miércoles, 16 de septiembre de 2020

  COLLAGE SOBRE RÓMULO BETANCOURT  (XXX)

                                      (Llegó la Dictadura: la Resistencia, el Exilio –VI-)



                CARLOS CANACHE MATA


El análisis, en “Venezuela, política y petróleo”, sobre el desconocimiento, por parte de la dictadura imperante en Venezuela, de los resultados de las elecciones del 30 de noviembre de 1952, lo inicia Rómulo Betancourt así: “Y llegó el 30 de noviembre, día en que se celebraron las elecciones. El clima político venezolano para ese momento podría sintetizarse así: decisión de la ciudadanía de convertir ese acto en plebiscito contra Pérez Jiménez y su clique; el frío de la derrota calando hasta los huesos a los escasos partidarios sinceros de las fómulas totalitarias de Gobierno y a la camarilla de negociantes inescrupulosos arrimados al poder; y una fisura inocultable entre los dos coroneles situados en los dos puestos-tope de la Administración. Flotando sobre ese mar encrespado, como muñeco de trapo a la deriva, objeto de la befa y del escarnio universales, el Presidente civil de mentirijillas, Suárez Flamerich” (1).

El 18 de abril de 1951, la Junta de Gobierno había promulgado el Estatuto Electoral que regiría para las elecciones de los diputados a la Asamblea Nacional Constituyente, fijadas para el 30 de noviembre del año siguiente, en las cuales dicho Estatuto prohibía la participación de Acción Democrática y del Partido Comunista de Venezuela, prohibición evidentemente redundante, ya que esos partidos el régimen los había declarado “disueltos”. Un mes después, el 18 de mayo, fue nombrado el Consejo Supremo Electoral.

El pueblo concurrió masivamente a las mesas electorales del 30 de noviembre. Las expectativas del régimen, comenta Ramón J. Velásquez, eran: “Los estrategos del Gobierno piensan, a excepción de Vallenilla Lanz, en que se repetirán las elecciones amañadas de 1937, de 1942 y que la provincia continúa siendo el mismo territorio distante y paciente en donde el Presidente del Estado, ahora Gobernador de Estado y el Jefe Civil de cada parroquia sustituían la voluntad del electorado y se encargaban de llenar las urnas como en la época de Juan Vicente Gómez en donde siempre se cumplió con la formalidad electoral que la ley prescribía. Pero el ejercicio democrático que se inicia en 1936 y que va a tener su culminación durante el trienio 1945-1948 se va a reflejar en estas elecciones de noviembre de 1952” (2).

El Gobierno, que no esperaba la derrota, tiene la primera alarma cuando al mediodía se conoce la noticia de que en la mesa electoral de la parroquia de Altagracia, donde habían votado los miembros de la Policía Muniicipal, había triunfado ampliamente URD. En el curso del día se sucedían rápidamente las informaciones provenientes de la capital y del interior del país que revelaban la catástrofe comicial del oficialismo. Según el historiador Velásquez, “la base urredista, la gente de Acción Democrática, los comunistas quieren organizar manifestaciones callejeras de apoyo al resultado electoral, pero el alto comando urredista confía en que el Gobierno reconozca triunfo tan elocuente” (3).

A eso de las doce del día, Laureano Vallenilla Lanz (hijo), después de ir a misa, asiste a una invitación para almorzar en la casa de Pérez Jiménez, donde encuentra que todos los presentes confían plenamente en la victoria gubernamental. Pero la alegría es perturbada por una llamada telefónica  del  Comandante Oscar Tamayo Suárez  para el Coronel Pérez Jiménez, quien la atiende y regresa al comedor con cara de preocupación. A los diez minutos hay otra llamada del Comandante Tamayo  y, al terminar la conversación telefónica, Pérez Jiménez se va con Vallenilla a la sede del Ministerio de la Defensa, en La Planicie. Allí le dice: “Las noticias no son buenas, doctor Laureano. Las primerras urnas escrutadas en algunos  Estados Orientales arrojan saldos  favorables a URD. Lo considero sintomático. Se va a presentar una situación  grave. En este momento se está jugando el porvenir de Venezuela. Debemos prepararnos para lo peor…” (4).

 Lo que  en el Ministerio de la Defensa pasó y se decidió, lo cuenta, con descaro y cinismo inigualables, Vallenilla Lanz en su libro “Escrito de Memoria”: es  la confesión de cómo se tramó el escandaloso asalto a la voluntad electoral de los venezolanos. Y  lo hace con el mayor impudor, con insolente desfachatez. Veamos  su información. Se presenta el Coronel Félix Román Moreno, Jefe del Estado Mayor, que trae malas noticias. Vallenilla pasa a las oficinas del Coronel Carlos Pulido Barreto, donde hay muchos oficiales que vinieron en busca de información, a quienes Pulido les dice: “…Las cosas se pueden arreglar. Todo no está perdido. Nosotros tenemos el Poder y las armas. No los vamos a entregar…” (5). Aparece el Comandante Tamayo Suárez. Escribe Vallenilla: “Pulido, él y yo conferenciamos en el baño vecino. El resultado de las elecciones no importa. Lo que interesa es que nos mantengamos unidos y dispuestos a conservar el mando. La fórmula civil, la solución jurídica, es fácil fabricarla cuando se cuenta con el respaldo de los machetes…Los dos me apoyan y convenimos hablar en ese sentido a los oficiales, a medida que vayan llegando…” (6).

