ELECCIONES PARLAMENTARIAS
MARTA DE LA VEGA
En las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre de 2015 para escoger a los 167 Diputados de la Asamblea Nacional, las fuerzas políticas aglutinadas en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) ganaron mas del doble de diputados, 109, mass 3 de representación indígena, frente a 55 del oficialismo, electos por 14 millones de ciudadanos. Surgió la esperanza de lograr un cambio pacífico en el país, pese al ventajismo, violaciones a las leyes electorales y a la Constitución vigente, obstáculos y abusos de poder. Al cambiar la correlación de fuerzas a favor de la oposición, se pensó que iba a ser posible una transición en un sistema competitivo y democrático de alternabilidad, división de poderes y gobernanza.
Acostumbrado a un poder omnímodo, la inesperada derrota electoral fue una debacle para el gobierno de Maduro: “una bofetada para despertar”. Heredero del poder que el difunto Chávez había ganado en las elecciones en 2012 mediante interpretaciones elásticas de la Constitución bolivariana, Maduro no terminaba de aceptar la pérdida de la hegemonía chavista ¿Cuál iba a ser la reacción del gobierno? ¿Qué riesgo habría de ingobernabilidad? ¿Habría posibilidad de negociación con los sectores más radicales?
Aunque se mantuvo en la presidencia de la república, aún con mucho poder, pues el ejecutivo controlaba los poderes públicos, en especial el Tribunal Supremo de Justicia que podía declarar inconstitucional cualquier legislación contraria al proyecto chavista, ni Maduro ni el oficialismo estaban dispuestos a un reequilibrio de los poderes del Estado.
Pusieron en marcha varias estrategias de neutralización y persecución sistemáticas contra la Asamblea Nacional y sus integrantes para impedir el cumplimiento de sus funciones y competencias. El resultado ha sido en la práctica la disolución del Parlamento.
Lo demás, ya lo conocemos y lo hemos sufrido de manera trágica, en detrimento de la mayoría, cada vez peor en todos los ámbitos. Fue eliminar casi de inmediato la representación legítima del estado Amazonas a fin de impedir el ejercicio de una mayoría calificada de la AN, o la declaración de un “desacato” inexistente, imposible de conciliar con un órgano jurídico de igual rango que el poder judicial. Han sido la persecución, asesinatos, torturas, desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, encarcelamiento sin debido proceso ni derecho a la defensa, brutal represión y homicidios a mansalva de muchos jóvenes en manifestaciones pacíficas de protesta, además de la concentración del poder con un manejo asfixiante de la economía y la indolencia en el mantenimiento de la infraestructura. Han sido la destrucción del aparato productivo, el empobrecimiento masivo de la población y el colapso total de los servicios públicos.
Es imperiosa la postergación de las elecciones parlamentarias anunciadas para el próximo 6 de diciembre para cumplir por conveniencia un mandato constitucional que fue violentado sin pudor con la extemporánea e ilegítima elección presidencial del 20 de mayo de 2018 o con la elección inconstitucional de una asamblea nacional constituyente sin cumplir ninguno de los requisitos establecidos en la Carta Magna. No hay condiciones mínimas para la realización de un proceso electoral “creíble y democrático”, según el informe presentado el 2 de julio pasado por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet.
No hay credibilidad para unas elecciones libres, transparentes y legítimas. Lo que corresponde es una negociación para que abandonen pacíficamente el poder Maduro y sus funcionarios y cese la usurpación por parte de un régimen indolente e incapaz que desmanteló el servicio público nacional de salud, hoy en medio de una pandemia fuera de control, que usurpa el Estado y que boicotea los proyectos y programas del legítimo gobierno interino para afrontar la crisis humanitaria compleja que asola el país. Corresponde constituir un gobierno de entendimiento y emergencia para la transición que prepare verdaderas elecciones para la presidencia de la república y la AN a fin de restaurar el hilo constitucional.
A cambio del poder, Maduro y sus cómplices han consumado la repartición del territorio nacional y la desintegración del Estado venezolano a favor de sus aliados internacionales y grupos fuera de la ley. Con las elecciones parlamentarias, pretenden apoderarse de los activos que el único poder legítimo existente en Venezuela ha logrado proteger del saqueo continuado de la camarilla militar civil dominante al servicio de los regímenes forajidos que la apoyan y del crimen organizado transnacional.
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