COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT (XXX)
(Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –VI-)
CARLOS CANACHE MATA
El análisis, en
“Venezuela, política y petróleo”, sobre el desconocimiento, por parte de la
dictadura imperante en Venezuela, de los resultados de las elecciones del 30 de
noviembre de 1952, lo inicia Rómulo Betancourt así: “Y llegó el 30 de
noviembre, día en que se celebraron las elecciones. El clima político
venezolano para ese momento podría sintetizarse así: decisión de la ciudadanía
de convertir ese acto en plebiscito contra Pérez Jiménez y su clique; el frío
de la derrota calando hasta los huesos a los escasos partidarios sinceros de
las fómulas totalitarias de Gobierno y a la camarilla de negociantes
inescrupulosos arrimados al poder; y una fisura inocultable entre los dos
coroneles situados en los dos puestos-tope de la Administración. Flotando sobre
ese mar encrespado, como muñeco de trapo a la deriva, objeto de la befa y del
escarnio universales, el Presidente civil de mentirijillas, Suárez Flamerich”
(1).
El 18 de abril de
1951, la Junta de Gobierno había promulgado el Estatuto Electoral que regiría
para las elecciones de los diputados a la Asamblea Nacional Constituyente,
fijadas para el 30 de noviembre del año siguiente, en las cuales dicho Estatuto
prohibía la participación de Acción Democrática y del Partido Comunista de
Venezuela, prohibición evidentemente redundante, ya que esos partidos el
régimen los había declarado “disueltos”. Un mes después, el 18 de mayo, fue
nombrado el Consejo Supremo Electoral.
El pueblo
concurrió masivamente a las mesas electorales del 30 de noviembre. Las
expectativas del régimen, comenta Ramón J. Velásquez, eran: “Los estrategos del
Gobierno piensan, a excepción de Vallenilla Lanz, en que se repetirán las
elecciones amañadas de 1937, de 1942 y que la provincia continúa siendo el
mismo territorio distante y paciente en donde el Presidente del Estado, ahora
Gobernador de Estado y el Jefe Civil de cada parroquia sustituían la voluntad
del electorado y se encargaban de llenar las urnas como en la época de Juan
Vicente Gómez en donde siempre se cumplió con la formalidad electoral que la
ley prescribía. Pero el ejercicio democrático que se inicia en 1936 y que va a
tener su culminación durante el trienio 1945-1948 se va a reflejar en estas
elecciones de noviembre de 1952” (2).
El Gobierno, que
no esperaba la derrota, tiene la primera alarma cuando al mediodía se conoce la
noticia de que en la mesa electoral de la parroquia de Altagracia, donde habían
votado los miembros de la Policía Muniicipal, había triunfado ampliamente URD.
En el curso del día se sucedían rápidamente las informaciones provenientes de
la capital y del interior del país que revelaban la catástrofe comicial del
oficialismo. Según el historiador Velásquez, “la base urredista, la gente de
Acción Democrática, los comunistas quieren organizar manifestaciones callejeras
de apoyo al resultado electoral, pero el alto comando urredista confía en que el
Gobierno reconozca triunfo tan elocuente” (3).
A eso de las doce
del día, Laureano Vallenilla Lanz (hijo), después de ir a misa, asiste a una
invitación para almorzar en la casa de Pérez Jiménez, donde encuentra que todos
los presentes confían plenamente en la victoria gubernamental. Pero la alegría
es perturbada por una llamada telefónica del Comandante
Oscar Tamayo Suárez para el Coronel
Pérez Jiménez, quien la atiende y regresa al comedor con cara de preocupación.
A los diez minutos hay otra llamada del Comandante Tamayo y, al terminar la conversación telefónica,
Pérez Jiménez se va con Vallenilla a la sede del Ministerio de la Defensa, en
La Planicie. Allí le dice: “Las noticias no son buenas, doctor Laureano. Las
primerras urnas escrutadas en algunos
Estados Orientales arrojan saldos
favorables a URD. Lo considero sintomático. Se va a presentar una
situación grave. En este momento se está
jugando el porvenir de Venezuela. Debemos prepararnos para lo peor…” (4).
Lo que
en el Ministerio de la Defensa pasó y se decidió, lo cuenta, con descaro
y cinismo inigualables, Vallenilla Lanz en su libro “Escrito de Memoria”: es la confesión de cómo se tramó el escandaloso
asalto a la voluntad electoral de los venezolanos. Y lo hace con el mayor impudor, con insolente
desfachatez. Veamos su información. Se
presenta el Coronel Félix Román Moreno, Jefe del Estado Mayor, que trae malas
noticias. Vallenilla pasa a las oficinas del Coronel Carlos Pulido Barreto,
donde hay muchos oficiales que vinieron en busca de información, a quienes
Pulido les dice: “…Las cosas se pueden arreglar. Todo no está perdido. Nosotros
tenemos el Poder y las armas. No los vamos a entregar…” (5). Aparece el
Comandante Tamayo Suárez. Escribe Vallenilla: “Pulido, él y yo conferenciamos
en el baño vecino. El resultado de las elecciones no importa. Lo que interesa
es que nos mantengamos unidos y dispuestos a conservar el mando. La fórmula civil, la solución jurídica, es fácil fabricarla cuando se
cuenta con el respaldo de los machetes…Los
dos me apoyan y convenimos hablar en ese sentido a los oficiales, a medida que
vayan llegando…” (6).