Vallenilla regresa al despacho de Pérez Jiménez. Sigue Vallenilla: “El Coronel Moreno (Félix Román) considera que si el triunfo de URD se precisa, será indispensable conferenciar con sus líderes, tratar de llegar a un acuerdo con Jóvito”. “No hay acuerdo”, opina Vallenilla, y continúa: “Si aceptamos el triunfo de ese partido serán ellos los dueños y no querrán discutir con nosotros”. Félix Román, antes de marcharse,  replica: “Bueno…Ustedes son los políticos…Resuelvan…” (7). Solos, en el vasto salón, cambian impresiones Vallenilla y Pérez Jiménez. Vallenilla expresa que “la hora es difícil, dramática”  y que “habrá que escoger entre el resultado del sufragio y el desarrollo del país” porque “el encumbramiento de Villalba significa paralización de los planes de fomento nacional”, y, luego, en unas elecciones presidenciales, en las que compitan Betancourt, Villalba y Caldera, “ganará Rómulo que es el más ducho de los tres” (8).

Alrededor de treinta o cuarenta oficiales se trasladan de la oficina de Pulido Barreto al despacho de Pérez Jiménez, donde el Comandante de la Guardia Nacional, Tamayo Suárez, toma la palabra en nombre de sus compañeros: “Usted debe conservar el Poder, Coronel. Nosotros lo apoyamos. Eso sí, liquide la Junta y gobierne solo. Los problemas y las dificultades han surgido de la división del Ejecutivo”. “Si ustedes me apoyan”, contesta Pérez conmovido, “me quedo…Podría irme al exterior, pero creo que Venezuela me necesita todavía…No tengo ambiciones personales…Si tomo la resolución de permanecer aquí es por el país…exclusivamente por el país…” (9). En la noche, Vallenilla Lanz se va a su casa, y Pérez Jiménez permanece en el Ministerio de la Defensa.

El 1° de diciembre, al amanecer, Vallenilla regresa al Ministerio de la Defensa. Pérez Jiménez le dice que, entre tanto regresen las comisiones de oficiales que viajaron al interior para solicitar la aprobación de las guarniciones, estudie el procedimiento a seguir en cuanto a la parte civil, a lo que Vallenilla responde: “Algo he pensado en ese sentido, Coronel. La Junta, por una carta debe presentar su renuncia a las Fuerzas Armadas puesto que de ellas emana el poder que ejerce. Estas aceptan y lo designan a usted Presidente Provisional de la República, hasta tanto se reúna la Constituyente. Para ello se requiere, simplemente, redactar un Acta que firmarán los jefes de los distintos cuerpos. En la misma oportunidad, toma usted posesión de su cargo, designa nuevo Gabinete y dirige un mensaje radiado a la Nación” (10). Pérez Jiménez conviene, y le ordena dedicarse a preparar todo eso. Al atardecer, Vallenilla presenta sus documentos, que Pérez Jiménez aprueba, y quedaba solo pendiente el discurso en el cual trabajaba aún el doctor Rafael Pinzón. “No hay prisa, opina el Coronel. De todos modos, nada podemos hacer hoy. Habrá que aplazar  todo para  mañana, 2 de Diciembre”. “Me complace”, observa Vallenilla. “El 2 de Diciembre es fecha favorable para los golpes de estado. Hace un siglo y un año, exactamente, tuvo lugar en Francia el de Luis Napoleón Bonaparte. Además, Napoleón el Grande opinaba que el 2 de Diciembre traía suerte. Fue en esa fecha la batalla de Austerlitz. Soy supersticioso, Coronel, y aunque aquí no contamos sino con Napoleón Dupouy, presiento que todo va a salir bien para nosotros…” (11).

Al mediodía del 1° de diciembre, el régimen suspende la publicación de los resultados electorales, y  los periódicos y radiodifusoras sólo pueden trasmitir la información que emita el Ministerio del Interior. El Presidente Vicente Grisanti y otros 11 miembros del Consejo Supremo Electoral (algunos  fueron nombrados por ser de confianza del régimen), renuncian al negarse  a alterar las verdaderas cifras electorales, y, ante la presión del Gobierno, Grisanti se refugia en la Embajada del Brasil. En la Gaceta Oficial, el Gobierno anuncia que 1.787.209 votantes concurrieron a las urnas y que el resultado adjudica 60 diputados al FEI (partido oficial), 29 diputados a URD y 14 diputados a Copei, cuando la verdad era otra: 67 diputados había ganado URD, 19 diputados Copei y sólo 17 el FEI. Rómulo Betancourt dice que  “no obstante ello, Pérez Jiménez admitió explícitamente en esa comunicación (el telegrama que dirigió a Ignacio Luis Arcaya y Jóvito Villalba, máximos dirigentes de URD) que el triunfo en las elecciones había correspondido a los opositores a su política desmandada e irresponsable” (12). En efecto, en ese telegrama Pérez Jiménez afirma lo siguiente: “La Institución Armada tan escarnecida por ustedes, no está dispuesta a admitir que por acuerdos torvos se vaya a lesionar el prestigio y el progreso de la nación, seriamente comprometidos por el triunfo electoral de Acción Democrática y el Partido Comunista, que URD ha propiciado” (subraya R. B.).

