JEAN MANINAT
Vistos los magros resultados de la convocatoria a la protesta de calle el sábado pasado, y los arduos argumentos esgrimidos para entender la ausencia de convocados, uno empieza a sospechar que se trató de una jugada genial, de un toque florentino digno del mismísimo Maquiavelo, para poner en evidencia -esperamos que por un buen tiempo- la pulsión en algunos de convocar a protestar recurrentemente, como quien asiste a misa de cuatro domingos uno, para dejar testimonio de su fe religiosa.
La gente está protestando todo el día, así sea para sus adentros en las colas de toda índole que tiene que padecer; o en voz alta y agraviada cuando regresa al hogar con las manos semivacías. Al menos por el momento, el común de los mortales prefiere guardar sus energías para seguir pateando la calle en busca de lo que encuentre, antes que asistir a escuchar las cansinas consignas de siempre entre convencidos. Sería más útil que quienes dentro de la MUD presionan -por default- para convocar protestas callejeras sin conexión popular alguna, se focalicen de una vez por todas en lograr que la oposición sea una fuerza electoral y organizativa imbatible el 6D, convenciendo a la gente de salir a votar masivamente por todos los candidatos de la Unidad democrática.
Los jerarcas del PSUV y la nomenclatura que gobierna -es una y la misma cosa- saben que la masa no está para concentraciones y ni siquiera con la papayita del conflicto con Guyana y la supuesta injerencia política de la compañía petrolera Exxon, se han atrevido a montar un show antiimperialista por el temor a que le sobren los monigotes del Tío Sam y les escaseen los combatientes. (Por cierto, alguien sabe qué van a hacer los camaraditas con la consigna aquella de “Yanqui go home”.) El presidente de la Asamblea Nacional, y segundo hombre al mando en la jerarquía del sistema, ha hecho reiterados llamados a concentrarse en las parlamentarias para derrotar a la “derecha”, a la “oligarquía”, etc., etc. No está perdiendo el tiempo.
La MUD ha llevado a cabo una operación de gran alcance al convencer a quienes hasta ayer parecían poco persuadidos de participar en las parlamentarias y conciliar una lista única de candidatos. Ha sido un gran logro -difícil de conseguir- y en el camino ya han surgido nuevas grietas, las primeras desavenencias sísmicas.
El caso de Copei -bicéfalo, dando tumbos y perdiendo autonomía de vuelo- es una lamentable tragedia política. Hay probados demócratas que han decidido correr por cuenta propia fuera de la Unidad democrática, y es también de lamentar porque son más valiosos adentro del esfuerzo común que fuera de él. En ambos casos, a medida que la campaña avance y la Unidad democrática se imponga como única opción real de cambio, irán languideciendo en su empeño de destacarse en solitario, como los ciclistas novatos, devorados por el empuje del pelotón que siempre los arropa a toda velocidad.
Hace falta salir a convencer a quienes aún desconfían del cambio, a quienes no se identifican con ninguno, a quienes titubean a pesar de su desencanto con el presidente Maduro y los jerarcas del PSUV, para que salgan a votar el 6D por los candidatos de la Unidad democrática opositora. Esa es la calle que hay que llenar de gente, la que hay que transitar casa por casa, la que hay que calentar con entusiasmo y optimismo, la única que garantiza un eventual cambio. Lo demás son saltapericos que no asustan ni a las hormigas. Afortunadamente, la MUD lo sabe.
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