OTRA VEZ LA FRONTERA
PEDRO PABLO FERNANDEZ
En la frontera del Táchira con el norte de Santander habitan miles de familias que, desde hace muchos años, viven del intercambio comercial entre los dos países. El cierre de la frontera representa un drama para todos los seres humanos que habitan de un lado y del otro.
El pasado mes de Mayo tuve la oportunidad de visitar el Táchira y reunirme con alcaldes, líderes locales y comunidades. Entramos por el Sur del Lago y recorrimos La Tendida, Coloncito, La Fría, Michelena, San Cristóbal, Capacho Viejo, Santa Ana -el municipio de la Alcaldesa Virginia Vivas- y San Antonio. Allí las colas para poner gasolina hay que hacerlas desde el día anterior.
Los productores del campo contaban que tenían sus camiones parados, porque no se consiguen repuestos y si se consiguen son impagables con los márgenes de ganancia reducidos por el control de precios. Peor todavía es que los jóvenes no quieren trabajar porque con agarrar una moto, cruzar la frontera y vender allá la gasolina que carga la moto, una pasta de diente, jabón y champú ganan en un día más de lo que pueden ganar recogiendo la cosecha en un mes.
Hace exactamente un año, el 11 de agosto de 2014, el gobierno anunció el cierre de la frontera en horas nocturnas y advirtió que iba a dar golpes contundentes al contrabando de combustible y alimentos. Anuncios que no produjeron ningún resultado en términos de contrabando, lo que sí lograron fue castigar de forma despiadada a las familias que viven en la frontera.
Son los desequilibrios creados por el modelo económico los que estimulan el contrabando de extracción. Los productores del sur del lago pueden vender sus quesos 10 veces más caros en Colombia que en Venezuela y así pasa con todos los productos. Ni hablar de la gasolina regalada. El salario mínimo en Venezuela es Bs. 7.400 y en Colombia es 273 dólares, que en Cúcuta se pueden cambiar por Bs 200.000. Todo aquí está artificialmente barato, incluida la remuneración por el trabajo, eso generan un estímulo enorme al contrabando y lo que es peor, a la conformación de mafias que pone en riesgo la estabilidad misma del Estado.
La solución está en una profunda rectificación del modelo y en un programa económico que ofrezca la confianza necesaria para producir una reactivación del aparato productivo que genere empleos bien remunerados.
Pedro Pablo Fernández
@PedroPabloFR
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