Trino Márquez
La pregunta se ha puesto de moda.
Periodistas, investigadores, analistas, amas de casa, se interrogan acerca de
por qué no ha ocurrido un estallido social parecido al del 27-F de 1989, si las
condiciones generales del país lucen mucho peores que hace casi tres décadas. A
finales de los años 80 no se habían alcanzado los niveles de inflación, escasez
y desabastecimiento registrados en la actualidad. Durante el período 1987-1988,
el incremento de precios fue de 28,3% (1987) y 37,5% (1988), nada equivalente a
las astronómicas cifras presentes. La escasez y el desabastecimiento de
productos en los anaqueles ni remotamente se parecían a los actuales, cuando no
se consigue ni papel tualé.
Una
salida muy simple y cómoda consiste en despachar la interrogante diciendo que
los pobres fueron anestesiados por el soporífero populista aplicado, primero
por Chávez y luego por su heredero, Maduro. Podría haber algo de cierto. Pero,
la respuesta es insuficiente. En el país existen todas las condiciones
objetivas para que haya un levantamiento popular de gigantescas proporciones. A
los problemas económicos mencionados, se agregan la falta de medicinas, la
crisis eléctrica y el corte de agua hasta en la zona de Guayana, en las
márgenes del Caroní y el Orinoco.
Los
sucesos de finales de febrero de 1989 se produjeron porque las protestas
iniciadas en Guarenas -mitad espontáneas, mitad inducidas por grupos
ultraizquierdistas- había sido fraguada durante años por los núcleos residuales
de la izquierda militarista y guerrerista de los años 60. En Guarenas y Guatire
eran muy activas las viejas fracciones del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) -como Bandera Roja y la Organización de
Revolucionarios (OR), brazo armado de la Liga Socialista- y del Partido de la
Revolución Venezolana (PRV) -como Tercer Camino-. Estos grupúsculos,
insignificantes desde el punto de vista electoral, eran agitadores importantes.
Se declaraban en contra de la democracia representativa, a la que llamaban
“democracia burguesa”, y cultivaban la idea de la revolución popular, la
violencia como partera de la historia, la insurrección del pueblo y toda esa
jerga vinculada con Mao Ze Dong, el Che Guevara y Ho Chi Ming. Era una izquierda que nunca se había
pacificado, ni abandonado los postulados de la lucha armada. Estaba fragmentada
en decenas de microgrupos que diferían acerca de las tácticas o las etapas de
la revolución, pero coincidían en un principio fundamental: la derrota del régimen
burgués tendría que ser violenta.
Cando
se produjeron las protestas en Guarenas esos sectores se montaron en la ola, la
surfearon y potenciaron. Vieron la ocasión de desatar el tsunami que arrasara
el sistema, o de encender la pradera, como prefieren los leninistas. No
pudieron desencadenar la tormenta porque el frente militar de esa opción –Hugo
Chávez y demás golpistas del 4-F- aun no estaba preparado para dar el zarpazo.
Era demasiado débil. Los conjurados luego utilizaron los episodios de febrero
de 1989 para justificar el cuartelazo del 92. Mentira. Conspiraban desde el Juramento
del Samán de Güere (1982), casi una
década antes. Su vocación era asaltar el poder mediante un madrugonazo. Nunca
les satisfizo la democracia instalada a partir del 23 de enero de 1958. Los
violentos tienen 17 años gobernando.
La
oposición actual, mayoritaria en términos numéricos, está ubicada en polo opuesto
del espectro político. La vocación democrática, pacífica, constitucional y
electoral de la inmensa mayoría de la oposición ha sido clara. A pesar de las
continuas provocaciones y arbitrariedades del régimen, en la era de Chávez y en
la actual, la oposición se ha mantenido apegada a la Carta del 99. Mientras el
Gobierno la viola a cada rato, la alternativa democrática se conserva fiel a
ella. No utiliza las largas colas, ni el descontento popular o las centenas de
protestas registradas en la nación para soliviantar a la población. La
agitación insurreccional no forma parte del proyecto político de la MUD, ni de
su fracción parlamentaria en la Asamblea Nacional. La legítima lucha por
cambiar el Gobierno, en este caso régimen, se libra dentro del marco fijado por
la Carta del 99.
Si
la decisión correspondiese exclusivamente a la MUD, jamás habría un estallido
social en Venezuela. Sin embargo, Maduro
actúa para que se produzca en cualquier momento. Recrea
sus viejos tiempos en la OR-Liga Socialista, solo que ahora es el Presidente.
@trinomarquezc
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