría una elección fraudulenta en Venezuela. Además, buscaría inmediatamente aliarse con Brasil para negociar un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea, y con el bloque de la Alianza del Pacífico formado por México, Colombia, Perú y Chile, señaló.
Mi opinión: Una victoria de Macri podría cambiar el mapa político de América Latina, poniendo fin a 15 años de gobiernos populistas corruptos que han dejado a sus países en la bancarrota. Todavía no me animo a apostar por que este escenario regional se hará realidad, pero hay una posibilidad de 50-50 de que ocurra.
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