COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXXII)
(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –VIII-)
Carlos Canache Mata
Las caídas sucesivas de los
Secretarios Generales del CEN y de otros dirigentes de Acción Democrática
impusieron la necesidad de un repliegue táctico en las
actividades clandestinas. Los éxitos represivos de la dictadura perezjimenista
no podían atribuirse exclusivamente a la
eficacia de sus organismos de seguridad,
especialmente del que dirigía Pedro Estrada.
Procedía sospechar que existían delatores infiltrados en las filas del movimiento de la resistencia. A eso se refiere el mensaje, de fecha 13 de
junio de 1953, que Rómulo Betancourt, desde San José de Costa Rica, a través
del Comité Coordinador de las actividades de Acción Democrática en el Exterior
(CC), le dirige a la Dirección interna de Acción Democrática en la
clandestinidad. En el texto de ese
mensaje se lee: “Vil asesinato inolvidable compañero Antonio Pinto Salinas nos ha
conmovido profundamente. Este doloroso suceso y prisión compañeros Rigoberto y Consalvi
acentúa grave transitoria
crisis atraviesa partido. Dirigentes exterior como siempre daremos
respaldo y pondremos confianza nuevo equipo asuma dirección
nacional. Reunión aquí ampliada
presencia compañero Valmore Rodríguez estudiamos situación. Como medidas
inmediatas partido debe replegarse inmediatamente dedicarse resuelta
investigación causas impresionantes descalabros últimos que ponen en evidencia infiltración agente dictadura en posición
importante y cercana comando nacional partido…Revisión cuidadosa engranajes y velandeo que permitan
en lapso perentorio ingreso con mínimun seguridades
equipo preparado y dispuesto compartir con ustedes responsabilidades
dirección resistencia. Mantener rigurosamente secretas estrecho círculo comando
nacional medidas se adopten
investi y colaboradores
probada lealtad investigaciones se
adelanten y demás medidas tácticas se
adopten actual emergencia debiéndose revisar cuidadosamente todo el
equipo de contactos y estafetas” (1).
Lo
que se temía de una
infiltración delatora interna
tuvo confirmación. Rigoberto
Henríquez Vera señala que alrededor de la una de la madrugada del
día 9
de junio, la Seguridad Nacional
allanó la casa de Manolo Giménez Castro, en la urbanización de Los Palos
Grandes, donde estaba “enconchado” junto con Simón Alberto Consalvi, y los acompañaba en esa ocasión Gustavo
Mascareño, que era “contacto” de confianza
de Henríquez Vera. A Mascareño se lo llevan primero, y luego Henríquez Vera y Consalvi son
conducidos a las oficinas de la Seguridad Nacional de El Paraíso, encontrando a
Mascareño en las puertas del edificio.
He aquí lo que relata Henríquez Vera: “Ya dentro, a Consalvi, a Giménez
Castro y a mí nos introdujeron en una oficina
mientras que a Mascareño lo llevaban a otra contigua donde empezaron a
interrogarlo, con la amenaza de que tenía que revelar todo cuanto sabía.
Mascareño reveló entonces la ruta tomada por Pinto Salinas, el número de la
placa del vehículo, el nombre de sus dos acompañanes, la hora de salida de
Caracas y de posible llegada a determinadas poblaciones de la vía. Todo aquel
relato lo escuchábamos sorprendidos, confundidos y llenos de ira. Para mí todo
aquello era una pesadilla, algo increible. Pero lo estábamos escuchando y
viviendo. Los tres, inermes y esposados, vivíamos aquel drama de ver cómo un
hombre al cual habíamos dispensado confianza plena, entregaba en manos de sus
criminales enemigos la vida de un compañero de lucha” (2). Cuando el día 12 de junio Henríquez Vera fue
conducido a un calabozo de la Seguridad Nacional, los compañeros de
prisión le “informaron que Gustavo Mascareño se había asilado en una Embajada,
después de haber entregado a los restantes compañeros de la dirección nacional
del partido y a otros valiosos activistas” (3). Y más adelante, Henríquez Vera
indica que “a Costa Rica se le hizo saber entonces los lamentables procederes
de Mascareño y después supimos que en San José, un grupo de compañeros lo
secuestraron un día, se lo llevaron a la Hacienda ‘La Lucha’ de don Pepe Figueres
y pensaban lincharlo, pero el muy vivo se les escapó y
retornó a Venezuela (4). Por su parte,
Rómulo Betancourt, en carta de fecha 28 de junio de 1953, dirigida a Luis
Manuel Peñalver, también ratificó la existencia de la infiltración: “Lo que se presumía, ya se
sabe: hubo infiltración de un
traidor. Está ubicado. En situación de no continuar haciendo daño,
porque voló al exterior”. (5).
