Venezuela I |
La cúpula militar
Humberto García Larralde
En un artículo recién, argumentaba que Venezuela se debatía entre la vida y la muerte. La drástica contracción de sus actividades productivas se traduce en niveles de hambre y miseria que no se veían desde que comenzó la era petrolera. Se trata de la peor tragedia sufrida por una población que no esté en guerra, materializada en apenas siete años. No ha sido fruto del azar, ni de terribles desastres naturales, sino de un régimen de expoliación articulado, bajo el chavismo, en torno al poder. Tiene, por tanto, sus responsables. Son los que, desde el Estado, han venido tomando medidas altamente perjudiciales para los venezolanos, amparados en una retórica “socialista”. Son los verdugos de Venezuela, los causantes de su aciago camino hacia su desaparición como país viable. No pueden excusarse por ignorancia, porque no sabían o no se daban cuenta de las secuelas de su accionar pues, desde hace años, se les viene alertando acerca de estas consecuencias. Lamentablemente, ha privado su afán de lucro, no el interés por evitar sufrimientos a la población.
Este artículo inicia una breve serie sobre estos verdugos. Por razones obvias, se comienza con la cúpula militar. Sin la represión abierta o solapada, a través de mecanismos de terror desplegados, y sin el miedo inducido en una población mayoritariamente opuesta al régimen, no sería posible que Maduro estuviese todavía en el poder. Estos militares son los principales culpables de la tragedia urdida sobre el país.
¿Por qué renegaron tan vilmente de sus paisanos, de su patria y traicionaron abiertamente a la nación?
Desde que comenzó a gobernar, Chávez fue colocando a militares en cargos importantes, con poca o nula supervisión, a la par que desmantelaba el Estado de Derecho. Alimentaba su ego, alabándolos como herederos de Bolívar. Dejó a su arbitrio el manejo de ingentes recursos, haciéndose la vista gorda. Pero se cuidó de tomar nota de los manejos irregulares, para poder cobrar eventuales deslealtades en el futuro. Creó, así, una red de complicidades en torno a su persona. El llamado programa Bolívar 2000 y las notorias corruptelas asociadas con el Centro Azucarero Ezequiel Zamora (CAEZ), vienen a la mente. A esto se añaden las oportunidades inusitadas para la extorsión proporcionadas por el custodio de fronteras, puertos, aeropuertos y alcabalas por parte de la Guardia Nacional y de otros componentes de la Fuerza, y la inspección de cuántas actividades del sector privado se les ocurriesen, sin mencionar el contrabando de gasolina y de productos regulados, en complicidad con otros funcionarios.
Nicolás Maduro, bajo tutoría cubana, auspició todavía más estas prácticas depredadoras. Hoy, la Fuerza Armada es dueña de astilleros, instituciones financieras y de seguros, televisoras, empresas agrícolas, de alimentos y de bebidas, construcción, ensamblaje de vehículos, transporte, armamento y de minería (Camimpeg), entre otras. Adicionalmente, está al frente de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), que controla las empresas básicas de esa región, y de las empresas públicas como Edelca, Enelven Corpoelec, Minerven y Pequiven. A finales de 2016, Maduro puso frente a PdVSA un general sin previa experiencia en el campo[1]. Bajo su gestión, la producción de la empresa se redujo en un 80%, reflejo de la danza de irregularidades con las que se viene depredando a la renta petrolera.
Según Impacto CNA (Citizen News Agency), para 2018 los militares controlarían no menos del 70% de la economía venezolana[2]. Por su parte, el portal Armando.info, que cruzó datos referentes al registro nacional de contratistas, con la nómina de la alta oficialidad de la FF.AA., encontró que, “al menos 785 oficiales activos” estaban al frente de empresas de construcción, servicios de seguridad, suministros médicos, alimentos, transporte, comerciales, informática y más, que contratan con el Estado[3]. Con la Gran Misión Abastecimiento Soberano, los militares monopolizan la importación y distribución de alimentos y medicamentos esenciales. Actualmente, controlan, además, el racionamiento de la gasolina. En todas estas responsabilidades, además de una buena tajada, han tenido manejo discrecional de los dólares provenientes de la exportación petrolera y minera[4]. Por último, es notorio el señalamiento, por parte de la DEA (Drug Enforcement Administration) de EE.UU., de altos oficiales venezolanos implicados en narcotráfico. Su defensa desembozada por parte de Maduro, así como de altos oficiales señalados de estar incursos en violaciones de derechos humanos, y su frecuente premiación con altos cargos de gobierno, afianzan la complicidad de muchos altos oficiales con el sistema de expoliación instaurado.
