Adiós a un mal año
Alberto Barrera Tyszka
El
2017 fue áspero, duro, doloroso. Por eso se va cabizbajo, cargando
muchas melancolías bajos los brazos. Este año, la mayoría de los
venezolanos hemos sido derrotados.
Nos
venció un gobierno que decidió abandonar la política para ejercer
exclusivamente la violencia en todas sus formas y dimensiones, para
convertir la extorsión y el chantaje en la práctica oficial cotidiana.
Nos venció una institucionalidad sometida voluntariamente a los
designios de la nueva oligarquía. Nos venció un poder moral entregado a
la inmoralidad. Nos venció una Asamblea Nacional Constituyente que ni
siquiera se representa a sí misma, que solo es un instrumento para
defender los intereses de los poderosos. Nos venció también una
oposición errática, incapaz de unirse alrededor del sufrimiento de las
mayorías; un liderazgo opositor dividido, obsesionado por sus ambiciones
personales más que por las grandes tragedias del país.
Nos
venció la economía, la inflación y la escasez. Nos venció el horror de
ser un país donde mueren niños por desnutrición. Nos venció el hambre y
la enfermedad. Nos venció, sobre todo, la ceguera y la soberbia de un
gobierno que no quiere ver nada de esto, que no está dispuesto a
reconocer la realidad. Nos venció una élite que rechaza la “ayuda
humanitaria”, una élite a la que no le importa nada, que no quiere
negociar, que –hasta nuevo aviso- ha decidido suspender la democracia en
Venezuela.
Nos
vencieron los enchufados. Los que cada vez son menos. Los
privilegiados. Los que aparecen bailando en la TV. Los que sonríen y
hacen chistes sobre la pobreza. Los que tienen escoltas y soldados para
protegerse. Los que pueden enfermarse sin ningún problema. Los que no
necesitan un carnet de la patria para sobrevivir.
¿Cómo se le dice adiós a un mal año? ¿Con qué ánimo se puede recibir al 2018?
Sería
ideal poder creer en la fantasía del año nuevo y la vida nueva.
Imaginar, por ejemplo, que Tarek Williams Saab aparecerá el 3 de enero
mostrando el video donde Euzenando Prazeres de Azevedo, ex presidente de
Odebrecht en Venezuela, asegura haber entregado 50 millones de dólares
para la campaña de Nicolás Maduro. O esperar que alguien en el
gobierno tenga el coraje y la dignidad de aceptar que hay graves
problemas, que el modelo fracasó, que la gente pasa hambre, que la
corrupción y la negligencia han sido más eficaces y potentes que el
imperialismo. Pero, por lo que se ve, nada de esto sucederá. En el
horizonte del 2018 no se ven milagros.
George
Orwell, que pensó y narró con mucha agudeza procesos como el que
estamos viviendo, escribió en 1946 que “un Estado totalitario es una
teocracia y su casta dominante, para mantener su posición, debe creerse
infalible”. Esa es nuestra desgracia. Nos gobiernan los infalibles.
Ellos
ya solo son la certeza del poder. Una certeza cada vez más pequeña y
más violenta. No hay nada nuevo en ellos. Nada distinto. Así sea
difícil, así parezca imposible, la única posibilidad de cambio está de
nuestro lado, somos nosotros. Todos los demás. Esa incertidumbre, ese
temor, esa desazón, aunque parezca increíble, sigue siendo nuestra única
esperanza.
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