6-D: Hay que dejarlos solos
Trino Márquez
Por
allí circulan rumores de unas supuestas conversaciones que contarían con el
aval de la Unión Europea y otras
instancias internacionales –la ronda de Noruega revitalizada- que podrían
desembocar en un acuerdo global para realizar los comicios parlamentarios y la
elección del Presidente de la República, con todas las garantías establecidas
en la Ley del Sufragio y de acuerdo con las exigencias de la ONU, la UE y las
demás organizaciones interesadas en que la crisis nacional se resuelva de forma
pacífica. Sin vencedores, ni vencidos. Según los mismos siseos, hay dirigentes
dentro del oficialismo preocupados por los efectos letales de las sanciones y
por la parálisis nacional, acentuada por los efectos de la Covid-19. Frente a
esas especies solo cabe esperar que sean ciertas. Que la sensatez se imponga y
que, en efecto, haya gente pensando en
cómo resolver las penurias del país, y no en ver cómo la casta gobernante sigue
abrochada al poder.
Sin embargo, hasta el momento no existe
ningún indicio cierto de que el gobierno esté pensando en mover la fecha de las
elecciones legislativas. Todo lo contrario: cada vez que pueden Nicolás Maduro
y los demás voceros del régimen –incluidos los miembros del CNE- insisten en
que el día es inamovible. No importa la escasez de gasolina, el cierre de los
vuelos comerciales, la falta de máquinas de votación y la imposibilidad, en
medio del cuadro tan deplorable que vive la nación, de realizar campaña para que
los candidatos se den a conocer y divulguen sus programas legislativos. El 6-D se
ha convertido en una obsesión.
Lo mismo sucede con el 5 de enero, cuando
se instalaría la nueva Asamblea Nacional. A Maduro parece haberle dado un
ataque de ‘constitucionalismo’. Ahora resulta que esa es una fecha intocable
porque la Constitución así lo establece. Un mandatario que ha violado el texto
fundamental hasta por la solapa, le inquieta que ese día no se instale el nuevo
Parlamento. Argumento burdo. Empezando porque las elecciones fueron convocadas
por un CNE nombrado por Maikel Moreno y sus muchachos del TSJ, en un acto que
abortó de forma abrupta el proceso que venía adelantando la AN de acuerdo con
lo pautado por la CRBV y la ley electoral. Si le interesara tanto ajustarse a
la letra de la carta magna, debió haber comenzado por someterse a lo
establecido por el Comité de Postulaciones designado por la AN. A otros con ese
cuento.
A la cita del 6-D la oposición democrática
no puede acudir. Las razones han sido ampliamente señaladas por mí y por muchos
otros analistas, abogados y políticos que se han referido al tema. No voy a
insistir en ellas. Sí quiero destacar un
argumento señalado por algunas almas piadosas que insisten en que lo más
importante no es el 6 de diciembre, sino el 5 de enero. De acuerdo con esa
opinión, habría que satisfacer el mandato constitucional y, en consecuencia,
constituir el Parlamento, lo cual dejaría sin efecto a los diputados electos en
los comicios de 2015, la inmensa mayoría de oposición. Según esta perspectiva,
a la comunidad internacional no le quedaría más opción que desconocer de Juan
Guaidó y demás diputados actuales, aunque objete los comicios de diciembre.
Los docentes de la Cátedra de Derecho
Constitucional de la UCV y otros académicos del país han señalado que, en el caso particular de la
situación que se creará a comienzos de enero próximo, conviene hablar de continuidad constitucional, más que de
continuidad administrativa, pues los diputados del cuerpo legislativo solo
pueden ser reemplazados por unas elecciones legítimas, como las de 2015. Las
previstas para diciembre, no lo serán. Aunque comparto el criterio de los
jurisconsultos, no entraré en ese debate porque no soy abogado, y mucho menos
constitucionalista.
Entiendo que para Nicolás Maduro el
gran reto es darle legitimidad a la gestión del Gobierno en el plano
internacional. Para él, la clave reside en que la AN le apruebe “…por ley los
tratados o convenios internacionales que celebre el Ejecutivo Nacional…” -Art. 187.18 de la CRBV-. Esto significa que
necesita la aprobación del Parlamento para la firma de empréstitos
internacionales o cualquier otro tipo de compromisos que involucre a la
República. Este es el punto crucial. Todas las demás atribuciones señaladas en
ese artículo 187 –como aprobar el presupuesto nacional, autorizar los créditos
adicionales o aprobar las líneas generales del plan de desarrollo económico y
social de la Nación- le resultan irrelevantes. De hecho, desde 2016, ninguno de esos temas
los ha tratado el Ejecutivo con la AN. Para eso la declaró en ‘desacato’.
Vista en perspectiva la situación de la
eventual nueva AN controlada en su gran mayoría por el oficialismo, con la
presencia de la ‘oposición oficial’, ¿para qué le serviría al gobierno dominar
el cuerpo legislativo?; ¿obtendría con ello la legitimidad que necesita para
que sean reconocidos los convenios internacionales que firme? Aparte de sus
socios habituales –Rusia, China, Irán y Turquía- ningún país democrático se
prestará para firmar acuerdos comerciales o financieros con el gobierno que adulteró
las elecciones el 20 de mayo de 2018, aunque lleve la rúbrica de todos los
diputados de la AN. Tanto el Ejecutivo encabezado por Nicolás Maduro como el
Parlamento que se constituya en enero,
serán ilegítimos ante los ojos de los organismos y gobiernos internacionales
democráticos. El problema que enfrentan el gobierno y la oposición, mucho más
que de carácter legal, es de naturaleza política.
Maduro perdió la legitimidad. Por eso
hay que dejarlo solo el 6-D.
@trinomarquezc
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