Entre el 1° de abril y el 13 de junio
de 1953, Rómulo Betancourt realizó una gira suramericana. Estuvo primero en
Bolivia, invitado por Víctor Paz Estenssoro a los actos conmemorativos del
primer año de la revolución de ese país. Luego, pasó a Chile, donde, el 29 de
abril, declaró al diario El Mercurio que en Venezuela “había alrededor de
cuatro mil ‘secuestrados’ políticos entre los cuales, doscientos son mujeres y
algunos militares” y “agregó otros detalles, entre los cuales hizo especial
hincapié que la Universidad estaba clausurada durante dos años y que desde
hacía cuatro años existía censura de prensa estricta después de haber sido
clausurados doce rotativos no adictos al régimen” (6). Invitado por la
Federación de Estudiantes, dicta el 4 de mayo una conferencia sobre “Venezuela
y el panorama de América” en la Universidad de Chile, y el día 13, del mismo
mes de mayo, el Senado de ese país celebró una sesión en su honor. De Chile,
Betancourt pasó a Uruguay, siendo recibido, el 2 de junio, en sesión especial
de la Cámara de Representantes de ese país, donde, al referirse a la violación
de los derechos humanos por la dictadura de Pérez Jiménez, expresó: “Venezuela
como todas las naciones de América, ha suscrito solemnes compromisos
internacionales, en los cuales se establece la obligación de los Estados firmantes
de respetar los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano. Ha suscrito
las Cartas de San Francisco y de Bogotá. Ha suscrito la Declaración Americana
de los Deberes y Derechos del Hombre, promulgada en la capital de Colombia, y
la Declaración similar de las Naciones Unidas…Asumo la responsabilidad desde
esta tribuna de jerarquía americana, de decir que en mi país se están
actualizando los refinados métodos de crueldad contra los prisioneros políticos
que dejaron un impacto imborrable en la memoria de los hombres, cuando los
utilizaron los nazis” (7). Atinadamente, la historiadora e investigadora Mirela
Quero de Trinca observa que “los numerosos actos en los que participó en
Bolivia, Chile y Uruguay, estableciendo relaciones y comprometiendo apoyos en
su lucha contra el régimen venezolano, corroboraron que Betancourt era
reconocido como uno de los líderes políticos del continente” (8).
El 13 de
septiembre de 1953 Rómulo Betancourt, presidente de Acción Democrática en el
exilio, en manifiesto firmado en San
José de Costa Rica, expresó: “Acción Democrática, en esta hora solemne de su
fecha aniversaria, con millares de hombres suyos en las cárceles, recién
cerradas las tumbas de sus muertos, con sus dirigentes clandestinos amenazados
por el crimen oficializado, con centenares de dirigentes y militantes en el
exilio, no hace un llamado a la retaliación ni a la venganza. No adopta tampoco
la arrogante posición de exhibir sus credenciales de lucha como letra de cambio
girada hacia el futuro. Con profunda, con sincera y patética emoción
venezolana, llama a cerrar filas a hombres de la calle y a hombres de los
cuarteles, a ciudadanos sin partidos y a militantes de organizaciones políticas,
a todos cuantos sientan a la patria como
responsabilidad y deber, para estructurar el frente de la libertad. Estamos
plena y absolutamente convencidos de que bastará una acción planificada y
resuelta de ese frente, una vez que se integre y articule, para que
desaparezcan de la vida pública los soportes actuales del régimen despótico. Y
Venezuela volverá a ser patria de todos, amable y venturosa, digna de su
historia fascinante, heredera de la que forjaron con su cerebro y con su brazo,
los hombres de la generación libertadora” (9). Allí, como se puede constatar,
Rómulo Betancourt, hablando en nombre de Acción Democrátca, hizo un firme y
claro llamado a la unidad para combatir la tiranía.
Para el mes de marzo de 1954 estaba programada
la celebración en Caracas de la X Conferencia Interamericana, por lo que el
régimen, para lavarse un poco la cara, anuncia el 2 de enero de ese año, la
libertad de más de cuatrocientos presos políticos, pero quedaba un cuarenta por ciento de detenidos en las cárceles con sus causas por
examinarse. Desde el año 1953, Betancourt venía sosteniendo la tesis de que los
gobiernos de los países del continente condicionaran su concurrencia a la
Conferencia a la libertad de los detenidos políticos que permanecían en las
cárceles venezolanas. Y a los alegatos de que debía respetarse el Principio de
No Intervención, respondía con la invocación de la supranacionalidad de los
derechos humanos. No obstante, tal como estaba previsto, la Conferencia se
realizó en Caracas, entre el 1° y el 29 de marzo de 1954, con la asistencia de
todos los países americanos a excepción de Costa Rica, cuyo gobierno presidía
José Figueres. Un artículo de Betancourt sobre la Conferencia publicado en Cuadernos Americanos, es comentado por la historiadora
Mirela Quero de Trinca, en estos términos: “Betancourt enjuiciaba duramente
dicho evento al que consideró…como una instancia más en la pugna…entre
Washington y Moscú. Objetaba que la OEA se reuniera en un país cuyo gobierno
provenía de un golpe de cuartel y que además, había desconocido el resultado
electoral de 1952. A la ilegitimidad del régimen, se agregaba la ofensa a los
pricipios democráticos establecidos en la Carta de la OEA, pues existían en el
país, miles de secuestrados políticos y rígida censura de prensa. En su
criterio Betancourt argumentaba que la Declaración de Caracas obedecía a los
intereses norteamericanos en su lucha contra el comunismo y nada se decía de
los otros totalitarismos y de la lucha librada en Latinoamérica entre
democracias y dictaduras” (10).