En la noche del 2 de diciembre, se ejecutó el libreto, con la secuencia de actos que, como se señaló líneas arriba, Vallenilla Lanz (h) le había propuesto a Pérez Jiménez. Se leyó la carta de renuncia  de los miembros de la Junta de Gobierno, dirigida a los representantes de las Fuerzas Armadas Nacionales. Seguidamente se leyó la contestación de los representantes de las Fuerzas Armadas Nacionales  aceptando la renuncia. Inmediatamente se comunicó al país la designación del Coronel Marcos Pérez Jiménez como Presidente Provisional de la República. Después de firmar el Acta y entrar en ejercicio de la Presidencia,  el Coronel  Pérez Jiménez  dictó el Decreto N° 1,  en el que nombra los miembros del Gabinete Ejecutivo, reservándose para sí mismo,  el ejercicio del Ministerio de la Defensa; y el Decreto N° 2, en el que ratifica en sus cargos a todos los Gobernadores de Estados y Territorios Federales. Finalmente, el Presidente Provisional de la República, Coronel Marcos Pérez Jiménez, dirigió un Mensaje radiado a la Nación.

Rómulo Betancourt dice que Pérez Jiménez “alcanzó a gangonear” ese Mensaje: “En el Mensaje radial, proclamó sin embozos que la sibilina fórmula del Bien Nacional, de la cual él y su camarilla son depositarios únicos, debía prevalecer sobre el ordenamiento constitucional. El galimatías es antológico: ‘Si bien es verdad que el factor fundamental de la República es el normal desenvolvimiento de la vida constitucional, también es cierto que por encima de ella está el cumplimiento del bien nacional, que dará a Venezuela la grandeza que merece’. Y a renglón seguido, las  habituales parrafadas  de diatribas contra Acción Democrática, la organización política  que por su actividad militante y su fervor misionero  obsede y  desvela al pequeño déspota” (13).

El día 15 de diciembre, el comando nacional de URD está invitado a una entrevista con el ministro Vallenilla Lanz, hijo, y, como entre los que van a la cita ministerial no está Jóvito Villalba, el ministro manifiesta que su presencia era “indispensable”, por lo que se pospuso para la tarde  la reunión.  Dice Ramón J. Velásquez que “después de una larga espera infructuosa son detenidos (los dirigentes urredistas) por agentes policiales y trasladados a un cuartel de la Guardia Nacional para ser luego conducidos al aeropuerto de Maiquetía en donde son embarcados con destino a Panamá” (14). La versión dada por Vallenilla es que sí hubo entrevista y conversación entre él y Jóvito y otros dirigentes de URD. Dice: “…Una hora antes, más o menos, me llama Pérez Jiménez a Miraflores. Tiene informes ciertos de que Villalba busca contacto en los cuarteles….Villalba y sus acompañantes serán detenidos a la salida del Ministerio de Relaciones Interiores. Mañana un avión les conducirá a Panamá…Objeto que Villalba va a pensar que le he puesto una trampa…Acato las instrucciones y regreso a mi despacho, preocupado por la inelegancia del gesto…A la hora prevista llega Jóvito acompañado de seis o siete copartidarios. Nos sentamos alrededor de una mesa” (15). Luego, Vallenilla relata el díalogo habido. Y, efectivamente, a la salida del Ministerio, los dirigentes de URD  son  arrestados, y  posteriormente expulsado.s a Panamá.

En el próximo Collage, hablaremos de la Constituyente, que se instalará el 9 de enero del año siguiente, 1953.

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1-Rómulo Betancourt. “Venezuela, política y petróleo”. Fondo de Cultura Económica. 1956. Página  555. 

2-Ramón J. Velásquez. “Aspectos de la Evolución Política de Venezuela en el Último Medio Siglo”. Venezuela Moderna. Fundación Eugenio Mendoza. Caracas, 1976. Página 127.

3-Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pagina 128.

4-5-6: Laureano Vallenilla Lanz (h). “Escrito de Memoria”, Versalles. 1961. Página 345.

7-8: Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Página 346.

9-Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 346-347.

10-Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 348.

11-Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág 349-350.

12-13: Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. P{ag.558.

14-Ramón J. Velásquez. Obra citada. Pág. 130.

15-Laureano Vallenilla Lanz (h). Obra citada. Pág. 366.


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