Estas “aficiones” han destruido a la institución de la FF.AA. como tal. Torcieron sus valores corporativos, quebraron su disciplina y fomentaron adhesiones en torno a filones provechosos, sustituyendo la unidad de mando y de propósitos por una constelación de mafias en procura de particulares cotos de caza. Ello permea, lamentablemente, a distintos niveles, convirtiendo a la requisa arbitraria de Guardias Nacionales y de otros, en un cáncer que consume a la nación. La compra masiva de armamentos a Putin fue pasto de suculentas comisiones, que terminaron sometiendo a la fuerza a su influencia. Mientras, la tropa pasa hambre y carece de aprestos (por hurtos). Ahora, como socios del saqueo de minerales en Guayana, en alianza con el ELN y otras bandas criminales, militares corruptos se convierten en agentes de intereses económicos foráneos. Tal desdibujamiento institucional hace que Maduro se apoye cada vez más en bandas paramilitares –colectivos fascistas, FAES y grupos hamponiles—como expresiones del poder de Estado. ¡Triste papel para un cuerpo al que se le quiso insuflar orgullo como supuestos herederos de Bolívar! En este afán, la cúpula corrompida ha tenido que marginar, acosar y reprimir a centenares de oficiales y soldados honestos, muchos de los cuales languidecen en las mazmorras del régimen.
¿Acaso han expresado remordimiento Padrino López, Remigio Ceballos y demás integrantes del alto mando militar, verdugos principalísimos, no sólo del país, sino también de la institución a través de la cual accedieron a ocupar sus lucrativos cargos? ¿Qué pasa por la cabeza de Néstor Reverol, Benavides Torres, Hernández Dala, González López y de Zavarse Padrón, señalados como violadores de derechos humanos, torturadores y/o de narco terroristas? ¿Acaso no tienen familia? ¿Cómo concilian los horrores de los que son responsables, con el colgajo de charreteras que exhiben, pretenciosos, con sus uniformes de gala? ¿Medallas a qué? Pero las oportunidades de lucro acallan cualquier atisbo de conciencia, más cuando se dispone de una burbuja ideológica para encubrir crímenes y lavar años de descomposición moral y humana. A los constructores de esta burbuja ideológica dedicaremos la próxima entrega.
En la medida en que esta cúpula militar alcahuetea la destrucción de Venezuela, se le achican también sus posibilidades de depredación. Se les acaban los “negocios” a sus integrantes, más con las sanciones que se les han impuesto. Cabe esperar que la situación evolucione para que entiendan la conveniencia de entrar a negociar condiciones que los amparen, por al menos durante algún tiempo, si contribuyan con la restitución del orden constitucional y abandonen al régimen.
Tal oferta depende de que sea creíble. Descansa, no sólo en la política de sanciones de la comunidad internacional, sino en una fuerte movilización opositora al interior del país. Convertir la farsa urdida por Maduro para los comicios parlamentarios de diciembre en una contundente derrota política quizás sea el reto más decisivo planteado a las fuerzas democráticas para poder salir pronto del régimen fascista.
[1] Manuel Quevedo de la Guardia Nacional, nombrado, a la vez, de Ministro de Petróleo y Minería. Quevedo estuvo al frente de la represión de opositores en Caracas en 2014, cuando dirigía el Comando Regional número 5.
[4] Mientras duró el control de cambio, tal acceso les proveyó oportunidades formidables para enriquecerse, a través del arbitraje de precios entre su cotización oficial y la del mercado negro Hasta el 26 de enero de 2018, la tasa oficial de cambio fue de 10 Bs/USD, mientras en el mercado paralelo llegó a escalar a más de 200.000 Bs/USD (¡!)
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