La digna actitud
del gobierno costarricense de no participar en la Conferencia, y, además, su
invariable disposición de darle asilo
generoso a los desterrados venezolanos, provocó la ira del despotismo
caraqueño. Una demostración de esa ira, es lo que nos cuenta Betancourt: “Un
día de junio de 1954, aviones militares venezolanos volaron sobre la
desprevenida ciudad de San José. En todo el país no había un solo cañón
antiaéreo, y el desmilitarizado Gobierno de Figueres ni siquiera contaba con
una avioneta. Impunemente pudo violarse el espacio aéreo de Costa Rica y
llevarse a cabo la hazaña ignominiosa: toneladas de panfletos pornográficos,
con dibujos y leyendas obscenas, fueron lanzados sobre la ciudad” (11). La
decencia es una palabra que nunca figuró en el diccionario de la dictadura,
que, adicionalmente, comete sus fechorías con un descaro que no esconden, sino
que gozosamente lo exhiben.
La caracterización
de la dictadura perezjimenista, la hace Rómulo Betancourt en estos términos:
“El complemento lógico de una retrogradación tal en las costumbres públicas es
el predominio cada vez más acentuado de la policía política sobre el Gobierno.
Más que militarista, es policíaco el Estado que se está perfilando en
Venezuela. La Seguridad Nacional y su Jefe, Pedro Estrada, dominan casi todos
los resortes del Estado. El propio Ejército ha pasado a ser un prisionero
virtual del vasto aparato de espionaje, delación, torturas y asesinatos creado
por la policía política…El jefe de esa policía recuerda y aplica la técnica de
Fouché, sin que alcance su estatura, ni menos esté sirviendo a un Napoleón.
Aquella que consistía en servirle diariamente al Jefe del Gobierno el plato
excitante de un complot descubierto, o de un atentado terrorista impedido por la
eficaz acción de las pistolas de sus subalternos. Y cada uno de esos
‘descubrimentos’ siginifica uno, o varios hombres de la resistencia
democrática, liquidados fríamente” (12).
En ese mismo año
de 1954 en que Caracas fue sede de la X Conferencia Interamericana y se dio
libertad a parte de los presos políticos, la dictadura no cesó en su tarea
macabra de asesinar o desaparecer opositores, o en la no mortal, pero sí
también grave y repudiable, de detenerlos o agredirlos físicamente. El 13 de
marzo, mientras los delegados de la Conferencia deliberaban en el Aula Magna de
la Ciudad Universitaria, fue detenido y desaparecido el líder sindical Luis
Hurtado Higuera; el 10 de junio es asesinado en Barranquilla (Colombia) el
teniente León Droz Blanco (a él le tenía pavor Pérez Jiménez que estuviese
libre, porque era considerado como uno de los mejores tiradores al blanco que
había ganado medallas en el concurso
mundial de tiro al blanco, realizado en Helsinki); y el 9 de diciembre
el historiador Mario Briceño Iragorri (que escribía contra el régimen y había sido diputado electo a la Asamblea
Constituyente de 1952, falseada por el fraude electoral), cuando entraba a oir
misa en la Iglesia de la Concepción en Madrid, “fue derribado a golpes de porra
por un desconocido”, según informó la Associated Press, quien, relató Briceño
después de recobrar el conocimiento, le dijo “esto es a cuenta de lo que
debes”.
A pesar de todo
eso y muchas cosas más, por veleidades de una diplomacia complaciente, en ese
año de 1954 Pérez Jiménez recibe la Gran
Cruz de la Legión de Honor, de Francia, y la Legión al Mérito, de Estados
Unidos.
Continuaremos el
análisis en el próximo Collage.
------------
1-Rómulo Betancourt. Antología Política.
Volumen Sexto. Fundación Rómulo Bertancourt. Editorial Ex Libris. Caracas,
2004. Pág. 69-70.
2-Rigoberto
Henríquez Vera. “De la tiranía a la democracia”. Volumen II. Ediciones
Centauro. Caracas, 1989. Pág. 118.
3-Rigoberto
Henríquez Vera. Obra citada. Pág. 123.
4-Rigoberto
Hemríquez Vera. Obra citada. Pág. 126.
5- Rómulo
Betancourt. Obra citada. Pág. 72.
6-Rómulo
Betancourt. Obra citada. Pág. 159.
7-Rómulo
Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”.Fondo de Cultura Económica. 1956.
Pág. 851.
8-Mirela Quero de
Trinca. Antología Política. Volumen Sexto. Fundación Rómulo Betancourt.
Caracas, 2004. Pág. 41.
9-Manuel Vicente
Magallanes. “Acción Democrátia Partido del Pueblo”. Ediciones Adeven. Caracas,
1993. Pág. 65.
10-Mirela Quero de
Trinca. Obra citada. Pág. 43.
11-Rómulo
Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956.
Pág. 568.
12-Rómulo
Betancourt. Obra citada. Pág. 571-572.
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