Vallenilla regresa
al despacho de Pérez Jiménez. Sigue Vallenilla: “El Coronel Moreno (Félix
Román) considera que si el triunfo de URD se precisa, será indispensable
conferenciar con sus líderes, tratar de llegar a un acuerdo con Jóvito”. “No
hay acuerdo”, opina Vallenilla, y continúa: “Si aceptamos el triunfo de ese
partido serán ellos los dueños y no querrán discutir con nosotros”. Félix Román,
antes de marcharse, replica:
“Bueno…Ustedes son los políticos…Resuelvan…” (7). Solos, en el vasto salón, cambian
impresiones Vallenilla y Pérez Jiménez. Vallenilla expresa que “la hora es
difícil, dramática” y que “habrá que
escoger entre el resultado del sufragio y el desarrollo del país” porque “el
encumbramiento de Villalba significa paralización de los planes de fomento
nacional”, y, luego, en unas elecciones presidenciales, en las que compitan
Betancourt, Villalba y Caldera, “ganará Rómulo que es el más ducho de los tres”
(8).
Alrededor de
treinta o cuarenta oficiales se trasladan de la oficina de Pulido Barreto al
despacho de Pérez Jiménez, donde el Comandante de la Guardia Nacional, Tamayo
Suárez, toma la palabra en nombre de sus compañeros: “Usted debe conservar el
Poder, Coronel. Nosotros lo apoyamos. Eso sí, liquide la Junta y gobierne solo.
Los problemas y las dificultades han surgido de la división del Ejecutivo”. “Si
ustedes me apoyan”, contesta Pérez conmovido, “me quedo…Podría irme al
exterior, pero creo que Venezuela me necesita todavía…No tengo ambiciones
personales…Si tomo la resolución de permanecer aquí es por el
país…exclusivamente por el país…” (9). En la noche, Vallenilla Lanz se va a su
casa, y Pérez Jiménez permanece en el Ministerio de la Defensa.
El 1° de
diciembre, al amanecer, Vallenilla regresa al Ministerio de la Defensa. Pérez
Jiménez le dice que, entre tanto regresen las comisiones de oficiales que
viajaron al interior para solicitar la aprobación de las guarniciones, estudie
el procedimiento a seguir en cuanto a la parte civil, a lo que Vallenilla
responde: “Algo he pensado en ese sentido, Coronel. La Junta, por una carta
debe presentar su renuncia a las Fuerzas Armadas puesto que de ellas emana el
poder que ejerce. Estas aceptan y lo designan a usted Presidente Provisional de
la República, hasta tanto se reúna la Constituyente. Para ello se requiere,
simplemente, redactar un Acta que firmarán los jefes de los distintos cuerpos.
En la misma oportunidad, toma usted posesión de su cargo, designa nuevo
Gabinete y dirige un mensaje radiado a la Nación” (10). Pérez Jiménez conviene,
y le ordena dedicarse a preparar todo eso. Al atardecer, Vallenilla presenta
sus documentos, que Pérez Jiménez aprueba, y quedaba solo pendiente el discurso
en el cual trabajaba aún el doctor Rafael Pinzón. “No hay prisa, opina el
Coronel. De todos modos, nada podemos hacer hoy. Habrá que aplazar todo para mañana, 2 de Diciembre”. “Me complace”,
observa Vallenilla. “El 2 de Diciembre es fecha favorable para los golpes de
estado. Hace un siglo y un año, exactamente, tuvo lugar en Francia el de Luis
Napoleón Bonaparte. Además, Napoleón el Grande opinaba que el 2 de Diciembre
traía suerte. Fue en esa fecha la batalla de Austerlitz. Soy supersticioso,
Coronel, y aunque aquí no contamos sino con Napoleón Dupouy, presiento que todo
va a salir bien para nosotros…” (11).
Al mediodía del 1°
de diciembre, el régimen suspende la publicación de los resultados electorales,
y los periódicos y radiodifusoras sólo
pueden trasmitir la información que emita el Ministerio del Interior. El
Presidente Vicente Grisanti y otros 11 miembros del Consejo Supremo Electoral
(algunos fueron nombrados por ser de
confianza del régimen), renuncian al negarse
a alterar las verdaderas cifras electorales, y, ante la presión del
Gobierno, Grisanti se refugia en la Embajada del Brasil. En la Gaceta Oficial,
el Gobierno anuncia que 1.787.209 votantes concurrieron a las urnas y que el
resultado adjudica 60 diputados al FEI (partido oficial), 29 diputados a URD y
14 diputados a Copei, cuando la verdad era otra: 67 diputados había ganado URD,
19 diputados Copei y sólo 17 el FEI. Rómulo Betancourt dice que “no obstante ello, Pérez Jiménez admitió
explícitamente en esa comunicación (el telegrama que dirigió a Ignacio Luis
Arcaya y Jóvito Villalba, máximos dirigentes de URD) que el triunfo en las
elecciones había correspondido a los opositores a su política desmandada e
irresponsable” (12). En efecto, en ese telegrama Pérez Jiménez afirma lo
siguiente: “La Institución Armada tan escarnecida por ustedes, no está
dispuesta a admitir que por acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y
el progreso de la nación, seriamente comprometidos por el triunfo electoral
de Acción Democrática y el Partido Comunista, que URD ha propiciado” (subraya
R. B.).
En la noche del 2
de diciembre, se ejecutó el libreto, con la secuencia de actos que, como se
señaló líneas arriba, Vallenilla Lanz (h) le había propuesto a Pérez Jiménez.
Se leyó la carta de renuncia de los
miembros de la Junta de Gobierno, dirigida a los representantes de las Fuerzas
Armadas Nacionales. Seguidamente se leyó la contestación de los representantes
de las Fuerzas Armadas Nacionales
aceptando la renuncia. Inmediatamente se comunicó al país la designación
del Coronel Marcos Pérez Jiménez como Presidente Provisional de la República.
Después de firmar el Acta y entrar en ejercicio de la Presidencia, el Coronel Pérez Jiménez dictó el Decreto N° 1, en el que nombra los miembros del Gabinete
Ejecutivo, reservándose para sí mismo,
el ejercicio del Ministerio de la Defensa; y el Decreto N° 2, en el que
ratifica en sus cargos a todos los Gobernadores de Estados y Territorios
Federales. Finalmente, el Presidente Provisional de la República, Coronel
Marcos Pérez Jiménez, dirigió un Mensaje radiado a la Nación.
Rómulo Betancourt
dice que Pérez Jiménez “alcanzó a gangonear” ese Mensaje: “En el Mensaje
radial, proclamó sin embozos que la sibilina fórmula del Bien
Nacional, de la cual él y su camarilla son depositarios únicos,
debía prevalecer sobre el ordenamiento constitucional. El galimatías es
antológico: ‘Si bien es verdad que el factor fundamental
de la República es el normal desenvolvimiento de la vida constitucional,
también es cierto que por encima de ella está el cumplimiento del bien
nacional, que dará a Venezuela la grandeza que merece’. Y a renglón
seguido, las habituales parrafadas de diatribas contra Acción Democrática, la
organización política que por su
actividad militante y su fervor misionero
obsede y desvela al pequeño
déspota” (13).
El día 15 de
diciembre, el comando nacional de URD está invitado a una entrevista con el
ministro Vallenilla Lanz, hijo, y, como entre los que van a la cita ministerial
no está Jóvito Villalba, el ministro manifiesta que su presencia era
“indispensable”, por lo que se pospuso para la tarde la reunión.
Dice Ramón J. Velásquez que “después de una larga espera infructuosa son
detenidos (los dirigentes urredistas) por agentes policiales y trasladados a un
cuartel de la Guardia Nacional para ser luego conducidos al aeropuerto de
Maiquetía en donde son embarcados con destino a Panamá” (14). La versión dada
por Vallenilla es que sí hubo entrevista y conversación entre él y Jóvito y
otros dirigentes de URD. Dice: “…Una hora antes, más o menos, me llama Pérez
Jiménez a Miraflores. Tiene informes ciertos de que Villalba busca contacto en
los cuarteles….Villalba y sus acompañantes serán detenidos a la salida del
Ministerio de Relaciones Interiores. Mañana un avión les conducirá a
Panamá…Objeto que Villalba va a pensar que le he puesto una trampa…Acato las
instrucciones y regreso a mi despacho, preocupado por la inelegancia del
gesto…A la hora prevista llega Jóvito acompañado de seis o siete copartidarios.
Nos sentamos alrededor de una mesa” (15). Luego, Vallenilla relata el díalogo
habido. Y, efectivamente, a la salida del Ministerio, los dirigentes de
URD son
arrestados, y posteriormente
expulsado.s a Panamá.
En el próximo Collage,
hablaremos de la Constituyente, que se instalará el 9 de enero del año
siguiente, 1953.
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1-Rómulo
Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956.
Página 555.
2-Ramón J.
Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”.
Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, 1976. Página 127.
3-Ramón J.
Velásquez. Obra citada. Pagina 128.
4-5-6: Laureano
Vallenilla Lanz (h). “Escrito de Memoria”, Versalles. 1961. Página 345.
7-8: Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Página 346.
9-Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 346-347.
10-Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 348.
11-Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág 349-350.
12-13: Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. P{ag.558.
14-Ramón J.
Velásquez. Obra citada. Pág. 130.
15-Laureano
Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 366.
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